Pensándolo bien...
La fascinación por la inteligencia artificial se ha mantenido a lo largo de la Historia. Se tenía capacidad para usar la mecánica y simular movimiento, alejándose poco a poco de la mecánica pura e incorporando la energía hidroeléctrica. Descartes reflexionó que, si un autómata se podía incentivar a que se moviera, mediante un flujo de agua, por ejemplo, un humano podría ser incentivado por la existencia de una mente como sustancia. El concepto de alma se introdujo después, como “el fantasma de la máquina”. El cuerpo pasó a concebirse como una carcasa, limitado a una naturaleza mecánica e impulsado por la mente, de naturaleza inmaterial, separada incluso, del cerebro material.
En el siglo XVIII, Europa, sumida en tiempo de guerra, tenía una aristocracia que se entretenía con artefactos mecánicos prodigiosos, androides, que aun hoy causan asombro. El Escritor, el Dibujante y la Pianista revividos recientemente por la marca de relojes Swatch, son piezas creadas por un relojero helvético que se conservan en el Museo de Arte e Historia en Neuchâtel. Por ejemplo, la Pianista ejecuta hasta cinco composiciones musicales distintas en un órgano proporcionado con las dimensiones del autómata. Por si fuera poco, en la interpretación, la elegante señora, escrutaba con la mirada el desplazamiento de las manos, se movía en su silla como lo haría una organista e incluso transmitía el ritmo de la respiración con un vaivén del pecho. Cuando finalizaba la interpretación hacía una reverencia de agradecimiento al público que la observaba.
La pasión por jugar, en especial al ajedrez, se personalizó en múltiples ocasiones con un autómata, en especial en el siglo XVIII. En 1770, Wolfgang Ritter von Kempelen, jugador de ajedrez, inventor y erudito, que jugaba al ajedrez con la emperatriz María Teresa de Austria, aportó el denominado “el Turco”. Kempelen tenía una larga experiencia en la ayuda a ciegos, intentando imitar el habla artificial en una máquina, que denominó “Mecanismo de la Palabra Humana”. En su honor se instituyó el premio Wolfgang von Kempelen de Ciencias. Poco después de su muerte, se descubrió que el autómata del ajedrez, consistía en un experto (a lo largo del tiempo fueron hasta unos 15) que se escondía en el interior, con lo que no había juego autónomo. Su realización fue una obra maestra de la ingeniería, pero no un autómata. Tras él, se construyeron otros posteriormente. Se cuenta que “El Turco” recorrió media Europa enfrentándose, incluso, a Napoleón en 1809, aunque no llegó a jugar contra el Rey Federico el Grande de Prusia, en guerra casi permanente con Austria. Un fraude más, como tantos otros.
Otro de los autómatas construidos, Mephisto, creado por Gümpel, tarea en la que invirtió 7 años y también el más especial, ya que no tenía posibilidad de esconder a nadie. Sigue siendo un misterio cómo funcionaba, aunque detrás de ello había un gran maestro, uno de los cuales fue Isidor Gunsberg, uno de los mejores jugadores del mundo en ese momento y que retó a Steinitz en el campeonato mundial de 1890, que no ganó por muy poco. El creador de Mephisto hablaba de impulsos eléctricos a distancia. La última aparición de Mephisto fue en la Exposición Universal de París en 1889 y después, ya no hubo nunca más noticia ni de él, ni de ningún otro autómata que jugara al ajedrez, manejado por un humano.
Leonardo Torres Quevedo construyó en 1903 Telekino, que movía un barquito de juguete por control remoto. Fue pionero en el ámbito del control a distancia. Estableció los principios operativos del moderno sistema de control remoto inalámbrico. Tras presentarlo en las Academias de Ciencias de Paris, Londres y Estados Unidos, a principios del año 1906, realizó varias pruebas, tanto en Madrid como en el puerto de Bilbao, ésta en presencia del rey Alfonso XIII y con gran asistencia, haciendo una demostración del Telekino maniobrando un bote a distancia.
En 1914, Torres Quevedo presentó “El ajedrecista”, más de treinta años antes del nacimiento de la aparición de los ordenadores. Torres Quevedo publicó en la "Revista de la Academia de Ciencias de Madrid" un ensayo sobre autómatas, que puede considerarse profético y llevaba por título "La automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones”, en el que expuso un proyecto de sistema para realizar operaciones aritméticas mediante procesos digitales; concibió los circuitos de conmutación empleando relés y presentó la idea de un autómata que empleaba sistemas electromecánicos. Torres Quevedo pensó que en estas ideas radicaba el futuro. En sus escritos enunció los fundamentos teóricos de la automática, expuso un proyecto de sistemas para realizar operaciones aritméticas por procesos digitales, introduciendo la idea de los circuitos de conmutación mediante relés y presentó la idea de un autómata sencillo usando sistemas electromecánicos en los que, según él, radicaba el futuro. En su opinión, los autómatas llegarían a tener sentido y conectarían con el ámbito externo, dispondrían de miembros, ejecutarían operaciones, disponiendo de energía y lograrían tener capacidad de discernir, pudiendo elegir entre opciones diferentes. Afirmó que “El ajedrecista” lo construyó para demostrar su idea de que había que aumentar la capacidad intelectual de las máquinas, para que sustituyan al hombre en trabajos reservados a la inteligencia humana, con lo que se lograría una liberación de algunas servidumbres. Todo un ideario en favor de erradicar la rutina, al menos.
