Columnas

null Recuerdos de Juan Carmelo, el amigo fraternal

Conocí a Juan Carmelo hacia 1972 en Pamplona, en la Universidad de Navarra, donde ambos éramos alumnos del Departamento de Bioquímica. Allí preparamos juntos el doctorado, y leímos la tesis el mismo día de diciembre de 1975. En España iban a pasar grandes cosas, pero nosotros íbamos a seguirlas por la prensa, pues ambos partimos para Inglaterra, él a Oxford y yo a Londres, para nuestros estudios postdoctorales. Pero en 1978 el destino volvió a juntarnos en Londres, en el laboratorio del ilustre biofísico Dennis Chapman, uno de los padres fundadores de la ciencia de las membranas celulares. Volvimos luego a España, donde, él en Murcia y yo en Bilbao, pusimos en marcha nuestros laboratorios con la generosa ayuda de dos grandes maestros, José Antonio Lozano en su caso, José María Macarulla en el mío.

Teníamos los dos, casi a diario, largas conversaciones telefónicas, para contarnos nuestras cuitas. A menudo también, a pesar de las comunicaciones difíciles y caras, nos visitábamos para hacer experimentos o para escribir algún artículo conjunto. Sólo después de una década, ya entrados los noventa, pudimos uno y otro desarrollar lo que en otros países sería una actividad normal, aunque en España la normalidad en la ciencia ha bordeado siempre el heroísmo y la neurosis depresiva.

En 2006 tuve el grandísimo honor de ser elegido académico correspondiente de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia, por supuesto apadrinado por Juan Carmelo. En su laudatio, él describió nuestra vinculación como una “amistad fraternal”. Aquello me removió bastantes sentimientos. No sé si, más por vasco que por torpe, o viceversa, nunca me hubiera atrevido a hacer en público una declaración de amistad tan pura. Pero a partir de entonces no se me olvidó, y vi siempre a Juan Carmelo no como un gran amigo, como desde antiguo lo había visto, sino también como un hermano que la vida me había regalado.

Después de tres años de lucha, por no decir agonía, contra un cáncer de pulmón, Juan Carmelo encontró, por fin, la paz, el pasado 11 de mayo. Más de una vez me han pedido que escriba un obituario en su memoria, y hoy, por fin, he encontrado fuerzas. Ha sido aquí, en Murcia, adonde he acudido para hablar en un acto en su memoria. He visitado la calle Poeta Ramírez Pagán, donde vivían sus padres cuando los conocí, y he revivido los muchos años de alegrías y penas compartidos con un hermano.