Pensándolo bien...
La Ciencia invierte el tiempo en el afloramiento de misterios. En el pasado así ha sido y se ha proyectado al futuro perfilando el entorno en el que se desenvuelve la actividad humana. Los desafíos han sido constantes. Tras la creencia, al final del siglo XIX, de que todo se sabía y solamente faltaban algunos detalles, por cierto, nada más lejos de la realidad, dado que se propició gracias a la genialidad y constancia en el trabajo de Planck, nada menos que el mundo nuevo de la mecánica cuántica, todavía sin liberarse de las sorpresas, surgió Pauli en 1930 reparando que la variabilidad de la energía de las partículas beta, desafiaba los principios básicos de la conservación de la energía y el momento.
Como también suele ocurrir siempre, al descorrer las cortinas de la ignorancia, se desvelan nuevos interrogantes que retan a los científicos. Cuando Pauli formuló la descripción teórica del decaimiento beta, generó otra ambigüedad, al proponer la existencia de una partícula nueva, sin carga y casi sin masa, que podía justificar la conservación de la energía y del momento, aunque pudiera ser imposible de detectar. Postular una partícula que no puede detectarse, es una afrenta a la Física, como el mismo Pauli reconocía. Pero, lo cierto y verdad es que Pauli pasó a formar parte de los científicos que han cambiado el mundo.
Suzie Sheehy considera, en un flamante libro en el que aborda cualquier cuestión de cualquier cosa, que se pueden considerar hasta doce descubrimientos significativos en los veinte siglos que nos contemplan. El mundo se ha ido transformando y hemos ido comprendiendo, cada vez con mayor profundidad, el entorno en el que nos encontramos. La curiosidad y la dedicación a la Ciencia de miles de personas, nos han permitido el avance que ha propiciado nuestro actual horizonte.
Desde los experimentos con los rayos catódicos realizados a finales de siglo, 1895, en Alemania, lo que propició la detección de los rayos X, hasta el descubrimiento de la primera partícula subatómica, a la confirmación del bosón de Higgs en 2012, se construye un relato del que se puede aprender no solo episodios individuales de éxito, sino la naturaleza íntima de la propia Física. En todos los casos se dan objetivos que los científicos quieren responder y una acumulación de conocimiento, derivado de los descubrimientos con los que se va comprendiendo cada vez mejor el mundo en el que vivimos. Pero, no es menos cierto, que se va modelando el perfil en esa cadena infinita de conocimientos y nunca realizada en su totalidad, que llevan a otros conocimientos y propician el desarrollo de nuevos conocimientos. La espiral del mundo sobre la que cabalgamos al tiempo que nos desenvolvemos.
El mundo, desde la escala individual hasta el macrocosmos. De cuando en cuando, los descubrimientos también propician situaciones negativas en las que las personas emplean los avances contra otras personas. Como si se tratara de diabólicos descubrimientos. El desarrollo de las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, es un excelente ejemplo. Se pone en evidencia la necesidad de desarrollo, paralelamente, de la conciencia social que propicie la cooperación internacional capaz de mitigar los desmanes que, a niveles locales pudieran darse, como así ha ocurrido. Resulta bastante más fructífera la cooperación internacional, como la surgida para el desarrollo del colisionador de hadrones, por ejemplo.
Los retos actuales de la Ciencia requieren la cooperación, no solo científica, sino de los gobiernos que proporcionen los recursos que se requieren y que la sociedad reclama. Desde la naturaleza de la materia oscura, hasta la crisis climática, son retos que enfrentamos como sociedad global. Hay que poner al descubierto los enigmas como el citado de Pauli, que él denominó neutrones y que con el tiempo se identificaron con los neutrinos, ya en 1956. Todo llega al que sabe esperar.
El siglo XX, al completo, ha sido un siglo de avances científicos. Las preguntas irrumpen en su momento, que no necesariamente es el nuestro, La torpeza colectiva, en repetidas ocasiones, ha sido creer que ya estaba todo conseguido. Cada vez que se ha dado la circunstancia, se ha impuesto una severa corrección que suscitó de nuevo la humildad del científico. Hoy no sabemos qué auténticos retos de alcance nos sumergirán en nuevos horizontes. Las preguntas que puedan ser intratables ahora, no tienen por qué tener que ver con las del futuro. La perseverancia, la curiosidad, que no hay por qué perderla nunca y la colaboración, nos impulsarán para superar los desafíos ahora inconcebibles.
Por otro lado, no necesariamente el reconocimiento viene a colmar el trabajo bien hecho. Hay demasiados ejemplos y contraejemplos que evidencian las ignorancias calculadas con las que se han prodigado los tiempos. No pensemos que son cosas del pasado, acabamos de vivir una bien reciente con el CRISPR, a ver si podemos considerar ponderado el reconocimiento. Las mujeres, históricamente han sido objeto de olvido. No solo las renombradas, sino también otras que han pasado inadvertidas. Lise Meitner es una de ellas. Einstein la llamaba la Marie Curie Alemana. Trabajó sobre la fisión nuclear y se tardó más de 50 años en reconocer su mérito, sin duda enmascarado por Otto Hahn que recibió el Nobel en 1944, por ello. El concepto de cooperación y colaboración requiere severos repasos. En un ser como el humano, gregario por naturaleza, solo le salva la cooperación. Así ha sido siempre y no parece que haya razones para cambiar. Moldear el mundo es tarea de todos. Esto no ha hecho más que comenzar.
