Artículos Académicos
Hace unas semanas todos los medios de comunicación se hicieron eco del primer juicio celebrado en España contra la empresa Grünenthal tras la demanda presentada por la Asociación de Víctimas de la Talidomida (AVITE), que integra a los afectados por las graves deformaciones congénitas que les produjo este medicamento, como consecuencia de habérselo suministrado a sus madres, durante los primeros meses de gestación, como paliativo de las náuseas asociadas al embarazo. Curiosamente, a pesar de que su uso fue aprobado en más de 40 países y se estuvo administrando hasta mediados de los 60, en EEUU no se comercializó debido a la oposición de la Dra. Frances O. Kelsey de la agencia americana de alimentos y medicamentos que consideró que los controles realizados, relativos a su actividad y posibles efectos secundarios, no eran suficientes para aprobar su utilización. Este hecho puso de manifiesto la importancia que la esteroquímica de las moléculas ejerce en su actividad biológica, exigiéndose desde entonces su estricto control antes de su comercialización. Ello ha obligado a las empresas farmacéuticas a desarrollar síntesis enantioselectivas que les permitan preparar un solo enantiómero y no una mezcla racémica (racemato), o bien proceder a la separación del racemato en sus enantiómeros puros, cuando uno de ellos puede presentar efectos indeseables. Por desgracia, la talidomida se comercializó como racemato pero estudios posteriores demostraron que un enantiómero actuaba provocando efecto sedante, mientras que el otro era el verdadero responsable de los efectos teratogénicos. Este fenómeno puede entenderse asimilando una mezcla racémica a un par de guantes, que guardan entre sí la misma relación que existe entre dos enantiómeros: ambos son imágenes especulares. Sin embargo, mientras que el guante derecho (uno de los enantiómeros) posee unas determinadas propiedades (se ajusta solo a la mano derecha) el izquierdo (el otro enantiómero) tiene propiedades distintas (sólo se ajusta a la mano izquierda). Si la empresa Grünenthal hubiese realizado a finales de los años 50 los controles farmacológico-toxicológicos exigidos actualmente, relativos a la actividad de ambos enantiómeros de la talidomida (de cada “guante”), esta tragedia se habría podido minimizar aunque no evitar totalmente puesto que, posteriormente, se ha demostrado que cada uno de los enantiómeros se puede interconvertir en el otro. A pesar de haber sido retirada del mercado hace más de tres décadas, la talidomida se está usando actualmente, con autorización de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el tratamiento del eritema nudoso leproso y el mieloma múltiple.