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null Nomenclatura binomial

En biología, la nomenclatura binomial o binaria es un sistema utilizado para denominar las diferentes especies de organismos (vivos o extintos). Carl von Linné, catedrático de Botánica en la Universidad de Upsala, a mediados del siglo XVIII, fue el creador del sistema de nomenclatura binomial.

Como sugiere la palabra «binomial», el nombre científico otorgado a una especie está formado por la combinación de dos nombres en latín: el nombre del género y el epíteto específico. El conjunto de ambos es el nombre científico que permite identificar a cada especie conocida.

El nombre del género es generalmente compartido por especies muy cercanas filogenéticamente, así Quercus rotundifolia (encina) y Quercus suber (alcornoque) comparte el mismo género, ocurre exactamente igual con Homo sapiens y Homo neanderthalensis, dos especies distintas, pero muy próximas, del mismo género.

Siguiendo al nombre binominal consta el apellido del autor (abreviado en botánica) que primero describió una especie. No obstante, si la especie en cuestión actualmente pertenece a un género diferente del original descrito, se hace constar el nombre del autor original entre paréntesis anexado al nombre actual de la especie.

Para aquellas personas ajenas al empleo cotidiano de este sistema es comprensible que les resulte un método de nomenclatura complejo, les ocurre lo mismo a los neófitos, como los estudiantes de Biología en los primeros años de su carrera académica, que tienen que aprender numerosos nombres científicos de plantas y animales, nada muy diferente de un estudiante de medicina que debe aprender cientos de nombres de órganos, estructuras anatómicas, enfermedades o medicamentos. La práctica hace que rápidamente el sistema se convierta en algo natural.

En el mundo científico, la utilidad de la nomenclatura binaria elimina la ambigüedad que se presenta ante los diferentes nombres vulgares para un ser vivo, además de denominar a aquellas especies que ni siquiera tienen un nombre común. También permite superar las dificultades comunicacionales en diferentes lenguas a partir del reconocimiento universal y convenido de un sistema de nomenclatura estándar. Se han intentado otros métodos para nombrar las especies, pero, de momento, han fracasado por su complejidad o ineficacia.

Desde mediados del siglo XIX, se hizo palpable la necesidad de un cuerpo de normas que reglaran la conformación de los nombres científicos. Estas reglas ‒no siempre fáciles de aplicar por su complejidad‒ conocidas como Códigos de Nomenclatura, dictan la denominación científica y universal de animales, plantas, hongos, bacterias y virus.