Como también suele ocurrir siempre, al descorrer las cortinas de la ignorancia, se desvelan nuevos interrogantes que retan a los científicos. Cuando Pauli formuló la descripción teórica del decaimiento beta, generó otra ambigüedad, al proponer la existencia de una partícula nueva, sin carga y casi sin masa, que podía justificar la conservación de la energía y del momento, aunque pudiera ser imposible de detectar. Postular una partícula que no puede detectarse, es una afrenta a la Física, como el mismo Pauli reconocía. Pero, lo cierto y verdad es que Pauli pasó a formar parte de los científicos que han cambiado el mundo.
Suzie Sheehy considera, en un flamante libro en el que aborda cualquier cuestión de cualquier cosa, que se pueden considerar hasta doce descubrimientos significativos en los veinte siglos que nos contemplan. El mundo se ha ido transformando y hemos ido comprendiendo, cada vez con mayor profundidad, el entorno en el que nos encontramos. La curiosidad y la dedicación a la Ciencia de miles de personas, nos han permitido el avance que ha propiciado nuestro actual horizonte.
Desde los experimentos con los rayos catódicos realizados a finales de siglo, 1895, en Alemania, lo que propició la detección de los rayos X, hasta el descubrimiento de la primera partícula subatómica, a la confirmación del bosón de Higgs en 2012, se construye un relato del que se puede aprender no solo episodios individuales de éxito, sino la naturaleza íntima de la propia Física. En todos los casos se dan objetivos que los científicos quieren responder y una acumulación de conocimiento, derivado de los descubrimientos con los que se va comprendiendo cada vez mejor el mundo en el que vivimos. Pero, no es menos cierto, que se va modelando el perfil en esa cadena infinita de conocimientos y nunca realizada en su totalidad, que llevan a otros conocimientos y propician el desarrollo de nuevos conocimientos. La espiral del mundo sobre la que cabalgamos al tiempo que nos desenvolvemos.
El mundo, desde la escala individual hasta el macrocosmos. De cuando en cuando, los descubrimientos también propician situaciones negativas en las que las personas emplean los avances contra otras personas. Como si se tratara de diabólicos descubrimientos. El desarrollo de las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, es un excelente ejemplo. Se pone en evidencia la necesidad de desarrollo, paralelamente, de la conciencia social que propicie la cooperación internacional capaz de mitigar los desmanes que, a niveles locales pudieran darse, como así ha ocurrido. Resulta bastante más fructífera la cooperación internacional, como la surgida para el desarrollo del colisionador de hadrones, por ejemplo.
Los retos actuales de la Ciencia requieren la cooperación, no solo científica, sino de los gobiernos que proporcionen los recursos que se requieren y que la sociedad reclama. Desde la naturaleza de la materia oscura, hasta la crisis climática, son retos que enfrentamos como sociedad global. Hay que poner al descubierto los enigmas como el citado de Pauli, que él denominó neutrones y que con el tiempo se identificaron con los neutrinos, ya en 1956. Todo llega al que sabe esperar.
El siglo XX, al completo, ha sido un siglo de avances científicos. Las preguntas irrumpen en su momento, que no necesariamente es el nuestro, La torpeza colectiva, en repetidas ocasiones, ha sido creer que ya estaba todo conseguido. Cada vez que se ha dado la circunstancia, se ha impuesto una severa corrección que suscitó de nuevo la humildad del científico. Hoy no sabemos qué auténticos retos de alcance nos sumergirán en nuevos horizontes. Las preguntas que puedan ser intratables ahora, no tienen por qué tener que ver con las del futuro. La perseverancia, la curiosidad, que no hay por qué perderla nunca y la colaboración, nos impulsarán para superar los desafíos ahora inconcebibles.
Por otro lado, no necesariamente el reconocimiento viene a colmar el trabajo bien hecho. Hay demasiados ejemplos y contraejemplos que evidencian las ignorancias calculadas con las que se han prodigado los tiempos. No pensemos que son cosas del pasado, acabamos de vivir una bien reciente con el CRISPR, a ver si podemos considerar ponderado el reconocimiento. Las mujeres, históricamente han sido objeto de olvido. No solo las renombradas, sino también otras que han pasado inadvertidas. Lise Meitner es una de ellas. Einstein la llamaba la Marie Curie Alemana. Trabajó sobre la fisión nuclear y se tardó más de 50 años en reconocer su mérito, sin duda enmascarado por Otto Hahn que recibió el Nobel en 1944, por ello. El concepto de cooperación y colaboración requiere severos repasos. En un ser como el humano, gregario por naturaleza, solo le salva la cooperación. Así ha sido siempre y no parece que haya razones para cambiar. Moldear el mundo es tarea de todos. Esto no ha hecho más que comenzar.
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