Pensándolo bien...
La energía caracteriza a las civilizaciones; su disposición, acceso y uso, perfilan el alcance de las actividades humanas y están asociadas al desarrollo y acumulación de conocimiento; por tanto, en relación directa con el nivel científico alcanzado. Qué duda cabe que estamos en un momento en que cada vez de forma más agobiante, precisamos cambiar la fuente de energía fósil, que hoy da cobertura a más de un 85% de la demanda, y que hasta ahora ha permitido el desarrollo que la Humanidad ha alcanzado. No está siendo fácil, no solo por carencias tecnológicas, sino también por carencias de Ciencia, que tiene que resolver problemas de envergadura, no de fuente, que la hay y potente, regular y de capacidad sobrada, como la solar, pero sí de cómo hacerla útil, cómo almacenarla para que pueda ser alternativa.
Los combustibles fósiles no solo proporcionan energía; es importante no olvidar que los derivados constituyen un extenso y controvertido campo, por cierto, en el que hemos estado inmersos de forma creciente en los últimos tiempos, hasta un nivel insoportable, como ocurre hoy con los plásticos y otra serie de productos de los que hemos abusado, sin contar con que los residuos indeseables que generamos, nos complican la vida, al no haber tenido contención en su eliminación, efectuada de forma un tanto insensata. Pero ciñámonos a los combustibles, que son compuestos orgánicos de elevada densidad energética, superando los 11.000 watios por kilo y hora, capaces de mover el mundo, como venimos haciendo en el presente. Hay que tener conciencia de estos detalles, cuando, desde el lamento de nuestra conducta irreflexiva, pretendemos dar un giro copernicano para pasar a respetar el Medio Ambiente, pero ahora, cuando vemos que puede estar agonizando.
Pretendemos imaginarnos como podría ser el mundo sin el uso de combustibles fósiles. Antonio Turiel lo ha hecho y lo plasmó en una obra que tituló Petrocalipsis, en la que ensayó tratar las alternativas a nuestra vital dependencia del petróleo y derivados. No está nada claro que las alternativas energéticas puedan proporcionar la energía necesaria, sin más, sin que hubiera incidencia en las vertientes económica y social. Todo parece indicar que estamos en una vertiente de decremento energético que puede tener consecuencias auténticamente dramáticas y con tintes de calamidad global. Se admite, en muchos círculos reflexivos a nivel mundial, la existencia de límites al crecimiento una vez alcanzado el punto culminante al que nos ha conducido la era del petróleo.
Nos enfrentamos a una cuestión muy compleja, que desgraciadamente, se trata a nivel de los gestores del mundo, con una frivolidad inexplicable. El cambio que pretendemos implica que hay que lograr cambiar los sistemas económico y social en los que estamos inmersos, porque no necesariamente es posible mantener un crecimiento continuo como hasta ahora. Muchos autores apuntan en esta dirección tanto de finalización del crecimiento como del decrecimiento energético. No hay motivos para el optimismo con el que contemplamos las fuentes de energía que denominamos alternativas, como si se tratara de un cambio indoloro. Creo que son cuestiones en las que debiéramos reflexionar con mayor intensidad con la que lo hacemos. Nos solemos quedar en la anécdota de la instalación de los paneles solares en nuestras propiedades o en la colectividad, creyendo que con eso está todo. Pero la realidad es que hasta nuestras costumbres se ven alteradas cuando se cambia de escenario. La insistencia en el desarrollo del vehículo eléctrico, que, por cierto, esconde retos científicos, antes que tecnológicos, pues falta todavía Ciencia en la acumulación de carga con efectividad en el desplazamiento, pero se nos hace creer que es moderno disponer de un vehículo eléctrico que hasta el presente no palia las necesidades de desplazamiento ni aéreos, ni terrestr, desde la comodidad de cuando precisamos combustible, en unos minutos solventarlo. Así es como estamos viviendo. Con anterioridad a los motores de combustión interna, las paradas de postas servían para refrescar el tiro de sangre, descansar los viajeros y reponer fuerzas para continuar. Eso se perdió, desde la instalación de los surtidores en los itinerarios que permitían en minutos reponer para continuar. Ahora habría que disponer con harta frecuencia, no cada 1000 kilómetros como permiten ahora los automóviles, con la optimización de funcionamiento que se ha logrado, sino con mucha mayor frecuencia. Pero la recarga no es instantánea. Es decir, las paradas de postas están visualizando su resurgir, porque habrá que efectuar varias paradas para recargar las baterías. En todo caso, el sector industrial cambio el vapor por la electricidad y adaptó la estructura productiva y expandió su alcance hasta límites insospechados. Hoy la tecnología informática ha reforzado ese nivel, optimizado el consumo energético, pero ha crecido el sistema enormemente con respecto a hace pocos años. Asociados ha habido cambios en los sistemas económicos y sociales. Y profundos.
