Sesión de Constitución

Sesión de constitución. Discurso del presidente de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia

 

Excmo. Sr. Presidente de la CARM
Excmo. y Magco. Sr. Rector de la UMU
Excmo. Sr. Vicepresidente de la CARM
Excmos. Sres. Consejeros
Excmo. Sr. Presidente del CS de la UMU
Excmas. e Ilmas. autoridades
Amigos y colegas
Sras. y Sres.

Albert Einstein, en un artículo de opinión de 1934, titulado El mundo tal como yo lo veo, escribía “La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda asombrarse, está como muerto y tiene los ojos nublados”. Él, que llevó la luz a los más profundos misterios de la Naturaleza, pasó toda una vida averiguando el porqué de las cosas sencillas. La misión más importante de un científico es, quizás, hacerse preguntas. Y algunas, tan simples como esta: ¿cómo sería nuestra vida si no conociésemos el origen y los mecanismos de las enfermedades que habitualmente nos afectan? En el estado actual del conocimiento, esta cuestión resulta impensable. Como también lo es la posibilidad de desconocer las leyes que rigen la dinámica del movimiento de los cuerpos. Desde que llegué a familiarizarme con la trilogía I+D+I siempre pensé que debería ser releída como INVESTIGA, DESCUBRE, INVENTA. En definitiva, BUSCA LA VERDAD, NO TU VERDAD. O sea, explícate y explica las cosas que suceden a tu alrededor.

El siglo XX se despidió, por lo que a la Ciencia se refiere, de manera esplendorosa. Los avances científicos de aquellos últimos años están teniendo una enorme repercusión social, al tiempo que han despertado un inusitado interés en los más diversos ambientes por todo lo relativo al mundo de la Ciencia. Basta citar la expectación latente en torno a lo que se ha dado en llamar “el descubrimiento del genoma”, o la hipótesis de existencia de agua en Marte, o la posible influencia en la salud pública de los campos electromagnéticos generados por antenas para la telefonía móvil y subestaciones eléctricas; o el gran interés por el origen y evolución del Universo; y tantos otros ejemplos.

La Ciencia está de moda; y da la sensación de que lo está a espaldas de los propios científicos. El cultivo de la Ciencia se encuentra confinado a unos recintos exclusivistas, el fomento depende de las administraciones públicas y la difusión se realiza de manera esporádica. Disponemos de la ley de Fomento y Coordinación General de la Investigación Científica y Técnica (ley 13/1986, de 14 de abril, B.O.E. de 18 de abril), de ámbito nacional, y cada comunidad autonómica tiene competencia para legislar en Ciencia y Tecnología en función de sus propios intereses. Tuvo que llegar el año 2000 para que el último Plan Nacional de I+DT+I pusiera énfasis en la difusión de los resultados de investigación. También, y muy recientemente, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología incide en el asunto con la promoción de la Semana de la Ciencia al compás de toda la UE.

Estamos plenamente inmersos en la sociedad del conocimiento y cabría el peligro de ser dominada por quienes lo posean o tengan mayor facilidad de adquirirlo. Quienes generamos y gestionamos el conocimiento científico debemos afrontar la responsabilidad de hacerlo accesible al gran público, mostrar sus avances y prevenir sobre sus peligros.

Una cosa es difundir y otra muy distinta divulgar. La primera resulta relativamente fácil, pero la segunda es de gran envergadura. En este sentido, la Academia de Ciencias ya ha dado una muestra significativa cuando en diciembre de 2001 colaboró con la Universidad de Murcia y las entonces Consejerías de Educación y Universidades y de Tecnologías, Industria y Comercio, en la organización de las jornadas De Fiesta con la Ciencia y la Tecnología, FICITEC 2001, que, con enorme éxito de asistencia y participación, han marcado un hito en la historia reciente de esta región por lo que se refiere a sacar la Ciencia a la calle, y estamos preparando la segunda edición de FICITEC para la primavera de 2003.

