null Un físico inventor de soluciones para el ojo humano con técnicas de los telescopios

PABLO ARTAL SORIANO CATEDRÁTICO DE ÓPTICA DE LA UNIVERSIDAD DE MURCIA.

Inventor, científico, profesor y emprendedor. Aunque Pablo Artal (Zaragoza, 1961) no aprecie una vinculación entre su vocación como físico especializado en óptica con la profesión de carpintero que tenían su padre y su abuelo, su trayectoria científica se ha caracterizado por la necesidad de crear artilugios, por dar forma a innovaciones que sirvan para tratar enfermedades del ojo humano y estudiar el sistema visual.

A este catedrático de Óptica de la Universidad de Murcia (UMU) le costó hallar dónde volcar su interés científico. «Cuando acabé la EGB mis padres me enviaron a la Universidad Laboral de Huesca para estudiar el Bachiller. En el franquismo, a las Laborales acudían los hijos espabilados de obreros para convertirse en técnicos y mandos intermedios. Había un peritaje en químicas pero no acababa de convencerme, así que me volví a Zaragoza a cursar Ciencias Físicas. En la facultad elegí una prestigiosa especialización en Óptica que me encaminó claramente hacia la investigación aplicada».

El ojo humano no entró en sus planes hasta que realizó la tesis doctoral en Madrid; en concreto, el doctorado lo realizó en el Instituto de Óptica del CSIC y el título fue expedido por la Universidad Complutense. El director del Laboratorio de Óptica (LOUM) de la Universidad de Murcia siente que «la suerte de la casualidad» marcó su especialización. «Conseguí dos becas de personal investigador: una para Zaragoza en aplicaciones en combustión, y otra en Madrid para trabajar con el ojo. Me quedé con la segunda».

 

«En la frontera hay más oportunidades»

En los años ochenta, este experto mundial en óptica confiesa que lo de hacer física aplicada y para usos biológicos sonaba tan raro que estaba hasta mal visto entre los físicos». Pero frente a los prejuicios externos y las dudas internas ganaba su objetivo de encontrar un área de trabajo que le permitiese «una competición de liderazgo al realizar contribuciones a la ciencia especialmente significativas. Y la óptica adaptativa y fisiológica me lo ha permitido junto a mi equipo porque en la frontera de las disciplinas surgen más oportunidades».

Para llegar a ese convencimiento tuvo antes que realizar una estancia de dos años en Institut d’Optique en Orsay (París) trabajando en computación óptica, «una línea muy de moda en los noventa pero que en la que no sentía que pudiéramos competir en España». De vuelta en Madrid, se hace con una plaza de científico titular en el Instituto de Óptica del CSIC con sólo 29 años y comienza su andadura como pionero en el desarrollo de avances en óptica adaptativa hasta entonces circunscritos a la astronomía.

«Fuimos de los primeros del mundo en desarrollar instrumentos de medición de la visión basándonos en principios aplicados en los grandes telescopios, que es lo que se conoce como óptica adaptativa. La luz de las estrellas pasa por la atmósfera, lo que produce una degradación de la imagen que el propio telescopio tiene que compensar. Dentro del ojo puede ocurrir un fenómeno similar al que ocurre en la atmósfera».

Catedrático a los 32 años

Contra todo pronóstico, estos logros no se llevaron a cabo en el CSIC de Madrid, sino en el campus de Espinardo. «Otra vez la suerte de la casualidad. Por aquel entonces arrancaban los estudios de Optica en Murcia y necesitaban a alguien con mi perfil”. Y en 1994, con sólo 32 años, gano la oposición a la primera plaza de catedrático de Óptica.

«Mis colegas del CSIC me decían: ‘es tu final científico, te vas donde no hay nada para investigar’. Y es cierto que me enfrenté a la dificultad de desembarcar en un edificio vacío y desmantelado, pero la ventaja fue que pude montar la estructura que había visto en centros de referencia en Estados Unidos, donde el sistema era muy diferente al europeo. Reproducimos el modelo de los grupos de excelencia mundiales».

