Pensándolo bien...

null UMBRAL DE FUSIÓN TEMPORAL

El oído humano es bastante rápido y sensible en su capacidad para distinguir entre sonidos diferentes. Según varias investigaciones, el oído humano puede distinguir dos sonidos separados si median tan solo unidades o decenas de milisegundos. Esto es aproximadamente 1/300 de segundo, que es más rápido de lo que parpadea el ojo humano. El parpadeo es un acto reflejo que se realiza para lubricar y proteger el ojo y, típicamente, dura entre 100 y 400 milisegundos. Esta rapidez asegura que la visión se interrumpa mínimamente, permitiendo a las personas continuar con sus actividades sin una interrupción significativa de la percepción visual.

El corto lapso para distinguir dos sonidos se llama el umbral de fusión temporal o el umbral de integración auditiva y es el punto en el cual los sonidos individuales se perciben como una sola entidad, en lugar de eventos separados. Este umbral puede variar dependiendo de varios factores, incluyendo el volumen, el tono y la ubicación espacial de los sonidos, así como la edad y la condición auditiva de la persona que escucha. Esta velocidad de percepción juega un papel importante en muchas de nuestras experiencias diarias, desde escuchar música y hablar, hasta percibir los sonidos de nuestro entorno. Este lapso de tiempo permite a nuestro cerebro interpretar secuencias rápidas de sonidos, como el habla o la música, como flujos coherentes de información en lugar de eventos aislados.

Por supuesto, distinguir entre dos sonidos es solo el primer paso. La interpretación de esos sonidos, incluyendo la identificación de su fuente, la ubicación y el significado, puede requerir un procesamiento adicional y tomar un poco más de tiempo. Pero, en términos de percepción inicial, el oído humano es increíblemente rápido y sensible.

Cuando tocamos un acorde, lo que estamos escuchando es una superposición de las ondas sonoras que corresponden a cada una de las notas individuales del acorde. Por ejemplo, si tocamos un acorde de Do Mayor en un piano, que consta de las notas Do, Mi y Sol, hay una onda sonora individual que se produce para cada una de estas notas. Estas ondas sonoras se combinan para formar una onda compleja, que es la suma de las ondas individuales. Esta onda compleja es lo que nuestros oídos captan y nuestro cerebro interpreta como un acorde. Esta superposición de ondas es lo que da a los acordes su rica textura sonora. Dependiendo de las notas específicas que se estén tocando, diferentes partes de la onda resultante se reforzarán o cancelarán entre sí, lo que produce una variedad de tonos y timbres. Además, la relación entre las frecuencias de las notas individuales en un acorde, juega un papel importante en cómo percibimos ese acorde. Las relaciones de frecuencia simples, como las que encontramos en los intervalos consonantes, tienden a sonar agradables y estables. Las relaciones de frecuencia más complejas, como las que encontramos en los intervalos disonantes, tienden a sonar tensas e inestables. La física de cómo se combinan las ondas sonoras y la psicología de cómo nuestros cerebros interpretan esas combinaciones, trabajan juntas para crear las emociones y sensaciones que asociamos con diferentes acordes y progresiones de acordes en la música.

Las frecuencias que están relacionadas por números simples o enteros forman la base de la armonía en la música. Este concepto se deriva de la serie armónica, una serie de tonos que se producen de forma natural cuando vibra una cuerda o un tubo de aire. Cada uno de estos tonos (o armónicos) tiene una frecuencia que es un múltiplo entero de la frecuencia fundamental, la nota más baja y más audible. Algunos ejemplos de relaciones de frecuencia simples y los intervalos musicales que representan: relación de 1:1 – Unísono: dos tonos con la misma frecuencia se consideran en unísono; relación de 2:1 – octava: cuando la frecuencia de un tono es el doble que la de otro, los dos tonos están separados por una octava; relación de 3:2 – quinta perfecta: un tono con una frecuencia 1.5 veces la del otro se considera una quinta perfecta. Este es uno de los intervalos más consonantes en la música; relación de 4:3 – cuarta perfecta: un tono con una frecuencia 1.33 veces la del otro se considera una cuarta perfecta; relación de 5:4 – tercera mayor: un tono con una frecuencia 1.25 veces la del otro se considera una tercera mayor. Estas relaciones simples en las frecuencias dan como resultado sonidos que son particularmente agradables para el oído humano y son la base de la mayoría de los sistemas tonales en la música occidental. Los acordes que contienen estas relaciones de frecuencia simple tienden a sonar «consonantes», mientras que los acordes que contienen relaciones de frecuencia más complejas tienden a sonar «disonantes».