No cabe duda de que los científicos estamos interesados en el Medio Ambiente, en la energía, en la sostenibilidad y en el momento actual ponderamos mucho el impacto de las actividades humanas en el planeta. Hoy tenemos un panorama explícito para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, lo que curiosamente se ha denominado descarbonización de la economía, que también curiosamente ahora pretende dar cobertura a nuevas aventuras, tras los desastres que sus propuestas han ocasionado por abuso, insensatez y ambición de riqueza disparatadamente inhumanas. Las energías renovables están incluidas en todas las agendas de todos los agentes, especialmente políticos y parecen tener interés en que no va a ocurrir nada mas que un cambio de paradigma, un cambio en el origen de la energía, pero que aquí no pasa nada, Y, nada más lejano a lo previsible razonablemente. Lo que está en juego es el sistema económico y social en el que vivimos. La energía abundante y barata no es lo previsible. Las prestaciones no necesariamente serán las actuales. Con recursos finitos, no es posible mantener un crecimiento sostenido, como venimos haciendo en la época contemporánea. Probablemente, coincidiendo con Turiel, estamos enfocando resolver el problema equivocado. No es la primera vez que como sociedad nos ocurre esto. Los, curiosamente llamados “científicos” de la economía y las “ciencias” sociales, harían bien en reflexionar algo, eso es lo que se espera de ellos, en lugar de actuar de notarios de lo que acontece y, en muchos casos, desde el lado equivocado. Las coas serías, se deben abordar desde el rigor preciso para poder hacer proposiciones razonables y apropiadas, en todo caso cabales. Sí pasarán cosas, lo que se avecina y vislumbra no es solo un cambio de fuente energética, como si nada hubiera pasado. No es esa la tesitura. Esperemos acontecimientos. Visto lo visto, con preocupación.
Los combustibles fósiles no solo proporcionan energía; es importante no olvidar que los derivados constituyen un extenso y controvertido campo, por cierto, en el que hemos estado inmersos de forma creciente en los últimos tiempos, hasta un nivel insoportable, como ocurre hoy con los plásticos y otra serie de productos de los que hemos abusado, sin contar con que los residuos indeseables que generamos, nos complican la vida, al no haber tenido contención en su eliminación, efectuada de forma un tanto insensata. Pero ciñámonos a los combustibles, que son compuestos orgánicos de elevada densidad energética, superando los 11.000 watios por kilo y hora, capaces de mover el mundo, como venimos haciendo en el presente. Hay que tener conciencia de estos detalles, cuando, desde el lamento de nuestra conducta irreflexiva, pretendemos dar un giro copernicano para pasar a respetar el Medio Ambiente, pero ahora, cuando vemos que puede estar agonizando.
Pretendemos imaginarnos como podría ser el mundo sin el uso de combustibles fósiles. Antonio Turiel lo ha hecho y lo plasmó en una obra que tituló Petrocalipsis, en la que ensayó tratar las alternativas a nuestra vital dependencia del petróleo y derivados. No está nada claro que las alternativas energéticas puedan proporcionar la energía necesaria, sin más, sin que hubiera incidencia en las vertientes económica y social. Todo parece indicar que estamos en una vertiente de decremento energético que puede tener consecuencias auténticamente dramáticas y con tintes de calamidad global. Se admite, en muchos círculos reflexivos a nivel mundial, la existencia de límites al crecimiento una vez alcanzado el punto culminante al que nos ha conducido la era del petróleo.
