Columnas
Yo llevo algún tiempo recomendando a mis alumnos que estudien desconfiando de la forma verbal del conocimiento, por mucho que ésta sea imprescindible para comunicarnos unos con otros con precisión. El cerebro no está muy capacitado para retener formas verbales en memoria (nadie retiene bien los textos). Sí que tenemos gran facilidad para asimilar la información recibida una vez ésta es traducida a relaciones espaciales entre elementos de un esquema, o sea, cuando se convierte en un mapa cognitivo (realista o abstracto; todos recordamos miles de sitios, caras, esquemas, y otras disposiciones ordenadas en el espacio, sin problemas). Sin embargo, muchos alumnos escasamente emplean su enorme capacidad visuo-espacial para comprobar que lo que van aprendiendo es completo y exacto, fiándose más de su comprensión y memoria verbal. Recomiendo la técnica que sigue. Una vez escuchado el profesor, o leído determinado texto, al alumno le interesa revisar notas y luego verter ordenadamente sobre un papel en blanco la información de que dispone (sin copiar de otra fuente que la propia mente). Los esquemas -buenos o malosfuerzan al cerebro a representar el mapa cognitivo en creación, revelando en sus detalles o carencias el grado de precisión obtenido. Es normal que el registro de nuestro conocimiento al principio del estudio sea imperfecto. Por lo tanto, la sesión de estudio prosigue, ahora criticando y corrigiendo en sucesivos intentos los contenidos fundamentales, secundarios y accesorios del tema. Cada duda planteada es motivo para volver con atención focalizada a los textos. La re-lectura o el subrayado de frases ‘importantes’ dan excesiva importancia a las palabras y no favorecen al mapa cognitivo. Las correcciones del mapa quedan fácilmente asimiladas en el papel, a veces como detalles adicionales, flechas indicativas, o esquemas accesorios, con evidente perfeccionamiento del esquema global, y, por tanto, del mapa cognitivo. Esto prosigue hasta el límite que marque la propia curiosidad, o el sentido de responsabilidad del individuo (o la disponibilidad de datos; los científicos siguen haciéndose preguntas). Un repaso ulterior, días después, siempre mediante esquema sobre papel en blanco, demostrará el progreso logrado. Quizá aparezcan otros aspectos mejorables. Esta sencilla metodología se ha revelado útil al aconsejar a alumnos con problemas. Es consistente con la teoría sobre los mapas cognitivos ‘mejorables’ y ‘combinables’ que construye nuestro cerebro. Mi experiencia es que así se aprende más en menos tiempo, y, además, uno se hace consciente de lo que sabe y no sabe.