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null Los lobos de Chernóbil

Sábado 26 de abril de 1986, uno de los cuatro reactores de la central nuclear de Chernóbil en Ucrania empieza a arder, provocando lo que, a la postre, sería el mayor desastre nuclear de la historia. Casi cuarenta años después, sin embargo, sigue la controversia sobre el número de víctimas y sobre sus efectos en la salud de la población. Algunas estimaciones indican que la radiación de Chernóbil podría haber arrebatado la vida a más de 4.000 personas durante los primeros 20 años después de la tragedia, siendo la leucemia y el cáncer de tiroides las enfermedades más generalizadas entre la población afectada.

Tras el desastre, en un radio de unos 30 kilómetros alrededor del reactor, se produjo la muerte de muchas especies de plantas y animales; sin embargo, poco tiempo después, y debido a la ausencia del ser humano en la zona, empezó a florecer una amplia vida salvaje, llamando la atención una alta población de lobos, que a pesar de estar sometidos diariamente a dosis letales de radiación parecían resistentes a sus efectos.

Cara Love y su grupo de investigación de la Universidad de Princeton compararon el material genético de los lobos que vivían dentro de la Zona de Evacuación de Chernóbil con el de aquellos que residían fuera de ella y, sorprendentemente, encontraron que varios genes relacionados con la reparación del ADN y el sistema inmune mostraban mutaciones en los animales expuestos a altas dosis de radiación.

La existencia de estos “lobos mutantes” nos habla de la rápida adaptación de los seres vivos ante un escenario apocalíptico y nos hace concebir esperanzas en la lucha contra el cáncer. Descubrir todos los genes que hacen resistentes a los lobos de Chernóbil a la radiación y encontrar sus homólogos en el ser humano nos permitirá entender cuales son las mutaciones genéticas que permiten aumentar nuestra supervivencia al cáncer y, porque no, descubrir nuevas formas de curar esta enfermedad.

Aun creo escuchar la célebre frase de Félix Rodríguez de la Fuente “Hoy apenas si se escucha ya el canto del lobo” con la que denunciaba la difícil relación entre el lobo y el hombre en la península ibérica. Parece ser que, afortunadamente para este fiero animal, la radiación nuclear no es tan peligrosa para su supervivencia como lo es la presencia del ser humano y que siguiendo los dictados del filósofo alemán Friedrich Nietzsche “A veces, lo que no te mata te hace más fuerte”.