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null El suelo, un recurso natural a conservar y proteger

En 2013 la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) designó el 5 de diciembre como “Día Mundial del Suelo”, lo que supuso un reconocimiento de este importante recurso natural. Para aquellos que llevamos años trabajando en investigación dentro de la “CIENCIA DEL SUELO”, percibimos en positivo los cambios sobre la consideración del suelo por parte de las administraciones estatales y europeas, e incluso por la sociedad.

Durante años, el recurso natural “suelo” ha sido infravalorado frente a otros recursos naturales como el agua o el aire. Pero en las últimas décadas esto ha cambiado; los suelos ya no se consideran algo estático, soporte de la vegetación existente; ahora, investigaciones muy diversas basadas en el microbioma del suelo, y en su biodiversidad estructural, funcional y genética, ponen de manifiesto que dicho suelo es algo dinámico y vivo, y, por tanto, hay que conservarlo y protegerlo.

Ello se asume de forma aún más patente, cuando se conoce que albergan como mínimo el 25% de la biodiversidad de la Tierra; podemos decir que la vida de nuestro planeta depende en gran medida de sus suelos: proporcionan alimentos, degradan compuestos tóxicos, regulan los flujos de agua y son claves para secuestrar carbono y mitigar el cambio climático. El cambio que ha tenido nuestra percepción sobre el SUELO se ve apoyado por Europa, y por los diversos estados miembros como España, de manera inequívoca, tanto por las normativas y directivas generadas en torno a su conservación, como por la financiación que existe ahora para la investigación en Ciencia del Suelo, algo que se ha puesto recientemente de manifiesto en la “Mission Soil Week” que ha tenido lugar en Madrid (20-23 noviembre 2023), donde se ha comprobado la existencia de una buena cantidad de convocatorias con elevada financiación.

Pero sin duda, hay que continuar investigando sobre el SUELO, ya que sobre él existen amenazas, derivadas de efectos negativos provocados por el cambio climático, así como otros procesos degradativos derivados de diversas acciones antrópicas; todo ello puede incidir negativamente en su calidad, salud, funcionalidad y biodiversidad, impidiendo que los suelos realicen los servicios ecosistémicos para los que están destinados.

La investigación científica debe ser capaz de conseguir diseñar estrategias que nos permitan, tanto con su adecuada gestión como con su acertado uso, llegar a suelos saludables, capaces de producir alimentos de una manera sostenible, desde un punto de vista medioambiental, social y económico.