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null Reflexiones sobre las plantas de biogás

Las plantas de biogás constituyen una opción como energía renovable para la valorización energética de residuos orgánicos. La digestión anaerobia de materiales como estiércoles, residuos agrícolas y alimentarios, lodos de depuradora o fracciones orgánicas de residuos sólidos urbanos, genera un gas rico en metano (biogás), utilizable para producir electricidad, calor o incluso como biocombustible.

Desde una perspectiva ambiental, este proceso contribuye a la mitigación del cambio climático, reduciendo emisiones de gases de efecto invernadero procedente de la descomposición de residuos orgánicos. Las plantas de biogás pueden ser defendibles cuando valorizan residuos orgánicos “existentes”, permitiendo su gestión sostenible y produciendo energía renovable, contribuyendo además al desarrollo rural. Representan una herramienta útil para avanzar hacia modelos descentralizados y resilientes de producción energética.

Sin embargo, su defensa se pone en duda cuando implica cultivos exclusivamente energéticos y no alimentarios, cuando existen fugas de metano por mala gestión, o no se abordan adecuadamente aspectos económicos, sociales y ambientales tales como malos olores, exceso de tráfico pesado, inexistencia de residuos cercanos y necesidad de trasportarlos lo que no es sostenible, complejidad de acopio de residuos en la planta, o incumplimiento de normativas esenciales como la distancia a núcleos urbanos. Todo lo anterior condiciona una clara oposición vecinal.

Si las plantas tienen un adecuado tamaño, se orientan a la economía circular y gestión de residuos, y se dispone de normativas coherentes y estables, serán defendibles. Pero no lo serán si faltan controles ambientales y sociales rigurosos y seguros. A lo anterior se suma la necesidad de asegurar una adecuada gestión del “digestato” (residuo orgánico “líquido”) producido tras la biometanización de materia orgánica, tanto en términos técnicos como ambientales. Los digestatos “brutos” no son fertilizantes (tienen gran cantidad de agua), y se les puede dar una salida agrícola siempre que sean gestionados y tratados de manera correcta para asegurar que dicha gestión es sostenible.

Las plantas de biogás pueden formar parte de la transición energética, siempre que se integren de forma coherente en el entorno local, apliquen principios de sostenibilidad, y se acompañen de políticas y normativas públicas adecuadas. Posiblemente, estas plantas no sustituirán a otras fuentes energéticas, pero pueden complementar un sistema energético más diversificado, resiliente y circular. El éxito de su implantación requiere un equilibrio entre las normativas, una participación ciudadana efectiva, y priorizar modelos sostenibles integrados en lo local. Solo así se desactivará el rechazo social y se materializarán los objetivos energéticos fijados.