Pensándolo bien...
Los metales forman parte de nuestro organismo y es un error considerarlos, sin más, perjudiciales para la salud. La idea común es suponer que los metales pesados tienen que ver con envenenamiento y efectos tóxicos. Algo hay de ello, ya que todo es cuestión de la dosis. Lo cierto y verdad es que el cuerpo precisa incorporar oligoelementos y metales para que su funcionamiento sea correcto. Los elementos químicos se clasifican en esenciales y no esenciales en relación a su aportación a la nutrición y por ende a la salud humana. Los metales en forma iónica, esenciales son hierro, calcio, cinc, cromo, cobalto, manganeso, selenio, yodo y molibdeno. El hierro es un componente central en la molécula de hemoglobina que conforma la sangre. El cobalto está implicado en la producción de enzimas que interviene en la síntesis de la hemoglobina. El selenio interviene en la producción de diversas proteínas. El calcio está presente en la armadura ósea. Los elementos no esenciales, como el litio, se usan en el tratamiento de enfermedades mentales como la depresión. Son más conocidos los asociados a las dificultades o agresiones que provocan, como el arsénico, níquel y cadmio. Los oligoelementos forman parte de organismos sanos y se requieren dosis por debajo de 100 miligramos por día. Más resultan tóxicos, incluso la muerte, y la mayoría tienen un efecto acumulativo y menos pueden dar lugar a enfermedades crónicas, porque son necesarios.
El escenario actual contempla la robótica considerada como elementos externos e independientes y autónomos en su grado de desarrollo máximo o la visión del transhumanismo, que valora que la evolución darwiniana puede considerarse que ha llegado al límite, concurriendo la circunstancia de que el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial plantea un escenario que no deja otra alternativa que no sea integrarnos en la tecnología. Indirectamente, esta última visión asume la posición de que los humanos estamos en el soporte adecuado y que las mejoras vendrán a partir de ello. Unas y otras requieren el desarrollo de dispositivos que requieren aporte energético para su funcionamiento. Exactamente, la misma necesidad de los humanos que es necesario que se alimenten para estar vivos.
Los humanos, en el mejor de los casos, siempre han buscado inspiración en esa fuente inagotable de ideas que es la Naturaleza. Su parsimonia le ha hecho ensayar todas las alternativas posibles. Es una excelente maestra. De hecho cuando la Naturaleza ha sido nuestro propio cuerpo, hemos imitado, aunque no necesariamente para bien siempre, y hemos construido lo que denominamos ordenador o computador, según la filosofía subyacente, constituido por un procesador o unidad central de proceso (cerebro) una memoria (como archivo pasado y almacenamiento de los datos), y unas unidades externas, como son los brazos las piernas, la voz, etc., que en los aparatos electrónicos se materializan en impresoras, pantallas, y un sinfín de dispositivos conectados externamente al ordenador. Y es en esta parcela en la que ahora se incide, especialmente. Por otro lado, ambos, humano y máquina, hay que alimentarlos con energía que les permita el funcionamiento, que en el humano representa el corazón que recarga a partir de la ingesta de alimentos que, químicamente, sufren las transformaciones necesarias para liberar los distintos componentes que necesita el cuerpo y la energía necesaria para el funcionamiento.
Este suministro de energía, en las máquinas se visualiza, generalmente, con las baterías o la corriente directa. Los robots no necesitan alimentos como los humanos, o si, según se vea. Precisan, como los humanos, la energía. En el caso de los robots el alimento es la energía eléctrica. Cabe conjeturar que las máquinas pudieran alimentarse en lugar de acudir a la batería cargada de electricidad. Para ello se acude a los metales. El fundamento es la electroquímica y las reacciones químicas que producen electricidad. ¿Qué son si no las baterías? Ahora, la novedad es que no se trata de baterías y bien puede estar en la superficie en la que se mueve el robot. Algo parecido a los humanos. Podía ser captarla del sol, es una opción. Wang y colaboradores abogan por los metales y el aire. Parece rentable, pues alcanzan 13 veces la energía de las baterías de litio y 10 veces mayor que la energía de los captadores solares. La propuesta consiste en obtener la energía eléctrica a partir de metales como aluminio, cinc o acero que se dispone en una placa que va a actuar de ánodo (cederá los electrones al reaccionar con los OH que provienen del cátodo) y se separa mediante un hidrogel, que actúa de electrolíto, que transporta los OH que provienen de una placa que actúa de cátodo y es de platino o carbono donde el oxígeno del aire y el agua, reaccionan, con la ayuda de los electrones que proceden del ánodo, liberando los OH que transportarán a través del hidrogel. El resultado final es la generación de una corriente de electrones, que alimenta al robot de forma eficiente. No tiene paparajotes de postre, pero se alimenta un robot.
