Columnas

null Un mundo sin suelo

¿Se imaginan un mundo sin aire o que tuviese una deficiencia de oxígeno o un exceso de óxidos de nitrógeno que lo hiciese irrespirable? ¿Se imaginan un mundo sin agua, o donde ésta estuviese contaminada haciéndola inutilizable para el ser humano y otros usos a los que se dedica? Nadie puede pensar que nuestro mundo funcionaría en condiciones donde la supervivencia estuviese comprometida por la inexistencia o condiciones anómalas de recursos naturales tan importantes como el aire y el agua. Por ello se apoya cada vez más por parte de gobiernos y población en general, políticas tendentes a salvaguardar dichos recursos naturales. Pues desde esta columna (y no por primera vez) solo defiendo el mismo trato para otro recurso natural no menos importante, pero que a nivel social e incluso de las administraciones públicas, parece como si su importancia fuese mucho menor; ese recurso natural es el SUELO. Desde aquí defiendo la necesidad de protegerlo para evitar su pérdida. Sería sencillo hacer esta defensa del suelo señalando que nuestras casas están situadas sobre él, al igual que las empresas que desarrollan gran parte de nuestra actividad. Otra de nuestras actividades y pilar de nuestra economía nacional y regional, la agricultura, es claramente dependiente del suelo; si éste no se encuentra en condiciones adecuadas (exceso de degradación, salinización, contaminación, etc.), su productividad se verá comprometida, nuestras masas forestales también, y la alimentación de la población podría tener problemas. Aún más; si el suelo queda improductivo, se abandonará y perderá cubierta vegetal, dando paso a los procesos de erosión y desertificación, haciendo desaparecer parte de ese recurso natural. ¿Podemos entonces imaginar un mundo sin suelo? Lo indicado ya debería de ser suficiente argumento para considerar la necesidad que tenemos como sociedad de defender el suelo, y poner en marcha acciones claras para su protección. Pero un argumento más a favor de esa protección es tener presente que con la pérdida o destrucción del suelo se pierde: a) la posibilidad de que actúe positivamente sobre nuestros flujos de agua; b) la posibilidad del mantenimiento de un filtro depurador contra muchas de las sustancias tóxicas que llegan al mismo; y sobre todo, la posible pérdida de vida (biodiversidad) de las poblaciones microbianas que integran ese ecosistema. Protejamos pues el suelo, para que sea un soporte de vegetación estable, útil para la vida y la sostenibilidad de los ecosistemas.