Pensándolo bien...

null SORPRENDENTES MICROBIOS

Los mecanismos de otorgamiento de las distinciones no son muy finos, ni claros. A todos los niveles, se suelen omitir los méritos considerados y, en todo caso, los méritos que aportan otros que quedan en lugares posteriores. De forma que, se ignora la bondad comparativa de los que potencialmente concurren. Buena parte de los premios en el arco universal, son sospechosos de haber sido objeto de una decisión arbitraria, sin conocer los mecanismos que han llevado a la selección. Los Nobel no quedan al margen. La confianza en los comités va disminuyendo con el tiempo y conforme se van identificando selecciones arbitrarias o poco justificadas.

Resulta, cuando menos sorprendente, que cuando se dan noticias sobre el CRISPR se comience refiriendo que “el estudio de los sorprendentes microbios que sobreviven en las condiciones extremas de las salinas de Santa Pola (Alicante),  que comenzó en 1989, nos ha llevado a las primeras terapias con tijeras moleculares CRISPR, que acaban de aprobar en Reino Unido, EEUU y la Unión Europea, en el tramo final de 2023… “, para a continuación detallar que «Mojica tuvo un momento eureka en 2003. Aquellos tramos repetidos eran un sistema con el que los microbios memorizaban a sus enemigos los virus. incorporando al ADN el material genético de los virus invasores y cuando los agresores regresaban, los microbios reconocían gracias al sistema CRISPR y enviaban unas tijeras moleculares teledirigidas para destruirlos...”.

Atentos a las fechas, en 2012, la bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier y la química estadounidense Jennifer Doudna anunciaron que el “mecanismo CRISPR tenía considerable potencial para reescribir el ADN, también el humano”. En 2020 se otorga el Nobel en Química a Charpentier y Doudna, “por sus contribuciones que les convierten en madres de la medicina CRISPR”, que dicen que ha nacido este año, el 16 de noviembre, cuando el Reino Unido se convirtió en el primer país que autorizó un tratamiento basado en estas tijeras moleculares. Se ha aplicado en dos casos, la anemia de células falciformes y la beta talasemia.  El 8 de diciembre lo autoriza EEUU y el 15, hace nada, la Agencia Europea de Medicamentos. Hay muchos otros ensayos en marcha. En el tratamiento del cáncer se incrementa la capacidad destruir células cancerosas de los glóbulos blancos de los donantes y se trasfieren a los enfermos.

¿Cómo es posible que el Nobel en Química de 2020 se otorgue a Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna por CRISPR-Cas9 y se ignore a Mójica?  Mójica queda para referir que fue el que lo descubrió y encabezar los párrafos de los textos que dedican atención a CRISPR. Si fue el que lo descubrió no se hace justicia, ni con la resolución del Nobel, ni con la referencia escueta en los textos que rememoran o intentan transmitir la importancia del descubrimiento.

Suecia decidió premiar el 2020, uno de los grandes descubrimientos genéticos de nuestro tiempo, las tijeras moleculares; un sistema revolucionario, pero se olvidó al español que descubrió el mecanismo. Fue Mójica el que identificó el mecanismo y que funcionaba como un sistema inmunitario celular. En agosto de 2012, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna se dieron cuenta de que el mecanismo se podía usar a favor de los humanos, haciendo cosas que hasta entonces no se habían hecho. Una forma simple, económica y suficientemente precisa de abordar el código genético. Se pueden abordar las enfermedades genéticas o recuperar especies animales. La cuestión es que muchos otros, además de las premiadas, incluso llegaron a descubrir lo mismo que las premiadas, aunque sus publicaciones, aún enviadas antes que las de aquéllas, sufrieron un retraso que les ha llevado también al olvido. En todo caso el Nobel premió la componente aplicada y no la investigación realizada. Ni es la primera vez, ni será la última que los premios Nobel se ven en esta tesitura.

Ahora que vuelve a la actualidad CRISPR, lamentamos un imperdonable olvido, si es que solo fue eso, al tiempo que ponemos en entredicho al sistema de Ciencia de nuestro país, que no ha puesto en entredicho, en ningún momento, la arbitraria decisión de los suecos. Ni los colegas ni los burócratas del sistema levantaron la más mínima crítica por el desatino. Ni que decir tiene que el hecho es un termómetro del peso que la Ciencia española tiene en el mundo. Se puede decir de forma más sutil, pero no más clara. El que todos estos científicos españoles que se creen autoridades a nivel mundial no hayan abierto la boca, deja mucho que desear. Un colega ha sido maltratado al no reconocer su aportación de primer nivel, probablemente de más peso que cualquier otro, incluso que el de las reconocidas investigadoras, cuyas primeras palabras cuando comparecieron públicamente fueron de reconocimiento a Mójica; toda una lección que, sorprendentemente, dejó impasibles tanto a los del comité sueco como a los colegas españoles.

