Columnas
La especie humana posee dos genomas: el ADN localizado en los cromosomas del núcleo y el ADN contenido en los orgánulos del citoplasma llamados mitocondrias. Como sabemos, cada humano procede de la unión durante la fecundación de un óvulo y un espermatozoide. Pero mientras que el óvulo contribuye al nuevo ser aportando tanto genoma nuclear como genoma mitocondrial, el espermatozoide solo aporta genoma nuclear, porque sus mitocondrias no penetran en el óvulo. En consecuencia, el genoma mitocondrial de cada individuo procede exclusivamente del óvulo materno. Por tanto, a diferencia del genoma nuclear, nuestro genoma mitocondrial deriva solamente de nuestra madre, y por línea materna se nos ha ido transmitiendo desde una Eva ancestral. Analizando las variaciones existentes (mutaciones) en el genoma mitocondrial de la población humana actual y estimando el tiempo medio requerido para la aparición de esas mutaciones (reloj molecular), se ha podido establecer con cierta aproximación la antigüedad de la Eva mitocondrial primitiva. Aunque existen algunas discrepancias, muchos estudios coinciden en considerar que esta madre antecesora común vivió entre 99.000 y 148.000 años atrás en el África oriental subsahariana. Puede que hubiera otras mujeres contemporáneas a ella con descendientes también vivos hoy, pero ésta fue la única Eva que tuvo una descendencia femenina continuada hasta la actualidad. Las otras, en algún punto de su descendencia, solo generaron hijos y no hijas, por lo que se perdió la continuidad de su genoma mitocondrial aunque no su genoma nuclear.
Se han llevado a cabo estudios similares sobre las mutaciones presentes en el cromosoma Y, que forma parte del genoma nuclear. El cromosoma Y determina el sexo masculino y se hereda exclusivamente del padre, lo que, de modo análogo a lo antes indicado, permite establecer también algunas conclusiones sobre el ancestro común más cercano por vía paterna. Dada la amplitud de franjas temporales que determina este tipo de estudios, parece que el Adán cromosómico pudo haber existido incluso antes que la Eva mitocondrial, pues vivió hace unos 120.000-156.000 años. Pero también parece posible que sus existencias pudieran coincidir en un prehistórico jardín del Edén dentro del tiempo pretérito. Como en el caso de la Eva mitocondrial, el resultado no excluye la existencia hombres contemporáneos a este Adán cromosómico, pero sus descendientes debieron mostrar alguna discontinuidad en el linaje masculino, lo que contribuyó a la pérdida de sus huellas genéticas ligadas al cromosoma Y.