Pensándolo bien...

null WEIMBERG Y EL LEGADO GRIEGO

Weimberg, Nobel en1979 por combinar el electromagnetismo con la fuerza nuclear débil nos dejó en plena pandemia, concretamente en julio de 2021. Ha sido un defensor a ultranza del materialismo científico, al estilo de Dawkins, y activista por el racionalismo y en contra de la religión. Es muy conocida la frase lapidaria que lo define textualmente: “La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión.”

Sus principales aportaciones se concretan en: Modelo de Axión; Modelo electrodébil; Ángulo de Weinberg; Teorema de Weinberg–Witten; Ecuación de Joos–Weinberg; Seguridad asintótica en gravedad cuántica; Esquema de sustracción mínima; Technicolor (física) e Indicador de unitaridad.  Recorrió desde el genuino Bronx de Nueva York, hasta la Universidad de Austin en Texas, pasando por Cornell y Princeton, donde se doctoró.

De Weimberg interesan sus aportaciones y sus reflexivas opiniones sobre temas muy controvertidos. Opinaba que la Historia de la Ciencia puede impedir que cometamos los errores del pasado. Gustaba de una visión comprensiva y nos hacía partícipes de una valoración del desarrollo del pensamiento científico que ha experimentado un progreso muy rápido en un par de periodos históricos, uno primero situado en la antigua Grecia, con el protagonismo de Ptolomeo y un segundo en los siglos XVI y XVII, con Newton y Galileo en el escenario, acompañados de Copérnico y Descartes, cubriendo desde el ámbito filosófico hasta el científico y generando la denominada revolución científica.

Dictó un curso de Historia de la Física y la Astronomía, ejercicio que le otorgaba una visión panorámica sobre la que reflexionar y se sumergió en un mundo que ignoraba como aconteció, como nos ocurre a casi todos los que nos hemos dedicado al ejercicio científico. Observó que los objetivos de los científicos no han sido siempre los mismos y que la forma de abordar al Universo con interrogantes está condicionado por el entorno que define cada momento histórico. Ciertamente, las preguntas que se formulan, tienen mucho que ver con los conocimientos que dispone quien las formula y lo que se puede aprender es función del contexto en el que se formulan las preguntas. Cuando se habla de curiosidad, como elemento definitorio del científico, el filtro que se aplica a esa curiosidad lo establece el bagaje desde el que se ejerce la curiosidad. La visión de la Ciencia como una acumulación de hechos y teorías para explicarlos es una óptica deformada, por cuanto es una aproximación más ajustada el aprendizaje de una forma de interactuar con la Naturaleza que conducirá a conocimiento confiable.

Pero, independientemente de esta valoración, la deuda de la Humanidad con los griegos del periodo helenístico que ocupó los siglos III, II y I antes de Cristo y el periodo romano. Cabe referir que cuando Copérnico propuso el giro de la Tierra en torno al Sol, su pensamiento giraba en torno al modelo de Ptolomeo, al que pretendía modificar, cambiando la referencia de quien era el estacionario. Weimberg, valora que Copérnico no hubiera llegado a concluir su propuesta revolucionaria, de no mediar la anterior propuesta de los griegos. Ciertamente, al igual que sucedería posteriormente con Newton, referimos los científicos modernos, olvidando su referencia griega inspiradora.

Sin embargo, es usual que la referencia al mundo griego se centra en los siglos V y IV antes de Cristo, coincidiendo con la centralidad intelectual de Atenas, pero desde el punto de vista científico no resultó ser así. Las aportaciones fueron cualitativas, como las de Aristóteles,  que proponía la esfericidad de la Tierra, pero no llegó a confrontar la teoría con la observación, cosa que hace la ciencia moderna. Hubo que esperar hasta que el pensamiento griego se trasladó a Alejandría, al tiempo que el imperio romano se desarrollaba y, paralelamente a ello, las personas que se dedicaban a la Ciencia viraron su interés hacia la aplicación práctica.

Un elemento destacable, que hemos referido en varias ocasiones y que se inicia en el siglo VI antes de Cristo con PItágoras, consiste en el descubrimiento, por éste, de que en la Naturaleza subyacen leyes que hay que descubrir para explicar aquélla y dejar a un lado la intervención de los dioses a los que se acudía para explicar fenómenos naturales. Esto supuso poner en entredicho la religión, aunque con posterioridad, con Platón, cuya religiosidad se diluye en parte al pasar a Aristóteles y que, definitivamente, quedó ausente cuando alcanza a los grandes helenísticos que antecedieron a Ptolomeo.

La Grecia Clásica sirvió de Atanor para la gestación de la referencia científica, que se desarrollaría muchos siglos después, cuando la Edad Media sentó las bases de la revolución científica.