Pensándolo bien...
Mucho se ha escrito y dicho sobre los seres artificiales, como podemos ver, mucho antes de que el término robot hiciera su aparición en la escena, que tiene tan solo un siglo de vida, derivando de la palabra checa robota o roboti (en plural), que significa servidumbre o trabajo forzado. El término se usó por vez primera en la obra de teatro R.U.R (Robots Universales Rossum), debida al autor checo Karel Čapek. Antes y después, se ha escrito mucho sobre el tema, y se sigue escribiendo y filmando en multitud de obras. En el siglo XIX Hoffman, autor que generaba inquietud con sus historias, escribió sobre autómatas con una historia en la que interviene un personaje que se dedica a robar los globos oculares de los niños. Hace participar a Olimpia, que pasa por ser hija de un profesor, pero después se revela que es un autómata, del que se enamora el protagonista, hasta el punto de pedirle matrimonio. No desvelamos el final, que resulta de una crueldad manifiesta. Otros, como Mori, acuñaron el término “valle misterioso” con el que describía la respuesta emocional de las personas ante los robots reales, constatando que cuanto más fotorrealista es un robot, más inquietud provoca. Según él, otorgarle a un robot voz y algo de inteligencia, deriva en una aberración de lo real.
Este concepto de “valle misterioso” es aplicable a muchos escenarios, tanto a la IA como a representaciones de ella. El ordenador HAL 9000 de 2001 una odisea en el espacio, es un ordenador, pero provoca una sensación de temor cuando da una respuesta lógica a una situación ilógica, cuando HAL leía en los labios de la tripulación, cuando hablaban de desconectarlo. Auténticos escalofríos, provocaba en las salas de proyección, si recordamos el momento. Muchas otras obras destacan las imperfecciones o fallos de funcionamiento de los sistemas. Y hay que destacar la obra de Shelley en 1818 cuando creó Frankenstein, haciendo hincapié en el subtítulo “El Prometeo moderno”, que ha desaparecido de las ediciones posteriores. Paso repaso a la ética que subyace en la creación de seres artificiales. Frankenstein desarrolla sentimientos de alineación, cuando se percata de que es diferente. Su creador, no consiente la creación de una versión femenina y la criatura asesina a su novia. Se lamenta que tiene sensibilidad como ser vivo y derecho a felicidad, de la que ha sido privado por voluntad de su creador. La idea de Mori, se manifiesta con crudeza cuando podemos observar que son los aspectos mecánicos y de computación que conlleva la IA, los que provocan el temor de las personas. Cada vez estamos más rodeados de autómatas que toman decisiones desde la lógica, hasta la solución más probable, tras bucear por grandes colecciones de datos en los que se encuentran problemas similares, que pueden ilustrar con cierta probabilidad de la salida más frecuente. Pero, es la apariencia la que nos hace sentir temor, quizás por presumir que no tienen por qué ser dóciles seres sometidos a nuestra voluntad. Probablemente, las cuestiones éticas son más importantes de lo que las consideramos. Al final, la importancia de los valores y los mecanismos para establecerlos, pasan a ser cuestiones fundamentales, que hemos olvidado con demasiada ligereza. No sería un acto defensivo, sino de actitud racional desde una visión del mundo que contemple con ecuanimidad y equilibrio el papel de los seres vivos e inanimados, movientes o aparentemente pasivos que nos rodean, tanto naturales como artificiales.
La Federación Internacional de Robótica informó en 2021 que se había alcanzado la cifra de 3 millones de robots operando en fábricas de todo el mundo. España ocupa el puesto 10 a nivel mundial. El aumento de la tasa de robots respecto al 2020 fue del 10%, pese a que Europa retrocedió un 8%. Las ventas anuales de robots, en todo el mundo, se pronostican para 2022 en 583.520 unidades, lo que supone un crecimiento de un 12% anual de media entre 2020 y 2022. ¡Increíble!
Los seis tipos más usuales de robots son: los móviles autónomos (AMR), los vehículos de guiado automático (AGV), los articulados, los humanoides, los cobots (diseñados para colaborar con humanos) y los híbridos. En todo caso se emplean industrialmente para propiciar la eficiencia, acelerar los procesos, garantizar mejor la seguridad en cualquier sector de actividad. Empresas de tecnología informática han reconvertido su oferta de hardware para aportar elementos que permiten que los robots puedan percibir y comprender el mundo que les rodea.
Uno de los tipos más prometedores es el de los cobots, diseñados para trabajar con personas, de programación sencilla, previa o en tiempo real, con la que se les da a conocer las etapas a seguir. En todo caso, cada vez con mayor intensidad se trabaja en lograr que los robots perciban el mundo que les rodea, siendo el MIT un excelente ejemplo de liderazgo. Su modelo genera un mapa 3D del entorno, en el que incluye objetos y etiquetas semánticas, por ejemplo, dándole significado a la posición de una silla (frente a una mesa, pongamos por caso) y del mismo modo sitúa a personas, paredes, disposición de los recintos y las estructuras detectables. Técnicamente implica que los pixeles que se detectan en una cámara se ven transformados en apreciaciones que implican una especie de comprensión o idea del mundo que los rodea
Se está dando una auténtica revolución pacífica, como se advierte echando un vistazo a las noticas tecnológicas sobre robótica. Algunos intentos se perciben como propios de la ciencia ficción, pero van abriendo interrogantes sobre los cambios que las máquinas de nuestro tiempo desde el ámbito inteligente, van introduciendo en las relaciones sociales y en concreto en el mundo laboral. En suma, lo que parecía ciencia ficción hace no tanto tiempo, se va convirtiendo en realidad. Robots en los servicios públicos, en los quirófanos y en nuestros hogares, por ejemplo. No se despacha esto con una simple apreciación de que así son las cosas. La Ciencia lo ha desencadenado, la técnica lo ha desarrollado y los miembros de una y otra (algunos) no son conscientes de la incidencia social del logro. ¡Mejor, nos lo tomamos en serio!