Pensándolo bien...
La investigación científica consiste en el descubrimiento de nuevos conocimientos que nos permiten ir desentrañando los secretos que guarda la Naturaleza o, en ocasiones, producir nuevos materiales que no tienen necesariamente que estar en aquélla, con propiedades apropiadas para aportar utilidad. En otras ocasiones, se trata de descubrir procedimientos para mejorar los procesos en uso, siendo más eficaces o permitiendo aplicaciones nuevas que aportan o más bienestar o consiguen mejoras en el desarrollo de otras actividades.
Con mucha ignorancia de la importancia que tiene este tipo de actividad, hay mucha gente que piensa que esto de investigar está reservado a gente de otras latitudes que dispongan de recursos suficientes y, en alguna parte, lo tienen que colocar. Así es que, con harta frecuencia se consume la vida, esperando que “otros” solucionen nuestros problemas. En cierta medida, también, muchos piensan que no hay capacidad suficiente en torno a ellos para abordar una investigación seria, meditada y capaz de solventar nuestros problemas. Un termómetro para desvelar estas conductas radica en el desprecio con el que nos desenvolvemos en el ámbito de la investigación desde el lenguaje cotidiano. No sólo consiste esta falta de respeto con esa conducta picaresca que enmarcara de forma lapidaria el genio de Unamuno: “que inventen ellos”, sino con la referencia con la que calificamos cualquier actividad que no sería capaz de salir airosa del más mínimo examen con cierto rigor, para distinguir si se trata de una novedad o una simple “chorrada” sin vocación de más alcance. Hoy la ocurrencia, idea, invento, novedad, prototipo, desarrollo y si las cosas llegan a más, innovación, la suele reducir y resumir la gente algo ignorante, en una innovación desde el primer instante. Deberíamos huir de esos que nos hablan de innovación desde el primer instante, ni siquiera dando tiempo a que se invente algo. Hasta el lenguaje les traiciona. Como si estuviera al alcance del promotor llegar a alcanzar el calificativo de innovador. Solo el tiempo, la utilidad, las ventajas sobre lo existente y el beneficio para la Humandad están acreditados para conceder tal rotulación. Pervertir el lenguaje es un signo del inicio de alguna trampa.
Es más frecuente considerar que las ideas nuevas, cuando implican novedades, las han de producir ellos (los otros), porque copiando se evita la inversión que supone el descubrimiento y se piensa que es un triunfo, desde la picaresca que se ahorra la inversión que exige la investigación. En estos ámbitos, cada vez con mayor escrupulosidad, no se abomina de la copia, del plagio, en la adopción a nivel privado de medios, procesos o mecanismos, y todavía se considera un triunfo el lograr adoptar lo que hace el vecino y “ahorrar”, aunque debería calificarse con otro término más ajustado. Ni agentes públicos ni privados escapan de este anatema.
Nuestro país y también nuestra Región vienen “ahorrando” inversiones en investigación, también con acciones propias de la picaresca, como saltarse algún año y no cursar las convocatorias, con lo que la inversión no la hacen. Naturalmente que los investigadores afectados tampoco avanzan lo que deberían por falta de recursos. En un sistema de Ciencia y Tecnología que funcione, los logros son proporcionales a la inversión. España tenía mucho recorrido por cubrir en la década de los ochenta, cuando decidió acometer un programa serio de investigación a nivel de país. El esfuerzo fue descomunal, pero se logró avanzar considerablemente. Otra cosa es que el mantenimiento del nivel de inversión no se hizo y el foso que reintrodujo, costará mucho tiempo en cerrarse y nos distanciamos de los países de nuestro entorno, esos con los que permanentemente queremos compararnos.
