Pensándolo bien...

null NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Probablemente mucha gente tiene clara la diferencia entre realidad y virtualidad. Los tiempos modernos nos obligan a ello. Probablemente, también, los matices a introducir en las diferentes concepciones son importantes e incluso profundos, en casos. De raíz afirmamos que la realidad no la conocemos, sino solo su apariencia, y ya empezamos a complicarnos la vida. Pero así es: el color es una creación subjetiva, la solidez otra, etc. Las fuerzas que operan en la Naturaleza están domesticadas para una apariencia que sintoniza con los sentidos y un mundo microscópico al que no accedemos, de no ser por la técnica que, gracias a la Ciencia, ha desarrollado la Humanidad.

De vez en cuando nos sacuden, para que tomemos contacto con “la realidad”, hechos que nos sorprenden, unas veces por lo inaudito y otras porque conforme se acumulan conocimientos y saberes, somos capaces de profundizar más acertadamente y descubrimos cosas que nos habían pasado inadvertidas durante mucho tiempo. Esta escala de un número indefinido de peldaños que nos conduce a la sabiduría, la recorremos con parsimonia, poco a poco, lentamente, pero de forma segura, aunque, a veces, nos saltemos escalones. Siempre como Humanidad, nunca en solitario.

SI pensamos en el nivel de conocimiento de tiempos pretéritos, nos asombramos del alcance que lograron hace mucho tiempo, cuando las dificultades para disponer de la información pertinente, los logros de otros y llevar a cabo las experimentaciones, exigían dotaciones titánicas. Si pensamos en Pitágoras, al margen de la literatura en torno a su figura, es de una talla descomunal lo que se le atribuye, en especial en un entorno que todo indica, era muy estéril en aportaciones de calado. Euclides, para qué contar. Y así, una lista interminable. Desde aquellas grandes aportaciones a las siguientes de equivalente importancia, pudieron pasar siglos, indicador de la profundidad de las mismas, también. ¿Qué no hubieran sido capaces de aportar estos personajes de haber disfrutado de las facilidades que la tecnología nos brinda hoy día? Siendo humildes, nos debemos sentir anonadados por la escasa importancia de las aportaciones que un profesional de la investigación vierte hoy al conjunto colectivo, al mirarnos al espejo de los grandes hombres y mujeres de Ciencia que nos han precedido.

Por otro lado, como tantas veces hemos afirmado, la Ciencia es progresiva. Acumula conocimiento hasta que algún investigador es capaz de romper con el status y asimilar los avances para formular una propuesta comprehensiva, que conceptualmente nos hace adelantar significativamente. Hay muchos obreros de la Ciencia, en parcelas minúsculas, van cerrando matices que permiten formular grandes enunciados, cuando se conoce lo suficiente. Los saltos en Ciencia, hoy, son difíciles de concitar. Las disrupciones, como le llaman los esnobistas a las revoluciones que rompen con todo lo anterior, no se dan fácilmente, de no haber un sustrato que lo permita. Einstein no hubiera podido provocar el salto cualitativo que supuso su aportación, de no disponer de un terreno abonado por Riemann y los que siguieron como Lobachevsky o Bolyai, pongamos por caso. Poco a poco, se va entretejiendo la parcela de conocimiento que se gesta, hasta que alguna mente privilegiada es capaz de sintetizar y formular la propuesta que avanza significativamente.

Normalmente, cuando se da un avance significativo, de los que ha habido muy pocos, (invito a los lectores a que deduzcan cuantos y cuales considera). Uno de los subproductos de  la propuesta de la geometría no euclídea, a mediados del XIX  fue la dimensionalidad y, concretamente la cuarta dimensión que encontró eco en un mundo que, al igual que en el momento presente, es poco riguroso y traslada, no sin imaginación, conceptos precisos de las ciencias básicas a entornos lejanos a ellas, tal cual ocurre hoy con la cuántica que se ve inmiscuida, con poca licitud, en multitud de formulaciones de rango misterioso  o justificando efectos desconocidos y de fácil interpretación esotérica. La cuarta dimensión fue una revolución en ámbitos como el del espiritismo, proliferando médiums por todas partes, que reinaron décadas a partir de mitad del siglo XIX, hasta resultar sus manejos descubiertos como fraudulentos, en todos los casos, aunque en algunos de los círculos estuviera incluido algún científico como Crookes, que estudió los rayos catódicos, descubrió el Talio, inventor de unas gafas de sol con filtro ultravioleta, invenciones para detectar las desintegraciones radiactivas y medir la intensidad de la radiación electromagnética. Fue Presidente de la Royal Society, en la que ingresó como miembrbo con solo 31 años en 1863. Pero, al tiempo, compatibilizó este nivel científico destacado con una relación con el espiritismo y lo paranormal que minó su reputación como científico. La muerte de su hermano menor le sumió en una depresión y un amigo le llevó a una sesión con un médium para comunicarse con su hermano. El espiritismo en la época victoriana era muy vigoroso en Inglaterra. Suscitó su interés por investigar el ámbito de lo paranormal, intentando poner rigor científico y efectuó medidas muy controladas con testigos y sin ideas preconcebidas ni prejuicios. Sometió a examen a médiums, alguno de los cuales salió airoso en pruebas como manipular objetos a distancia o modificar el peso de objetos. Uno de los medíums más famoso fue Hume, de quien Crookes concluyó que debía tener algún tipo de fuerza psíquica, no catalogada entre las conocidas naturales.  Hay más episodios de este tipo en el listado. Recibió muchas críticas, como es de suponer. En 1875 abandonó la investigación de lo paranormal y regresó a la Ciencia ortodoxa y se reinventó proponiendo un radiómetro monocanal. Retomó el estudio de los rayos catódicos identificándolos como un chorro de partículas, que son los estudios que condujeron al descubrimiento del electrón, que llevó a cabo Thomson y al de rayos X poco después. No obstante, no abandonó su relación con lo paranormal y tras fallecer su mujer intentó comunicarse con ella a través de médiums. Compartió membresía en The Gost Club con otros famosos como Charles Dikens y Sir Arthur Conan Doyle, llegando a presidirla, justo antes de ser nombrado presidente de la Royal Society.

Sin mucho esfuerzo podemos encontrar hoy día situaciones equivalentes. Salvando las distancias, en tiempo y en el nivel de los protagonistas. Hoy día, en estos momentos tan delicados que atravesamos, gentes preparadas, con carrera cursada y egresados de universidades, a veces, prestigiosas, se manifiestan y conducen en rutas de dudosa aceptación desde el rigor científico. Seguramente, pasaron por la Universidad, pero ésta no pasó por ellos. La cuestión es que con sus manifestaciones en público hacen potencialmente daño a otros. En esto hay diferencia con Crookes, que solo daño su propio prestigio. Tampoco es oro todo lo que reluce.