Pensándolo bien...

null LA VIDA EN COLOR

La vida en color no es solo un fenómeno estético; es una dimensión profunda del desarrollo evolutivo, una estrategia sensorial, un lenguaje silencioso que influye en la supervivencia, la reproducción y la conciencia del entorno. Aunque hoy muchas especies, incluyendo los humanos, disfrutan de una visión rica en tonalidades, la historia del color en la vida es una evolución larga, con hitos bioquímicos y adaptativos que transformaron la percepción del mundo.

Mucho antes de que existieran ojos capaces de percibir el color, éste ya existía. Era un resultado físico de la interacción entre la luz solar y las moléculas. Las primeras formas de vida unicelular, hace unos 3.800 millones de años, surgieron en un entorno marino donde la luz del sol apenas penetraba. Sin embargo, con el tiempo, algunas de esas células desarrollaron pigmentos fotosensibles, como la clorofila, que permitieron captar la energía solar. Estos pigmentos no fueron diseñados para ver colores, pero marcaron el inicio de una relación entre la vida y la luz.

La capacidad de percibir colores surgió millones de años después, como una consecuencia de la evolución de los órganos visuales. En términos evolutivos, el ojo no apareció de repente, sino que se desarrolló en múltiples etapas, desde simples manchas fotosensibles hasta estructuras complejas con lentes y retinas. El desencadenante de la visión en color fue la diversificación de las proteínas opsinas, que están presentes en los fotorreceptores de los ojos. Estas proteínas, cuando se combinan con ciertos pigmentos, permiten detectar diferentes longitudes de onda de luz. Los primeros organismos que desarrollaron múltiples tipos de opsinas pudieron distinguir entre distintos colores, lo cual ofrecía una ventaja evolutiva.

En insectos, peces y aves, esta capacidad se desarrolló de manera extraordinaria. Por ejemplo, muchas aves tienen una visión tetracromática (cuatro tipos de conos), lo que les permite ver colores en el rango ultravioleta que los humanos no percibimos. En cambio, los mamíferos, especialmente los nocturnos, perdieron parte de esa capacidad durante su evolución.

La aparición de la vida en color no fue accidental, sino que respondió a presiones selectivas. Algunos factores clave incluyen son la selección sexual, según la cual muchos animales comenzaron a desarrollar colores brillantes para atraer parejas. El plumaje de los pavos reales o los patrones de las mariposas son producto de esta presión evolutiva. El camuflaje, por el que, en la lucha por sobrevivir, muchas especies adoptaron colores que les ayudaban a mimetizarse con su entorno y evitar a los depredadores. El camaleón es un ejemplo extremo de adaptación cromática. En otros casos es la advertencia y aposematismo, por el que algunas especies adoptaron colores vivos para advertir de su toxicidad, como las ranas dardo venenoso de América Latina o las orugas que imitan serpientes. La comunicación social, se practica en algunas especies sociales, como los primates, los colores en el rostro o el trasero indican estados emocionales, jerarquías o disponibilidad sexual. Finalmente, en la detección de alimentos, ya que ver en color permite distinguir frutos maduros, hojas nutritivas o animales camuflados. Este fue un factor clave en la evolución de la visión tricromática en los primates, incluidos los humanos.

No todas las especies han desarrollado la visión en color. De hecho, muchos animales ven el mundo en una escala de grises o con una gama muy reducida de colores. Esto no significa que tengan una visión inferior, sino que está adaptada a sus necesidades ecológicas. Muchos mamíferos que viven de noche, como gatos, ratones, murciélagos o búhos, tienen una visión optimizada para condiciones de poca luz. Poseen bastones altamente sensibles, pero pocos o ningún cono para distinguir colores. Los perros y gatos, aunque no ven en blanco y negro, su visión cromática es limitada. Los perros, por ejemplo, son dicrómatas, pues pueden ver principalmente en tonos de azul y amarillo, pero no distinguen el rojo ni el verde como los humanos. Las focas y ballenas son mamíferos marinos que ven casi exclusivamente en escala de grises. La luz no penetra bien en las profundidades marinas, así que la visión en color no es una ventaja adaptativa para ellos. En los tiburones se ha comprobado que muchas especies de tiburón ven en blanco y negro, lo que no impide que sean depredadores eficaces. Su visión está más enfocada en contrastes y movimientos.

