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null Microbios bajo la lluvia

Aunque sean demasiado pequeños para verlos a simple vista no podemos ignorar la importancia de los microorganismos, porque constituyen la base de la biosfera y sin ellos no podrían existir otras formas de vida. Fueron los primeros en aparecer sobre la Tierra y han vivido en este planeta por miles de millones de años, mucho antes que las plantas y los animales. Existen incluso en condiciones físicas y químicas que no permiten otras formas de vida y nos rodean por todas partes. Un litro de agua en apariencia transparente puede contener millones de bacterias. En la naturaleza desarrollan un papel clave en muchos procesos geoquímicos, como el ciclo del nitrógeno, el del azufre o el del carbono, y hace mucho tiempo descubrieron la fotolisis del agua cuando todavía no existían las plantas. Esto hizo posible la aparición del oxígeno atmosférico, permitiendo la evolución aerobia de la que somos el resultado más reciente.

Los microorganismos también pueden influenciar el tiempo atmosférico. En concreto, varias investigaciones se han centrado en la capacidad de muchos microbios fotosintéticos marinos para producir dimetilsulfuro (DMS), un componente volátil que escapa a la atmósfera, donde resulta foto-oxidado para formar sulfato. El sulfato actúa como un agente nucleante del agua y, cuando se forma en cantidad suficiente, induce la formación de nubes. Este hecho tiene tres importantes consecuencias. Primero, las nubes ensombrecen los océanos y, en consecuencia, reducen el crecimiento de microorganismos fotosintéticos y la producción de DMS, lo que a su vez conduce a disminuir la formación de nubes como un mecanismo cíclico de autocontrol. Por otra parte, las nubes promueven la lluvia. Finalmente, la luz solar entrante se refleja en las nubes, rebajando el calor en la Tierra y moderando por tanto el calentamiento global.

Los microbios determinan también algunas de nuestras percepciones, como el típico olor a tierra húmeda que se nota cuando llueve. Esto se debe a sustancias químicas volátiles (geosminas) que son producidas por microorganismos del suelo. Curiosamente, los laboratorios que cultivan actinomicetos huelen intensamente a tierra mojada. Como diminutas versiones del actor Gene Kelly en la película “Cantando bajo la lluvia”, esos microorganismos parecen alegrarse de la llegada del agua que permite reiniciar su crecimiento detenido por la sequedad, y sintetizar, además de otras cosas, las olorosas geosminas. Estas sustancias también causan los aromas terrosos que se perciben en algunos vinos contaminados por actinomicetos.