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null Pedaleando hacia lo onírico

Desde las civilizaciones más antiguas, el hombre ha explorado la Naturaleza, no sólo para conseguir alimentos, sino también para combatir la enfermedad. Sin embargo, es a partir del siglo XIX cuando, gracias al esfuerzo de muchos científicos pertenecientes a distintas ramas de la ciencia, se abrió el camino que permitió el aislamiento de numerosos principios activos de origen vegetal - responsables de su acción fisiológica -, y también su caracterización estructural y síntesis en el laboratorio. Todo ello permitió conseguir sustancias puras y, en consecuencia, poder determinar la adecuada dosificación y el mejor control de sus efectos terapéuticos.

Entre los diferentes tipos de compuestos distribuidos en el reino vegetal, los alcaloides son los componentes de mayor interés biológico. Un caso emblemático de estos productos - caracterizados por ser bases, en su mayoría heterocíclicas -, es el del ácido lisérgico: un alcaloide íntimamente ligado a la figura de Albert Hofmann, investigador en el departamento químico-farmacéutico de los laboratorios Sandoz.

Durante el desarrollo de un proyecto de investigación basado en la extracción y síntesis de componentes activos de plantas medicinales para su uso farmacológico, Hofmann demostró (1929) que los alcaloides presentes en un hongo parásito del centeno – el cornezuelo – eran amidas derivadas del ácido lisérgico, aunque poseían un amplio espectro de actividades. Por ello, sintetizó otra serie de amidas derivadas de este ácido, al objeto de estudiar sus efectos fisiológicos. Aunque los resultados no fueron satisfactorios, sí observó (1938) que la amida preparada con la dietilamina - que denominó LSD-25 (ensayo 25) -, provocaba en los animales de laboratorio cierta excitación. Fue cinco años después (19 de abril de 1943), al sentirse mareado y con alucinaciones al repetir esta síntesis, cuando intuyó que podría existir una relación entre estos efectos y la manipulación de la LSD-25. Para comprobarlo, decidió ingerir una pequeña dosis (250 microgramos), aun siendo consciente de que el cornezuelo era un veneno muy potente, incluso en dosis muy bajas. Cuarenta minutos después, mientras volvía a casa en bicicleta, observó que esta ingesta le estaba produciendo alucinaciones visuales, auditivas, táctiles y olfativas, al mismo tiempo que aceleraba el ritmo de su pedaleo.

Estos resultados pronto saltaron del laboratorio a la calle, convirtiéndose la LSD en una droga que influyó en campos tan distintos como el arte o la psiquiatría, durante la pasada década de los 60.

           Otra consecuencia de este “viaje alucinante” que experimentó Hofmann, es que, hasta 2018, cada 19 de abril se haya celebrado, en esta fecha, el “Día de la bicicleta”.