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null SERES HUMANOS Y DETERMINISMO GENÉTICO

Por José Antonio Lozano Teruel, académico numerario

Hace algo más de 50 años el modelo de la doble hélice del ADN pareció la culminación de la cima del significado de los genes. Todo lo demás sería accesorio. ¿Realmente fue así?

Tras el primer borrador de la secuencia del genoma humano, los científicos nos estamos encontrando grandes sorpresas que están haciendo cambiar todos los conceptos clásicos sobre los genes y su determinismo. Durante más de medio siglo habíamos asumido como inamovibles ciertas presunciones. Asi, los seres humanos tendríamos más de 100.000 genes, un gen originaría una proteína, el flujo informativo genético era unidireccional en el sentido ADN-ARN-proteína y, más importante, el gen era determinista en su expresión génica, por lo que su conocimiento nos aclararía la propensión a la enfermedad. Comenzó la gran carrera genética y se invirtieron miles de millones de dólares con la intención de patentar secuencias utilizables y venderlas a las empresas farmacéuticas.

¿Cuál es la situación hoy? Parece que poseemos poco más de 30.000 genes, casi los mismos que nuestros congéneres animales más próximos y no muchos más que las moscas o los ratones. Entonces, ¿qué es lo que nos hace a los humanos humanos?.

Todo se complica. Existen genes que no codifican ninguna proteína, mientras otros pueden codificar a muchas proteínas gracias a que pueden combinarse diversos lugares de iniciación y de finalización y a los mecanismos de cortes alternativos.  Como esto ocurre en la mayoría de los genes humano multiexónicos, ello significa poder obtener decenas de miles de proteínas diferentes a partir de un gen clásico. De nuestros 30.000 genes se pueden originar más de un millón de proteínas.

Por otra parte, el mundo de los ARN también se complica: ribozimas con ARN catalítico; ARNs antisentido; microARN; riboconmutadores… En cuanto a las proteínas a los conocidos mecanismos de modificación química y biológica por fosforilación, glicosilación, metilación y acetilación se suman otras diversas posibilidades de edición de las que es un buen ejemplo la de los isómeros conformacionales.

El éxito de la Genómica ha producido su empequeñecimiento respecto a la Proteómica emergente. El concepto de gen queda en crisis y también su determinismo. Y no será el protagonista central del fenotipo ya que otras influencias ambientales y diversos factores citoplásmicos, entre ellos muchas, por hoy, desconocidas e imprevistas interacciones proteína-proteína, son los que dominan los procesos de expresión fenotípica.

Las empresas de secuenciación genómica reenfocan sus planes mientras que, como fondo, parece escucharse la frase “La Genómica no ha muerto, pero ¡Viva la Proteómica!”.