Los lazos que unen la investigación científica y el desarrollo socio-económico, resultan en nuestra época, caracterizada por una intensa competencia industrial, más evidentes que nunca. El reto de la llamada tercera revolución industrial exige un aumento constante de inversiones en investigación e innovación con objeto de mantenerse en la vanguardia. Es necesario disponer de nuevos escaparates donde los científicos de distintas áreas del saber se reúnan para debatir, comunicarse y establecer contactos para que ese inmenso comercio de ideas y descubrimientos difunda el saber por doquier y enseñe a percibir el auténtico valor de la Ciencia.

Los hoy recientes académicos, cuyo excelente credencial científico viene siendo objetivamente reconocido tanto en nuestro país, como allende nuestras fronteras, siguen siendo creadores de Ciencia en sus diferentes parcelas. Son todos los que están, pero no están todos los que son y por eso, precisamente, la Academia dispone de 19 plazas libres. En todo caso, quienes formamos parte del equipo de salida tenemos el profundo convencimiento de la oportunidad y bondad del proyecto.

La Academia de Ciencias se funda con la vocación decidida de

  • colaborar en la promoción de un clima social estimulante para la investigación científica;
  • mejorar el vínculo efectivo entre la comunidad científica, la sociedad y los responsables de programar la actividad científico/investigadora; y
  • participar en el desarrollo nuevas políticas científicas, procurando que los objetivos se adecuen a los distintos intereses y necesidades sociales.

 

En definitiva, la Academia pretende ser punto de referencia de la cultura científica regional y nuevo escaparate para el cultivo, promoción y difusión de la Ciencia.

Me permito recordar que por Academia –aparte de centro docente privado- se entiende una corporación científica, literaria o artística formada por personas de reconocido prestigio que realizan colectivamente determinadas actividades relacionadas con su respectiva especialidad. En su etimología procede de akademeia, arboleda situada al N.O. de Atenas, cuyo nombre procede del mítico héroe Academo, donde se instaló un gimnasio que Hipias cercó con un muro y Cimón convirtió en jardín. Platón, que poseía una propiedad en los alrededores, reunía en ella a sus discípulos y desde entonces se popularizó el término en la acepción más usual del término.

El concepto de Ciencia no está, sin embargo, tan claro. La definición más extendida de Ciencia se refiere a ella como el conjunto de conocimientos objetivos acerca de la Naturaleza. No obstante, existe una opinión muy extendida que tiende a considerar la Ciencia como un proceso de búsqueda de los principios fundamentales y universales que gobiernan las causas y efectos de la Naturaleza. Sea como fuere, ese conocimiento sistemático de la Naturaleza a través de la observación, la experimentación y el estudio no deja otra alternativa a considerar nuestra academia como la Academia de la Ciencia, y como apócope de Academia de la Matemática, la Física, la Química, la Biología y la Geología. Cada una de sus ramas progresa hacia una búsqueda permanente de creación de leyes que expliquen la Naturaleza actual, su pasado y su futuro.

En cuanto a la historia de las asociaciones científicas, cabe decir que fue en Italia donde surgió un tipo de institución dedicado al fomento de la Ciencia, a partir de reuniones de humanistas que llegaron a convertirse en sociedades que disfrutaban de protección oficial conservando su autonomía: eran las Academias. Las primeras que se podrían denominar modernas fueron la Accademia dei Lincei (Linces) (Roma, 1601-1630), fundada por el duque Federigo Cesi, un estudioso de las abejas y experto en plantas, y dueño de un excelente jardín botánico; la Accademia del Cimento (cimento significa experimento), cuyo lema era “Probando e reprobando”, fundada en Florencia (1657-1667) por discípulos de Galileo. Estas academias precedieron a otras cuyas actividades y trascendencia sería mucho mayor, como la Royal Society de Londres, fundada en 1660, que llegaría a presidir Newton; la Académie de Sciences de París, 1666, o la Academia de Berlín, fundada por Leibniz en 1770. Las academias proporcionaban un medio de comunicación entre los científicos y de difusión de sus resultados, hasta que Richelieu, en Francia, las convirtió en organismos rectores de las diferentes disciplinas. En España, con el advenimiento de los Borbones se impuso el modelo francés, y Felipe V fundó en Madrid la Academia Española (1714), la de la Historia (1735) y la de Bellas Artes de san Fernando (1744).

