Pensándolo bien...

null LA LEY DE SUTTON

Las leyes naturales aluden a los factores invariantes, por tanto, a las constantes propias de las cosas y tienen mucho que ver con una causa primera. La autoridad que establece las leyes, puede ser de origen natural. En este caso, no son artificiales, no han sido creadas ni propuestas por el hombre y son ajenas a las voluntades humanas. Tienen carácter atemporal, son eternas, e invariables y válidas en cualquier localización. Son irrevocables.


Las denominadas leyes no siempre son tales. En muchos casos la denominación es hiperbólica y categoriza una regla operativa, sin atender a los requisitos formales para clasificar la propuesta como ley. Hay muchos casos y un buen ejemplo de ello son las múltiples formulaciones de las leyes de Murphy. Dedicaremos atención a un caso sobresaliente: la ley de Sutton. Está muy extendida en ámbitos médicos en los que el diagnóstico se práctica con harta frecuencia, unas veces con mayor fundamento que otras. En el ámbito físico, el proceso por el que se determina la causa más probable de un hecho o signo concreto o un síntoma, se denomina diagnóstico diferencial. En realidad no es sino un término sofisticado para denominar la aludida ley de Sutton.


El origen de esta ley es curioso, cuando menos. Walter (Willy) Sutton fue un notable ladrón de bancos, que eludió durante décadas la captura y puesta a disposición de la Justicia. Finalmente, fue aprendido y cuando fue interrogado sobre por qué robaba bancos, emitió su famosa respuesta: “Ahí es donde está el dinero”, que se convirtió en la Ley de Sutton. El implicado negó repetidas veces el haber pronunciado tan lapidaria frase, como dejó constancia en un libro publicado en 1976, titulado “Donde estaba el dinero”, pero el epónimo ha sobrevivido a la posteridad. Viene a significar que las cosas comunes, son comunes y el diagnóstico de cualquier enfermedad o hecho raro o poco común (exótico) requiere un elevado grado de evidencia. En el ámbito médico de algún país, la versión reza del siguiente tenor: “Si escuchas galopar, no asumes que es una cebra”. Propone que los primeros exámenes a realizar son aquéllos que permiten confirmar o descartar el diagnóstico más probable.


Rememora aquélla formulación que se denomina “Navaja de Ockham”, según la cual la parsimonia tiene distintas formulaciones “ En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. No es, como todas estas formulaciones, ningún principio irrefutable dado que, en demasiados casos, la explicación hay que encontrarla en las formulaciones más complejas. Una teoría solamente resulta confirmada por la evidencia a la luz de la razón. Ambas leyes, de Ockham y Sutton, son primas hermanas. Esta última aboga por dar prioridad en el diagnóstico, a lo más obvio. No sólo en el campo farmacológico o médico, en general, sino que alcanza el ámbito de la computación, cuando se buscan motivos para justificar que un programa de ordenador no funciona como debiera.


Tiene una lectura alternativa y es la ordenación de las acciones a llevar a cabo, sujetas al criterio de probabilidad de ocurrencia. Es un protocolo de análisis. Por ejemplo, situémonos en un quirófano donde se está efectuado una intervención quirúrgica. Supongamos, que en el enfermo intervenido se da un aumento progresivo de la concentración de CO2 detectado, por ejemplo, en 40 mm Hg y que a los cinco minutos se incrementa hasta 45 mmHg y luego pasa a 55 mmHg en unos cuantos minutos más, Evidencia que, dado que el cuerpo humano tiene bajo control la presión del CO2, el incremento continuado sobrepasa lo que se puede conceptuar como un pequeño incremento. Hay varias causas que, en esta situación, pueden justificar el incremento de la concentración de CO2. Siguiendo la ley de Sutton, comenzaríamos por la más probable: falla una de las válvulas que desvían el CO2 exhalado. En algunas máquinas puede darse, debido a la humedad que entra como consecuencia de quedarse abierta la válvula. El siguiente elemento más probable podría ser el agotamiento del absorbente del CO2. Esto se detecta por el cambio de color del mismo. El agotamiento del absorbente provoca que descienda la temperatura hasta alcanzar la del ambiente, dado que no se estaría dándose la reacción exotérmica, al haberse agotado la capacidad de absorber más CO2. Supongamos que no se ha dado un cambio de color del absorbente, pero la temperatura del mismo es elevada. Es un síntoma nada usual, porque podría indicar que el cuerpo humano está produciendo cantidades enormes de CO2 y que se ha alcanzado un estado hipermetabólico. Ahora podríamos analizar otros signos del carácter hipermetabólico y comprobar la velocidad del corazón y la velocidad de la respiración y la temperatura del cuerpo, por tanto. Finalmente, se puede comprobar la presión parcial de CO2 en la sangre y el pH. Supongamos que la lectura es de 91 mmHg y un pH de 6.9, que es un valor letal (se considera normal en la sangre arterial entre 7.35 y 7.45). No habría problema en el diagnóstico: hipertermia maligna. Es una enfermedad rara. Los anestesistas ven un caso o dos en su vida profesional. Es una enfermedad genética disparada por la inhalación de anestesia, que provoca un hipermetabolismo de los músculos asociados al esqueleto. Si se diagnostica apropiadamente, la mortalidad solo es menos del 5%. De no ser así, bien por retardo en la diagnosis o la aplicación del tratamiento, la mortalidad se aproxima al 100%. Solo la dispara la anestesia inhalada. Suministrar de forma discontinua el anestésico, ventilar más para eliminar el CO2 y suministrar el fármaco apropiado para revertir el hipermetabolismo muscular, son las alternativas o simultáneas soluciones al caso. Usar otro anestésico, de los muchos que hoy hay disponibles, puede soslayar el problema.


Nos interesaba, más que el caso concreto, la metodología por la que se avanza siguiendo la ley de Sutton. Es una vía útil para ordenar el avance del análisis. La contrapartida es la posibilidad de que la respuesta sea la compleja, no la que aparece como más probable y que requiera actuar en tiempo limitado, dadas las consecuencias de la dilatación del mismo. Ahí hay que tener intuición y oficio, para que la ordenación sea otra. Esa es la debilidad de las denominadas leyes de este tipo, No son leyes y su cumplimiento no garantiza una metodología científica. Así son las cosas. ¡Aunque algunos fruncen el ceño, pretendiendo dar seriedad a sus propuestas!