Columnas
En la localidad vallisoletana de Tordesillas –en 1494, apenas un par de años después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón–, los reinos de España y Portugal ponían fin a sus disputas y acordaban repartirse las zonas de navegación y conquista de la mar océana y del nuevo mundo. El así conocido como Tratado de Tordesillas establecía una línea de demarcación situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. De esta forma, los portugueses protegían sus rutas africanas y los españoles se garantizaban las conquistas transatlánticas. El acuerdo recibió la confirmación apostólica del Papa Julio II en 1506 con la bula Ea quae pro bono, que venía a ordenar la expansión portuguesa y castellana en África e Indias, respectivamente, bajo pena de excomunión en caso de incumplimiento.
Hace tan solo unas semanas, China conseguía que la nave espacial Tianwen-1 “aterrizara” en la superficie de Marte. Unos meses antes, en febrero, había hecho lo propio la nave estadounidense Perseverance, apenas pocos días después de que la sonda Hope, lanzada por los Emiratos Árabes, alcanzara la órbita marciana. La Unión Europea, Rusia y hasta Elon Musk, fundador de Tesla, contemplan la exploración de Marte entre sus proyectos a corto plazo… Parece que el planeta rojo haya renovado el interés por la emigración al espacio de los terrícolas, al igual que años atrás lo hizo la Luna, cuando en 1969 el hombre consiguió poner el pie por primera vez en el satélite terrestre a bordo de la nave Apolo 11.
El paralelismo entre una y otra aventura exploratoria, entre la conquista de América y la conquista del espacio, es evidente. El afán propio del hombre por adentrarse en lo desconocido, por acaparar recursos y bienes preciados, por extender su cultura y religión y, en definitiva, por ampliar su esfera de poder constituyen en conjunto la fuerza impulsora de las grandes expediciones. Es lógico pensar, por tanto, que las disputas por la primicia en la llegada, con el consiguiente reconocimiento de soberanía y derecho de explotación de los nuevos territorios surjan dentro de poco en la carrera extraterrestre como antes lo hicieron en la carrera de Indias. La minería espacial ya ha comenzado y la colonización humana de Marte y la Luna dejará de ser ciencia-ficción en no mucho tiempo.
La reedición del Tratado de Tordesillas en versión espacial se vislumbra como solución inevitable a las más que previsibles disputas internacionales por los nuevos descubrimientos y expansiones del hombre fuera de la Tierra. Esperemos que al menos no haga falta llegar a la intervención del Vaticano.