Además de colaborador de numerosos laboratorios de investigación en Europa, Estados Unidos y Australia, continuamente acude a universidades de prestigio como profesor invitado y mantiene contratos con multinacionales de óptica oftálmica a las que su equipo ofrece soluciones tecnológicas. «La relación con el mundo empresarial fue un cambio de filosofía en nuestro trabajo porque vimos las posibilidades que nos ofrecía tener financiación e, incluso, fue el germen de nuestra spin-off Voptica, una empresa de base tecnológica que creamos en 2011 para dar salida a las patentes que generamos».

Copiar las propiedades del cristalino de un joven

Murcia ha sido el escenario de resultados e ideas que se han introducido en instrumentos y dispositivos utilizados en la práctica clínica para el beneficio de pacientes de todo el mundo. «Una de nuestras investigaciones más notables fue descubrir que el cristalino de los ojos jóvenes compensaba en parte las aberraciones ópticas de la córnea y que esta sintonía se desconfiguraba con la edad. Hasta entonces las lentes intraoculares (aquellas que se implantan quirúrgicamente en el ojo para corregir las cataratas) no tenían en cuenta cómo era el cristalino. A raíz de este trabajo, patentamos lentes que copiaban las propiedades ópticas del cristalino de un joven mejorando la visión tras la cirugía de cataratas. Fue muy exitoso».

«Cuando trabajas en el ojo humano, como en otras áreas relacionadas con la salud, te das cuenta de que aunque sólo puedas ofrecer pequeñas mejoras, en muchas ocasiones suponen un cambio increíble en la calidad de vida de los pacientes. Como que vuelva a leer o pueda conducir gracias a una mejora en sus lentes».

En el LOUM también han desarrollo mucha instrumentación para mediciones del sistema visual. En 2001 inventaron el primer equipo de óptica que funcionó en el mundo empleando técnicas propias de telescopios. «Hubo un gran boom mediático: se publicó en la revista ‘New Scientist’, vinieron televisiones alemanas a filmar nuestro laboratorio…». Este hallazgo fue el detonante del despegue internacional definitivo de Artal y su equipo de investigación, uno de los veinte Grupos de Excelencia de la Región de Murcia (GERM) que concede la Fundación Séneca-Agencia ciencia y Tecnología Región de Murcia.

Otra línea en la que han sido pioneros en España, como destaca nuestro experto en óptica, consiste en el uso de láseres de pulso corto para hacer microscopia en tejidos oculares.

La primera beca ERC de la Región

Artal ha compaginado su actividad investigadora con cargos de gestión y una vocación por la divulgación científica. Es lo que le motivó a dirigir la Academia de Ciencias de la Región de Murcia durante cuatro años. «Ha sido un placer presidir este pequeño club, un lobby científico donde conectar con otros colegas y desde el que promocionar las tareas científicas que llevamos a cabo entre la sociedad».

El director del Laboratorio de Óptica también fue gestor del Plan Nacional de Física del Ministerio de Ciencia y Tecnología desde 2004 a 2007 y ha sido galardonado con diversos premios de investigación nacionales e internacionales. Es miembro (fellow) de la Sociedad Americana de Óptica (OSA), de la Sociedad Europea (EOS) y de la sociedad ARVO (categoría oro). En 2013 recibió la prestigiosa Medalla Edwin H. Land que conceden la OSA y la sociedad internacional de la imagen en reconocimiento a sus contribuciones científicas en el avance de métodos de diagnóstico y corrección en óptica visual.

Ese mismo año consiguió una de las exclusivas becas advanced grant del Consejo Europeo de Investigación (ERC) -el primer científico en lograrlo en la Región de Murcia- para financiar el proyecto SEECAT: diseñar unas gafas optoelectrónicas que permitan ver a pacientes con cataratas sin necesidad de operarse.

A la conquista del vino

«Me gusta viajar, la lectura, escribir en mi blog de divulgación científica (http://pabloartal.blogspot.com.es/)… Todo muy relacionado como mi vida profesional, la verdad». Hasta que se compró un pequeño viñedo en Bullas y se lanzó a la aventura de crear un vino de autor con sus uvas Forcalla negra, una reliquia vitivinícola en vías de extinción. «En el fondo es otro reto científico: me dijeron que era imposible obtener un buen vino de esas viñas y, como a Edwin H. Land, no hay cosa que me motive más que el reto de lograr un ‘imposible’. Tendremos vino y será un éxito».

Redacción: Paz Gómez Fotografía: Pablo Almansa Fecha realización: 27 enero 2015