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null Tatuajes científicos

Durante este verano, en que la gente va ligera de ropa y luciendo tipo (quien puede), me he percatado de la abundancia de tatuajes en torsos, brazos, piernas… Los motivos que aparecen en los cuerpos tatuados son muy variados, pues van desde frases (en caracteres latinos, chinos…), hasta imágenes variopintas. Lo cierto es que ya no se lleva el típico «amor de madre», ni anclas, ni Cristos o Vírgenes de distintas advocaciones, que fueron estética dominante en otras épocas.

Reflexionando sobre la variedad de temas gráficos y literarios representados en los cuerpos tatuados (y amenizado con música a propósito: la copla «Tatuaje», interpretada por Concha Piquer, y el álbum de blues-rock «Tattoo», de Rory Gallagher), me ha llevado a pensar en qué tipo de tatuaje nos haríamos los científicos, en el caso de que quisiéramos lucir en nuestra anatomía algún motivo gráfico representativo de las materias en que investigamos.

Me vienen a la cabeza figuras icónicas en diferentes disciplinas, todas ellas con un claro significado alegórico y una innegable carga artística: la estructura del ADN, en biología; una neurona (como las dibujadas por Ramón y Cajal) en neurociencias; un diagrama de Feynman, en física; un átomo, en física o química; un fractal, en matemáticas o física; un anillo de benceno, en química; o un rayo de luz dispersado por un prisma, en óptica (y en un disco de Pink Floyd). A pesar de su indiscutible valor simbólico, no le veo muchas posibilidades a la tabla periódica de los elementos químicos en el repertorio de los tatuajes, debido a la envergadura del “soporte” necesario.

También tienen su valor estético las representaciones simbólicas propias de diversas disciplinas científicas, tales como las reacciones químicas o las ecuaciones físicas y matemáticas (sobre las que hay un debate respecto de cuál es la ecuación más bella). La identidad de Euler o la ecuación de Schrödinger están entre mis ecuaciones preferidas.

Las frases (lapidarias, a ser posible) referidas a la ciencia, o enunciadas por científicos, también serían susceptibles de aparecer sobre nuestra piel: “Dios no juega a los dados (Albert Einstein)”, “Si he llegado a ver más lejos que otros hombres, es porque me encaramé a hombros de gigantes (Isaac Newton)”, “La Naturaleza está escrita en lenguaje matemático (Galileo)”. Y si se dispone de poco espacio para el tatuaje, ¿por qué no recurrir a algún símbolo reconocible por la mayoría de científicos, tales como ∞, π o ħ?

Finalizo desvelando una frase (de Richard Feynman) que luciría en mi cuerpo: “Todo está hecho de átomos”, junto al esquema de un átomo. Pero no recurriría al tatuaje, sino a una calcomanía (de calidad). Así podría exhibir otras ilustraciones o frases científicas cada cierto tiempo.