Nos enfrentamos a una cuestión muy compleja, que desgraciadamente, se trata a nivel de los gestores del mundo, con una frivolidad inexplicable. El cambio que pretendemos implica que hay que lograr cambiar los sistemas económico y social en los que estamos inmersos, porque no necesariamente es posible mantener un crecimiento continuo como hasta ahora. Muchos autores apuntan en esta dirección tanto de finalización del crecimiento como del decrecimiento energético. No hay motivos para el optimismo con el que contemplamos las fuentes de energía que denominamos alternativas, como si se tratara de un cambio indoloro. Creo que son cuestiones en las que debiéramos reflexionar con mayor intensidad con la que lo hacemos. Nos solemos quedar en la anécdota de la instalación de los paneles solares en nuestras propiedades o en la colectividad, creyendo que con eso está todo. Pero la realidad es que hasta nuestras costumbres se ven alteradas cuando se cambia de escenario. La insistencia en el desarrollo del vehículo eléctrico, que, por cierto, esconde retos científicos, antes que tecnológicos, pues falta todavía Ciencia en la acumulación de carga con efectividad en el desplazamiento, pero se nos hace creer que es moderno disponer de un vehículo eléctrico que hasta el presente no palia las necesidades de desplazamiento ni aéreos, ni terrestr, desde la comodidad de cuando precisamos combustible, en unos minutos solventarlo. Así es como estamos viviendo. Con anterioridad a los motores de combustión interna, las paradas de postas servían para refrescar el tiro de sangre, descansar los viajeros y reponer fuerzas para continuar. Eso se perdió, desde la instalación de los surtidores en los itinerarios que permitían en minutos reponer para continuar. Ahora habría que disponer con harta frecuencia, no cada 1000 kilómetros como permiten ahora los automóviles, con la optimización de funcionamiento que se ha logrado, sino con mucha mayor frecuencia. Pero la recarga no es instantánea. Es decir, las paradas de postas están visualizando su resurgir, porque habrá que efectuar varias paradas para recargar las baterías. En todo caso, el sector industrial cambio el vapor por la electricidad y adaptó la estructura productiva y expandió su alcance hasta límites insospechados. Hoy la tecnología informática ha reforzado ese nivel, optimizado el consumo energético, pero ha crecido el sistema enormemente con respecto a hace pocos años. Asociados ha habido cambios en los sistemas económicos y sociales. Y profundos.
No cabe duda de que los científicos estamos interesados en el Medio Ambiente, en la energía, en la sostenibilidad y en el momento actual ponderamos mucho el impacto de las actividades humanas en el planeta. Hoy tenemos un panorama explícito para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, lo que curiosamente se ha denominado descarbonización de la economía, que también curiosamente ahora pretende dar cobertura a nuevas aventuras, tras los desastres que sus propuestas han ocasionado por abuso, insensatez y ambición de riqueza disparatadamente inhumanas. Las energías renovables están incluidas en todas las agendas de todos los agentes, especialmente políticos y parecen tener interés en que no va a ocurrir nada mas que un cambio de paradigma, un cambio en el origen de la energía, pero que aquí no pasa nada, Y, nada más lejano a lo previsible razonablemente. Lo que está en juego es el sistema económico y social en el que vivimos. La energía abundante y barata no es lo previsible. Las prestaciones no necesariamente serán las actuales. Con recursos finitos, no es posible mantener un crecimiento sostenido, como venimos haciendo en la época contemporánea. Probablemente, coincidiendo con Turiel, estamos enfocando resolver el problema equivocado. No es la primera vez que como sociedad nos ocurre esto. Los, curiosamente llamados “científicos” de la economía y las “ciencias” sociales, harían bien en reflexionar algo, eso es lo que se espera de ellos, en lugar de actuar de notarios de lo que acontece y, en muchos casos, desde el lado equivocado. Las coas serías, se deben abordar desde el rigor preciso para poder hacer proposiciones razonables y apropiadas, en todo caso cabales. Sí pasarán cosas, lo que se avecina y vislumbra no es solo un cambio de fuente energética, como si nada hubiera pasado. No es esa la tesitura. Esperemos acontecimientos. Visto lo visto, con preocupación.
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