En tiempo más reciente, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, se han desarrollado muchos sistemas capaces de jugar con humanos al ajedrez, desde el primero de ellos, MANIAC (1956), que ya ganó a un novato en 23 movimientos, pasando por Mac Hack VI (1966–1968), Chess X.X (1968 –1978), Cray Blitz (1981), HiTech (1988), The Aegon Man-Machine Tournaments (1986–1997) Deep Thought (1989; Chess Genius (1994), las ediciones de Kasparov – Deep Blue (1996–1997), 1996 y 1997 y posteriores; Anand – REBEL (1998), Deep Junior at Dortmund (2000); Kramnik – Deep Fritz (2002); Kasparov – Deep Junior (2003); Kasparov – X3D Fritz (2003); Man vs Machine World Team Championship (2004–2005), 2004, 2005; Hydra – Adams (2005); Kramnik – Deep Fritz (2006), Rybka odds matches (2007–2008); Pocket Fritz 4 (2009); a Partidos Komodo handicap (2015).
La cuestión destacable de esta serie de competiciones, que se repiten sistemáticamente a lo largo del tiempo, es que, el 10 de febrero de 1996, el superordenador de IBM Deep Blue se impuso al entonces campeón, Garry Kaspárov, en la primera partida de un encuentro pactado a seis en Filadelfia. Tras el fracaso humano inicial, el gran maestro ruso dominó con tres victorias, y finalmente, el marcador quedó en un 4 a 2 a favor del humano. Pero la traducción de esto es que, si bien el ordenador se mantenía por detrás del humano, nada indicaba que aquello era definitivo. IBM encontró un elemento publicitario de primer nivel y preparó la revancha que tuvo lugar en Nueva York en 1997 en el mes de mayo. Ahora, la máquina empató con el humano por el ajustado resultado de 3.5 a 3.5. Pero esto indicaba que la supremacía intelectual del ser humano estaba en cuestión. Ahí seguimos, con una convicción cada vez más generalizada de que la supremacía intelectual está a punto de caer.
En el siglo XVIII, Europa, sumida en tiempo de guerra, tenía una aristocracia que se entretenía con artefactos mecánicos prodigiosos, androides, que aun hoy causan asombro. El Escritor, el Dibujante y la Pianista revividos recientemente por la marca de relojes Swatch, son piezas creadas por un relojero helvético que se conservan en el Museo de Arte e Historia en Neuchâtel. Por ejemplo, la Pianista ejecuta hasta cinco composiciones musicales distintas en un órgano proporcionado con las dimensiones del autómata. Por si fuera poco, en la interpretación, la elegante señora, escrutaba con la mirada el desplazamiento de las manos, se movía en su silla como lo haría una organista e incluso transmitía el ritmo de la respiración con un vaivén del pecho. Cuando finalizaba la interpretación hacía una reverencia de agradecimiento al público que la observaba.
La pasión por jugar, en especial al ajedrez, se personalizó en múltiples ocasiones con un autómata, en especial en el siglo XVIII. En 1770, Wolfgang Ritter von Kempelen, jugador de ajedrez, inventor y erudito, que jugaba al ajedrez con la emperatriz María Teresa de Austria, aportó el denominado “el Turco”. Kempelen tenía una larga experiencia en la ayuda a ciegos, intentando imitar el habla artificial en una máquina, que denominó “Mecanismo de la Palabra Humana”. En su honor se instituyó el premio Wolfgang von Kempelen de Ciencias. Poco después de su muerte, se descubrió que el autómata del ajedrez, consistía en un experto (a lo largo del tiempo fueron hasta unos 15) que se escondía en el interior, con lo que no había juego autónomo. Su realización fue una obra maestra de la ingeniería, pero no un autómata. Tras él, se construyeron otros posteriormente. Se cuenta que “El Turco” recorrió media Europa enfrentándose, incluso, a Napoleón en 1809, aunque no llegó a jugar contra el Rey Federico el Grande de Prusia, en guerra casi permanente con Austria. Un fraude más, como tantos otros.
