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José Neptuno Rodríguez López

1987: Licenciado en Ciencias Biológicas (Especialidad: Biología Molecular). Universidad Autónoma de Madrid. 1993: Doctor en Ciencias Biológicas. Apto cum laudem y Premio Extraordinario. Universidad de Murcia. Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular

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null Lecciones de cáncer del diablo de Tasmania

Quizás por su localización en nuestras antípodas, puede que este curioso animal, el diablo de Tasmania, nos sea más reconocido por el dibujo animado Taz de los Looney Tunes que por su propia fisionomía. Si bien en el celuloide sus antagonistas no eran otros que los simpáticos, a la vez que irreverentes, Bugs Bunny y el Pato Lucas, en el mundo real, su más perverso enemigo es el cáncer.

A mediados de los años noventa, un extraño cáncer facial se extendió entre las poblaciones del diablo de Tasmania y, durante la década posterior, se estima que la población disminuyó en un 80%, haciendo que esta especie se incluyera entre aquellas en peligro de extinción. Aunque, inicialmente, los investigadores pensaron que la enfermedad estaba producida por un virus, más tarde se comprobó que se trataba de un cáncer contagioso que se transmitía por el contacto directo de las células tumorales con las heridas que se infringían en la cara durante las peleas para alimentarse y en el apareamiento.

Lo más curioso y excepcional de este tipo de cáncer es que las células cancerígenas no derivan del crecimiento incontrolado de las células del propio animal, sino que se trata de una transmisión directa de animal a animal desde que aparecieron en un primer diablo en el año 1996. Aunque este tipo de cánceres son extremadamente raros, ya que suelen ser eliminados por la barrera inmunitaria, la limitación geográfica y la consecuente consanguinidad de los diablos de Tasmania generó una baja diversidad genética que permitió a las células tumorales evadir al sistema inmune durante muchos años.

Sin embargo, el escenario ha empezado a cambiar. La presión evolutiva ejercida sobre esta especie en los últimos años está empezando a dar sus frutos y los investigadores han notado que el diablo de Tasmania está desarrollando estrategias ecológicas e inmunológicas para vencer a este cáncer facial. En este sentido, llama poderosamente la atención su rápida respuesta evolutiva, ya que, en apenas 30 años, el genoma del diablo de Tasmania ha aumentado la frecuencia de varios genes, entre ellos CD146 y THY1, que participan en el reconocimiento de las células tumorales por el sistema inmunológico.

Parece ser que el sistema inmune del diablo de Tasmania ha reaccionado a tiempo y ha evitado la extinción de este hermoso animal, nosotros seguimos aprendiendo de estas lecciones de supervivencia y como diría Porky, un buen amigo del diablillo Taz ¡Eso es todo, amigos!