Los intervalos disonantes son aquellos que crean una sensación de tensión, inestabilidad o incomodidad cuando se escuchan. En general, estos intervalos tienen relaciones de frecuencia más complejas que los intervalos consonantes. Sin embargo, la disonancia no es necesariamente algo negativo o «malo»; en realidad, es un componente esencial de la música que puede usarse para crear tensión y luego resolución, lo que puede hacer que la música sea más emocionante e interesante. Algunos de los intervalos disonantes más comunes son la segunda menor (Relación de frecuencia aproximada 16:15): Este es uno de los intervalos más disonantes. Es la distancia más pequeña entre dos notas diferentes en la música occidental; la segunda mayor (Relación de frecuencia aproximada 9:8): Este intervalo es un poco menos disonante que la segunda menor, pero todavía es bastante inestable; la séptima menor (Relación de frecuencia aproximada 16:9): Este intervalo es también muy disonante. Es casi una octava, pero está lo suficientemente desafinado como para crear una fuerte tensión; la séptima mayor (Relación de frecuencia aproximada 15:8): Este intervalo es un poco menos disonante que la séptima menor, pero todavía crea una sensación de tensión que se resuelve bien en la octava; el trítono (Relación de frecuencia aproximada 45:32 o 64:45): Este intervalo, que es exactamente la mitad de una octava, es muy disonante y a veces se le llama el «diablo en música».

Es importante tener en cuenta que estas son generalizaciones y que la percepción de disonancia puede variar dependiendo del contexto musical. Además, la disonancia puede utilizarse de manera efectiva para crear tensión y dramatismo en la música y muchos compositores utilizan los intervalos disonantes de forma intencionada para este propósito.

Cada nota en un acorde vibra a una frecuencia específica. Por ejemplo, el acorde de DO mayor, está compuesto por las notas Do, Mi y Sol, que tienen sus propias frecuencias características. El oído humano es capaz de detectar estas frecuencias individuales incluso cuando se producen simultáneamente. Las notas de un acorde están relacionadas armónicamente, lo que significa que sus frecuencias tienen una relación matemática específica. Esta relación crea un sonido que es percibido como armónico y agradable al oído. El cerebro humano es particularmente sensible a estas relaciones armónicas, lo que ayuda a percibir y disfrutar de la música. Cuando las ondas sonoras de un acorde entran en el oído, se convierten en señales eléctricas que son enviadas al cerebro. El cerebro tiene la capacidad de descomponer y analizar estas señales para identificar las notas individuales y su combinación como un acorde. La habilidad para distinguir notas individuales dentro de un acorde puede mejorarse con el entrenamiento y la experiencia musical. Los músicos, especialmente aquellos con entrenamiento en teoría musical o experiencia en la interpretación, suelen ser más hábiles en identificar las notas individuales en un acorde. En suma, si bien un acorde de Do mayor es una entidad sonora única, el oído y el cerebro trabajan juntos para discernir y apreciar las notas individuales (Do, Mi, Sol) que lo componen. Esta capacidad de discernir notas individuales dentro de un acorde es una de las muchas maravillas de la percepción auditiva humana.

El umbral de fusión temporal para el oído humano varía, pero se encuentra en el rango de unidades o decenas de milisegundos. Cuando un pianista toca un acorde, las notas se golpean casi simultáneamente, con diferencias en el tiempo que suelen ser mucho menores que este umbral. Esto significa que, aunque técnicamente las notas se tocan en momentos ligeramente distintos, son percibidas por el oído como si fueran tocadas al mismo tiempo. La capacidad de los músicos para tocar notas en rápida sucesión o casi simultáneamente es una habilidad desarrollada y en el contexto de un acorde de piano, esta sincronización es crucial para que el acorde suene armonioso. La percepción humana del sonido, por lo tanto, integra estas notas casi simultáneas en una experiencia auditiva unificada.