Otro de los autómatas construidos, Mephisto, creado por Gümpel, tarea en la que invirtió 7 años y también el más especial, ya que no tenía posibilidad de esconder a nadie. Sigue siendo un misterio cómo funcionaba, aunque detrás de ello había un gran maestro, uno de los cuales fue Isidor Gunsberg, uno de los mejores jugadores del mundo en ese momento y que retó a Steinitz en el campeonato mundial de 1890, que no ganó por muy poco. El creador de Mephisto hablaba de impulsos eléctricos a distancia. La última aparición de Mephisto fue en la Exposición Universal de París en 1889 y después, ya no hubo nunca más noticia ni de él, ni de ningún otro autómata que jugara al ajedrez, manejado por un humano.
Leonardo Torres Quevedo construyó en 1903 Telekino, que movía un barquito de juguete por control remoto. Fue pionero en el ámbito del control a distancia. Estableció los principios operativos del moderno sistema de control remoto inalámbrico. Tras presentarlo en las Academias de Ciencias de Paris, Londres y Estados Unidos, a principios del año 1906, realizó varias pruebas, tanto en Madrid como en el puerto de Bilbao, ésta en presencia del rey Alfonso XIII y con gran asistencia, haciendo una demostración del Telekino maniobrando un bote a distancia.
En 1914, Torres Quevedo presentó “El ajedrecista”, más de treinta años antes del nacimiento de la aparición de los ordenadores. Torres Quevedo publicó en la "Revista de la Academia de Ciencias de Madrid" un ensayo sobre autómatas, que puede considerarse profético y llevaba por título "La automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones”, en el que expuso un proyecto de sistema para realizar operaciones aritméticas mediante procesos digitales; concibió los circuitos de conmutación empleando relés y presentó la idea de un autómata que empleaba sistemas electromecánicos. Torres Quevedo pensó que en estas ideas radicaba el futuro. En sus escritos enunció los fundamentos teóricos de la automática, expuso un proyecto de sistemas para realizar operaciones aritméticas por procesos digitales, introduciendo la idea de los circuitos de conmutación mediante relés y presentó la idea de un autómata sencillo usando sistemas electromecánicos en los que, según él, radicaba el futuro. En su opinión, los autómatas llegarían a tener sentido y conectarían con el ámbito externo, dispondrían de miembros, ejecutarían operaciones, disponiendo de energía y lograrían tener capacidad de discernir, pudiendo elegir entre opciones diferentes. Afirmó que “El ajedrecista” lo construyó para demostrar su idea de que había que aumentar la capacidad intelectual de las máquinas, para que sustituyan al hombre en trabajos reservados a la inteligencia humana, con lo que se lograría una liberación de algunas servidumbres. Todo un ideario en favor de erradicar la rutina, al menos.
En tiempo más reciente, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, se han desarrollado muchos sistemas capaces de jugar con humanos al ajedrez, desde el primero de ellos, MANIAC (1956), que ya ganó a un novato en 23 movimientos, pasando por Mac Hack VI (1966–1968), Chess X.X (1968 –1978), Cray Blitz (1981), HiTech (1988), The Aegon Man-Machine Tournaments (1986–1997) Deep Thought (1989; Chess Genius (1994), las ediciones de Kasparov – Deep Blue (1996–1997), 1996 y 1997 y posteriores; Anand – REBEL (1998), Deep Junior at Dortmund (2000); Kramnik – Deep Fritz (2002); Kasparov – Deep Junior (2003); Kasparov – X3D Fritz (2003); Man vs Machine World Team Championship (2004–2005), 2004, 2005; Hydra – Adams (2005); Kramnik – Deep Fritz (2006), Rybka odds matches (2007–2008); Pocket Fritz 4 (2009); a Partidos Komodo handicap (2015).
La cuestión destacable de esta serie de competiciones, que se repiten sistemáticamente a lo largo del tiempo, es que, el 10 de febrero de 1996, el superordenador de IBM Deep Blue se impuso al entonces campeón, Garry Kaspárov, en la primera partida de un encuentro pactado a seis en Filadelfia. Tras el fracaso humano inicial, el gran maestro ruso dominó con tres victorias, y finalmente, el marcador quedó en un 4 a 2 a favor del humano. Pero la traducción de esto es que, si bien el ordenador se mantenía por detrás del humano, nada indicaba que aquello era definitivo. IBM encontró un elemento publicitario de primer nivel y preparó la revancha que tuvo lugar en Nueva York en 1997 en el mes de mayo. Ahora, la máquina empató con el humano por el ajustado resultado de 3.5 a 3.5. Pero esto indicaba que la supremacía intelectual del ser humano estaba en cuestión. Ahí seguimos, con una convicción cada vez más generalizada de que la supremacía intelectual está a punto de caer.
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