Instituciones semejantes a la nuestra son:

Academia de Ciencias de Zaragoza, se constituyó en Zaragoza en 1916
Academia de Ciencias de Granada, se constituyó en 1977 en Granada
Real Academia Gallega de Ciencias, constituida en 1977 en Santiago de Compostela
Real Academia Sevillana de Ciencias, constituida en Sevilla en 1986, de la cual es socio de número nuestro ilustre invitado, Dr. Cerdá Olmedo.
Academia Canaria de Ciencias, creada en 1987.

A partir de 1939, las principales academias españolas, con carácter nacional, quedaron integradas en un organismo superior llamado el Instituto de España, actualmente presidido por la Dra. Margarita Salas.

Hoy es un día para la historia de esta región, como lo fue el pasado 15 de junio de 2001 cuando en el BORM se aprobó la creación de esta Academia y se aprobaron sus Estatutos. Dos fechas que, como a mí me gusta decir, servirán de referencia pues van a marcar un “antes” y un “después” en el devenir de esta comunidad autónoma.

Querido presidente, apreciamos y agradecemos de corazón su haber querido estar aquí y ponemos con humildad al servicio de esta región, a la que tanto debemos, el esfuerzo conjunto y la experiencia de unos hombres y mujeres de Ciencia que brillan con luz propia y cuyo ejemplo puede ser muy valioso para futuras generaciones.

Queridos consejeros de Educación y Cultura y de Ciencia, Tecnología, Industria y Comercio, todo nuestro agradecimiento es poco para reconocer el apoyo que desde el comienzo hemos recibido y que estamos ansiosos por devolver.

Queridos colegas de las otras academias: la familia se enriquece con un nuevo miembro que no trae un pan debajo del brazo, por lo que necesitaremos de vuestro asesoramiento y cobijo. No tenemos para vosotros más que palabras de agradecimiento por el total apoyo que hasta ahora nos habéis prestado y que estamos seguros de seguir contando con él. En definitiva, venimos a rellenar esa parcela que durante tanto tiempo nos estábais reservando.

Queridos amigos todos, tengan la seguridad de que esta academia irá más allá de actos solemnes como este y hará honor a su objeto básico fundacional: cultivar, promocionar y difundir la Ciencia de todos y para todos.

Y para finalizar, permítanme un recordatorio y unos agradecimientos. Recordatorio emocionado, para un caballero de la Ciencia, humilde y honrado, maestro de tantas generaciones, quien hoy merecería y nos gustaría tener con nosotros, pero desgraciadamente cautivo de una enfermedad: Dr. D. Luis Alías Pérez. Querido Luis, hoy te tenemos en el corazón.

Los agradecimientos van destinados a:
José Mª Martínez Selva, Director General de Universidades, y sus colaboradores Juan Madrigal y Antonio Mula
José Mª Salinas, Director General de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Información, y sus colaboradores Jesús Oliva y Julio Pedauyé
Uno muy especial para el Dr. Guzmán Ortuño (y, en su persona, nuestra más cordial, efusiva y sincera felicitación por esa medalla de oro de la región de tan reciente concesión a la Academia de Medicina)
Las universidades de Murcia y Politécnica de Cartagena en la persona de sus rectores, pues fueron ellos quienes emitieron los primeros informes favorables de apoyo a la creación de esta academia. Y muy especialmente a la de Murcia, queridos Rector, por las facilidades para realizar este acto.
Dra. María Teresa Castells, que hace fácil todo lo relacionado con la informática, y en especial esta presentación.
Y MENCIÓN APARTE PARA LOS ACADÉMICOS, por la fe y entusiamo con que abrazaron el proyecto
Y MI FAMILIA, que soporta estoicamente mis devaneos con esas otras maravillosas señoras que asiduamente me acompañan: la Matemática, la Academia y la Ciencia.

He dicho.