A todo ello hay que añadir la carencia de una personalidad investigadora colectiva, regional y nacional, capaz de establecer líneas de interés colectivo e inducir a investigadores de entidad a acometer la resolución de algún problema de envergadura. El agua es uno de esos problemas para la Región de Murcia. El desarrollo de nuevas técnicas de captación de agua a partir de donde sea, y también del aire, ocupa a investigadores de otras latitudes, en algún caso de la vecina provincia. Con esto constatamos que “otros” no sólo están preocupados, sino que se ocupan y son ellos los que pretenden inventar. ¡Nos pasa poco
Con mucha ignorancia de la importancia que tiene este tipo de actividad, hay mucha gente que piensa que esto de investigar está reservado a gente de otras latitudes que dispongan de recursos suficientes y, en alguna parte, lo tienen que colocar. Así es que, con harta frecuencia se consume la vida, esperando que “otros” solucionen nuestros problemas. En cierta medida, también, muchos piensan que no hay capacidad suficiente en torno a ellos para abordar una investigación seria, meditada y capaz de solventar nuestros problemas. Un termómetro para desvelar estas conductas radica en el desprecio con el que nos desenvolvemos en el ámbito de la investigación desde el lenguaje cotidiano. No sólo consiste esta falta de respeto con esa conducta picaresca que enmarcara de forma lapidaria el genio de Unamuno: “que inventen ellos”, sino con la referencia con la que calificamos cualquier actividad que no sería capaz de salir airosa del más mínimo examen con cierto rigor, para distinguir si se trata de una novedad o una simple “chorrada” sin vocación de más alcance. Hoy la ocurrencia, idea, invento, novedad, prototipo, desarrollo y si las cosas llegan a más, innovación, la suele reducir y resumir la gente algo ignorante, en una innovación desde el primer instante. Deberíamos huir de esos que nos hablan de innovación desde el primer instante, ni siquiera dando tiempo a que se invente algo. Hasta el lenguaje les traiciona. Como si estuviera al alcance del promotor llegar a alcanzar el calificativo de innovador. Solo el tiempo, la utilidad, las ventajas sobre lo existente y el beneficio para la Humandad están acreditados para conceder tal rotulación. Pervertir el lenguaje es un signo del inicio de alguna trampa.
Es más frecuente considerar que las ideas nuevas, cuando implican novedades, las han de producir ellos (los otros), porque copiando se evita la inversión que supone el descubrimiento y se piensa que es un triunfo, desde la picaresca que se ahorra la inversión que exige la investigación. En estos ámbitos, cada vez con mayor escrupulosidad, no se abomina de la copia, del plagio, en la adopción a nivel privado de medios, procesos o mecanismos, y todavía se considera un triunfo el lograr adoptar lo que hace el vecino y “ahorrar”, aunque debería calificarse con otro término más ajustado. Ni agentes públicos ni privados escapan de este anatema.
Nuestro país y también nuestra Región vienen “ahorrando” inversiones en investigación, también con acciones propias de la picaresca, como saltarse algún año y no cursar las convocatorias, con lo que la inversión no la hacen. Naturalmente que los investigadores afectados tampoco avanzan lo que deberían por falta de recursos. En un sistema de Ciencia y Tecnología que funcione, los logros son proporcionales a la inversión. España tenía mucho recorrido por cubrir en la década de los ochenta, cuando decidió acometer un programa serio de investigación a nivel de país. El esfuerzo fue descomunal, pero se logró avanzar considerablemente. Otra cosa es que el mantenimiento del nivel de inversión no se hizo y el foso que reintrodujo, costará mucho tiempo en cerrarse y nos distanciamos de los países de nuestro entorno, esos con los que permanentemente queremos compararnos.
A todo ello hay que añadir la carencia de una personalidad investigadora colectiva, regional y nacional, capaz de establecer líneas de interés colectivo e inducir a investigadores de entidad a acometer la resolución de algún problema de envergadura. El agua es uno de esos problemas para la Región de Murcia. El desarrollo de nuevas técnicas de captación de agua a partir de donde sea, y también del aire, ocupa a investigadores de otras latitudes, en algún caso de la vecina provincia. Con esto constatamos que “otros” no sólo están preocupados, sino que se ocupan y son ellos los que pretenden inventar. ¡Nos pasa poco
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