Artículos Académicos
Como otros profesionales – escritores, periodistas – en el ámbito de las Letras, los investigadores anhelamos ver nuestros trabajos publicados en la prensa científica. El procedimiento y requisitos para publicar en una revista científica, bastante diferentes de los propios de las revistas o diarios habituales, son poco conocido por la sociedad. En una revista científica típica, no hay escritores “de plantilla”; cualquiera podría – si lo consigue – publicar en ella. Conseguirlo supone que varios expertos, designados por el editor entre autores o lectores, otorguen su beneplácito. Y en muchos casos, una vez aceptado el trabajo, el autor (o la institución para la que trabaja) tiene que pagar los gastos de la publicación. ¿Se imaginan ustedes un periódico sin periodistas, en el que escribiesen los propios lectores, que unos juzgasen los escritos de los otros, y en el cual no pagasen, sino que cobrasen por escribir? Otra obligación en las publicaciones científicas es la de citar las fuentes, esto es, aquellas otras publicaciones anteriores que sientan las bases, suministran ideas, refrendan o contradicen lo publicado. El autor ha de estar al día, pues si ignorase u omitiera citar alguna fuente relevante, su trabajo sería rechazado. Situación muy distinta a la de las publicaciones literarias (excepto ensayos y trabajos académicos) o periodísticas. Tengo entendido que un dogma del periodismo es que se han de poseer adecuadas fuentes, pero no darlas a conocer. Sin discutir la situación, me limito a contrastarla con lo que a los científicos se nos exige. Actualmente, la fuente de información primaria – “La Fuente”, diría yo, o la Nueva Biblioteca de Alejandría – es Internet. Mucha gente, a lo que encuentra en Internet, le otorga un valor incuestionable. En los trabajos que encargo a mis alumnos, éstos usan frecuentemente, como referencias, páginas de Internet. Pero resulta que, para bien o para mal, publicar en Internet no tiene los requisitos de una publicación científica, ni siquiera la garantía de una editorial o un periódico convencional. Ciertamente, Internet es el nuevo modo de publicación electrónica: editoras privadas, instituciones públicas y sociedades científicas usan Internet como una eficaz alternativa a las publicaciones impresas. Pero, también, cualquiera puede escribir y publicar en su página web, alojada en su propio ordenador, lo que le dé la gana. Por ello, hay que ser cuidadoso con las fuentes, pues en no todas el agua es potable.