Representación artística del sistema CRISPR-Cas9 creada con ChatGPT con DALL-E

Guste o no, el Nobel es el premio más prestigioso del mundo y pone a todos a hablar sobre los descubrimientos más importantes. Junto a la fanfarria de alfombras, prestigio y dinero, se acerca la Ciencia a la sociedad y así ha sido durante algún tiempo. En la actualidad, ganado a pulso con actuaciones como ésta, ya no está claro este papel. En su inicio respondió a una campaña mitad filantropía, mitad lavado de imagen, dado que Nobel no quería pasar por ser el personaje que había encontrado la forma de matar personas más rápido que nunca. El premio Nobel de la Paz es un buen sello identificativo de ello. Otros premios quieren convertirse en referencia similar, como El Turing, el Pritzker y el Vautrin Lud, considerados, respectivamente, el Nobel de la informática, la arquitectura y la geografía. Incluso, historietas al margen, la medalla Fields y el premio Abel compiten mano a mano, para ver quién puede reivindicarse como el Nobel de las matemáticas.

No descubro nada si afirmo que el Nobel no está adaptado a los tiempos que corren. En 2009 diez ganadores del Nobel suscribieron una carta abierta en la que pedían que se reconocieran nuevas disciplinas y la respuesta de la Fundación fue la típica cuando se quiere seguir ignorando la realidad. Contestó con un ¿para qué? Cada vez con más frecuencia los descubrimientos no se pueden atribuir a una sola persona. En el proyecto del genoma humano intervinieron cerca de 3000 personas. Premiar a figuras concretas desdibuja la esencia de la Ciencia actual. En el fondo se idealiza a figuras desmesuradamente al hacerlas depositarias del prestigio y representación de temas concretos. Se dice que la comisión sueca solo explica sus deliberaciones 50 años después de cada premio. Y tienen depositado el control del reconocimiento científico. Hay mejores formas de establecer lazos de unión entre la Ciencia y la Sociedad.

En el caso que nos ocupa, los sorprendentes microbios fueron descubiertos por Mójica, que ha quedado fuera del galardón, del reconocimiento, del prestigio, de la autoría. Sus colegas científicos asociados e independientemente, no han sido capaces de levantar la voz por el atropello. En todas partes cuecen habas. En este caso resulta penosa la conducta en un colectivo que debiera enarbolar la bandera del reconocimiento cuando se poseen los méritos. No ha sido así. En este batiburrillo en que ha devenido el sistema de Ciencia y Tecnología en el que las categorías educativas siguen ligadas a las investigadoras en una mezcolanza que, interesadamente, se debate entre el trabajo encaminado al descubrimiento y el interesado mercantilmente, solamente se refieren las categorías cuando resultan en aportación negativa. Aventuro que otra cosa hubiera sucedido de ser el protagonista de nuestro lamento, catedrático universitario reconocido en los círculos interesados. No lo era. Lo pagó. Aunque no fuera la única causa, pero las propuestas no se articulan para los que figuran en segunda línea. Éstas, sí que son envidias malignas, pues para algunos no poder serlo, implica que otros que merecidamente pueden optar, hay que ignorarlos.  El Nobel ha certificado una defunción de su criterio para reconocer los laureados, merecedores de la distinción que otorga. Ya no es garantía de transparencia ni de buen juicio. Es uno más.

Este texto de final de año, pretende reconocer a una figura capaz de impulsar la Ciencia hasta límites insospechados, como certifica el hecho de su reciente reconocimiento en los ámbitos de la medicina. Mójica vio en los microbios de las salinas, lo que otros no han sido capaces de ver y algunos no han sido capaces de premiar. Provoca rubor que las galardonadas con el Nobel lo primero que hicieran es reconocer a quien les había propiciado que ellas fueran Nobel. Bochornoso. No obstante, contemplo con satisfacción que cada vez que se refiere el CRISPR no hay más remedio que empezar por el principio, que no es otro que relatar lo que inició Mójica. Nuestro sincero reconocimiento y felicitación en este año que termina y que, sin duda, es de satisfacción para un brillante investigador que supo ver lo que otros no vieron y encajar con la gallardía y elegancia de quien trabaja por la Ciencia sin necesidad de reconocimiento. Enhorabuena por ser como eres, querido Francis.