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null Una «especie» en peligro de extinción: recolector de plantas

La mayor parte de los conocimientos sobre millares de plantas que viven en selvas tropicales, zonas alpinas, subdesérticas y otros muchos hábitats de difícil acceso se debe a las labores de recolección de no más de 500 personas a lo largo de la historia de la Botánica. Las dificultades de las campañas botánicas para recolección de especímenes, que después serán estudiados en los laboratorios, son tan numerosas como diversas. John Wood de la Universidad de Oxford, uno de los más prolíficos recolectores de plantas vivos, tuvo Dengue y malaria dos veces, y a lo largo de su vida ha llegado a recolectar más de 100.000 especímenes de plantas. Alwyn Gentry, del Jardín Botánico de Missouri, murió en Ecuador en un accidente, cuando aterrizaba en un descampado con un vetusto aeroplano cargado de muestras. Algunos de estos botánicos murieron “con las botas puestas”, el último fue Leonard Co acribillado por militares filipinos en un cruce de fuego con insurgentes en las selvas tropicales donde trabajaba. Esta élite de científicos, tan prolíficos recolectando como publicando, se encuentra en vías de desaparición. Con ellos se va también parte de la memoria viva de la biología vegetal, su habilidad en el campo y su capacidad de trabajo. Tom Croad conservador del Jardín Botánico de Missouri ha llegado a recolectar especies en 37 países y cuentan que es capaz de recordar la mayor parte de las plantas que ha recolectado y donde lo ha hecho. En la actualidad, este tipo de profesional carece de tasa de reposición, con lo cual se dilatará enormemente el tiempo necesario para llegar a describir las más de 80.000 especies de plantas vasculares que se estiman desconocidas en Suramérica e Indonesia, por ejemplo. Es inestimable lo que queda por descubrir en la mitad meridional de África, Australia e islas del Pacífico, cuando incluso en zonas del sudeste de España aún se siguen describiendo especies desconocidas hasta hace unos meses. Una de las causas más importante que provoca en las nuevas generaciones de botánicos un desapego importante a estos trabajos de recolección, es la oportunidad que supone la investigación en filogenia y evolución con base molecular. El ADN puede extraerse de plantas conservadas en los herbarios, ya que permanece estable por décadas en las plantas desecadas. La producción de este tipo de investigación científica es actualmente desaforada y masiva, pero casi nadie se plantea que se debe continuar recolectando y describiendo las especies desconocidas o en pocos años un cuello de botella acabará con este tipo de estudios.