El escenario actual contempla la robótica considerada como elementos externos e independientes y autónomos en su grado de desarrollo máximo o la visión del transhumanismo, que valora que la evolución darwiniana puede considerarse que ha llegado al límite, concurriendo la circunstancia de que el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial plantea un escenario que no deja otra alternativa que no sea integrarnos en la tecnología. Indirectamente, esta última visión asume la posición de que los humanos estamos en el soporte adecuado y que las mejoras vendrán a partir de ello. Unas y otras requieren el desarrollo de dispositivos que requieren aporte energético para su funcionamiento. Exactamente, la misma necesidad de los humanos que es necesario que se alimenten para estar vivos.
Los humanos, en el mejor de los casos, siempre han buscado inspiración en esa fuente inagotable de ideas que es la Naturaleza. Su parsimonia le ha hecho ensayar todas las alternativas posibles. Es una excelente maestra. De hecho cuando la Naturaleza ha sido nuestro propio cuerpo, hemos imitado, aunque no necesariamente para bien siempre, y hemos construido lo que denominamos ordenador o computador, según la filosofía subyacente, constituido por un procesador o unidad central de proceso (cerebro) una memoria (como archivo pasado y almacenamiento de los datos), y unas unidades externas, como son los brazos las piernas, la voz, etc., que en los aparatos electrónicos se materializan en impresoras, pantallas, y un sinfín de dispositivos conectados externamente al ordenador. Y es en esta parcela en la que ahora se incide, especialmente. Por otro lado, ambos, humano y máquina, hay que alimentarlos con energía que les permita el funcionamiento, que en el humano representa el corazón que recarga a partir de la ingesta de alimentos que, químicamente, sufren las transformaciones necesarias para liberar los distintos componentes que necesita el cuerpo y la energía necesaria para el funcionamiento.
Este suministro de energía, en las máquinas se visualiza, generalmente, con las baterías o la corriente directa. Los robots no necesitan alimentos como los humanos, o si, según se vea. Precisan, como los humanos, la energía. En el caso de los robots el alimento es la energía eléctrica. Cabe conjeturar que las máquinas pudieran alimentarse en lugar de acudir a la batería cargada de electricidad. Para ello se acude a los metales. El fundamento es la electroquímica y las reacciones químicas que producen electricidad. ¿Qué son si no las baterías? Ahora, la novedad es que no se trata de baterías y bien puede estar en la superficie en la que se mueve el robot. Algo parecido a los humanos. Podía ser captarla del sol, es una opción. Wang y colaboradores abogan por los metales y el aire. Parece rentable, pues alcanzan 13 veces la energía de las baterías de litio y 10 veces mayor que la energía de los captadores solares. La propuesta consiste en obtener la energía eléctrica a partir de metales como aluminio, cinc o acero que se dispone en una placa que va a actuar de ánodo (cederá los electrones al reaccionar con los OH que provienen del cátodo) y se separa mediante un hidrogel, que actúa de electrolíto, que transporta los OH que provienen de una placa que actúa de cátodo y es de platino o carbono donde el oxígeno del aire y el agua, reaccionan, con la ayuda de los electrones que proceden del ánodo, liberando los OH que transportarán a través del hidrogel. El resultado final es la generación de una corriente de electrones, que alimenta al robot de forma eficiente. No tiene paparajotes de postre, pero se alimenta un robot.
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