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null Una bacteria gigante

Las bacterias son un tipo especial de células denominadas procariotas, que carecen de un núcleo celular organizado. Hasta recientemente se consideraba que todas eran invisibles a simple vista por su pequeño tamaño. Sin embargo, la prestigiosa revista Science publicó el pasado verano un llamativo artículo de 20 autores describiendo la existencia de una bacteria enorme, de hasta dos centímetros de tamaño, que puede verse sin ayuda del microscopio, alterando así la definición oficial de los microbios como microorganismos unicelulares sólo visibles al microscopio.

Esta bacteria filiforme se ha encontrado sobre hojas en descomposición en aguas marinas de las Antillas francesas y es más de cinco mil veces mayor que una bacteria de tamaño medio, superando incluso el tamaño de algunos invertebrados como pulgas o mosquitos. Su nombre, Thiomargarita magnifica («gran perla de azufre»), alude a que contiene gránulos de azufre como resultado de su peculiar metabolismo. Presenta el mayor genoma conocido dentro de las células procariotas y contiene alrededor de medio millón de copias génicas repetidas cuya significación biológica resulta desconocida. Afortunadamente no es una bacteria patógena y su bioquímica funcional está alejada de la nuestra. Nosotros somos quimioheterotrofos y usamos la oxidación de compuestos orgánicos para obtener energía y esos mismos compuestos orgánicos como fuente de carbono. En contraste, Thiomargarita es quimioautotrofa, oxida compuestos reducidos del azufre para obtener energía, liberando azufre elemental que acumula intracelularmente, y fija el dióxido de carbono por el ciclo de Calvin para la construcción de su biomasa carbonada.

En el mundo bacteriano hay enormes variaciones, y existen tanto bacterias gigantes como enanas. Frente a Thiomargarita y a otras gigantes ya conocidas (como Titanospirillum, descubierta en el delta del Ebro), la bacteria enana más pequeña de vida libre es Pelagibacter ubique, que además es probablemente el ser vivo más abundante en la Tierra (se calcula que hay más de un cuatrillón de estas células). El rango de volúmenes entre ambos extremos varía en 12 órdenes de magnitud, es decir, hay un billón de diferencia entre biomasas, lo que refleja la inmensidad dimensional de la biosfera a nivel de las bacterias. Pero si comparamos el volumen del ser vivo más grande que existe sobre Tierra (la ballena azul) con el más pequeño (Pelagibacter) el resultado no sólo amplía la grandiosa extensión de la escala de la biosfera en su conjunto sino que, dejando aparte la rigurosidad de los decimales, la relación se aproxima curiosamente al número de Avogadro.