Imagen creada con ayuda de ChatGPT con DALL-E

El color transformó la evolución biológica y la ecología. Entre sus aportaciones más notables se encuentran la diversidad de formas y señales, ya que el color permite una explosión de patrones, camuflajes y señales visuales. Ha impulsado la biodiversidad estética y funcional. La mejora de la navegación se hace patente en muchas aves y abejas, que utilizan colores y patrones del entorno para orientarse, identificar flores o regresar a sus nidos. Los colores de las flores atraen polinizadores, como abejas y colibríes, lo que ha generado relaciones simbióticas esenciales para la reproducción de las plantas. En los animales más complejos, incluyendo el ser humano, el color está vinculado al desarrollo cognitivo, a la memoria visual y a la cultura. En los humanos, el color ha sido fuente de expresión emocional, simbólica y artística. Desde las pinturas rupestres hasta los vitrales medievales o la pintura abstracta moderna, el color ha sido una extensión del alma y el pensamiento.

La aparición del color en la vida marcó también el inicio de una forma de codificación visual del mundo. En la naturaleza, el color tiene significados biológicos claros: peligro, atracción, nutrición, jerarquía. En las sociedades humanas, esos significados se volvieron culturales: el rojo como pasión o violencia, el blanco como pureza, el negro como luto. Así, el color no solo se percibe, sino que se interpreta, y en ese paso de la biología a la cultura, la vida en color alcanzó una nueva dimensión.

La vida en color no es un mero accidente óptico, sino una compleja interacción entre evolución, ambiente, percepción y sentido. Surgió de la necesidad de ver mejor, adaptarse y comunicarse, pero fue mucho más allá: transformó la apariencia del mundo, dictó estrategias vitales y, en los humanos, se convirtió en arte, símbolo y lenguaje. Vivir en color es, en el fondo, vivir con un plus de conciencia.

Hoy vemos el mundo en color y todo indica que los matices cromáticos están hechos para ser vistos.  En realidad, solamente están preparados para los que pueden ver en color. La cuestión es reflexionar sobre qué fue primero el color. En todo caso es fascinante la función inicial del color y la visión del mismo. A partir del registro fósil y los árboles filogenéticos los científicos han inferido que la visión del color y las señales de coloración debieron aparecer juntas. La reflexión y la curiosidad nos llevan a formular preguntas fundamentales como las referidas.

En términos evolutivos, el desarrollo de ciertos indicadores cromáticos, como los constatados relacionados con la sexualidad, pueden conllevar también la servidumbre de servir de reclamo a depredadores, lo cual supone un coste evolutivo, también. Evidentemente que sin la visión del color mantener señales distintivas tendería a desaparecer por inutilidad de mantenerla. Esto supone un incentivo evolutivo para desarrollar la capacidad de percibir las señales cromáticas.

Wiens, en colaboración con Emberts, intentaron reconstruir la historia evolutiva del color en los seres vivos. Revisaron la literatura, con el fin de establecer direcciones aproximadas de estos rasgos primitivos. Es un método no fiable del todo, por cuanto si varias especies comparten un rasgo, se puede inferir que evolucionaron a partir de un origen común. Su hipótesis fue la de que color y detección evolucionaron al mismo tiempo. A partir de los datos concluyen que los colores aparecieron hace unos 300 millones de años en frutos y semillas. En flores se data en torno a 200 millones de años. Todo indica a partir de los indicios de coloración e registro fósil, concretamente de una cucaracha fosilizada en ámbar, que los animales usaron los colores para ahuyentar a depredadores hace unos 130 millones de años. Se conjetura que, incluso en especies que no tienen visión se pudo desarrollar el color que los depredadores si detectan. Es posible, incluso que la evolución de la visión del color haya tenido lugar varias veces de forma independiente y al margen de cualquier señal de color. Es evidente que la utilidad de un color como atractivo sexual responde a la capacidad de visión de los congéneres para que las señales funcionen. Pero su génesis es independiente. Se llega a conjeturar que la evolución de la visión del color debió acontecer entre 100 y 200 millones de años antes de cualquier señal de color.

Sopa de letras: LA VIDA EN COLOR

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