Columnas
Hace poco más de un mes escribí en este espacio una columna sobre la emergencia del coronavirus covid-19. Las últimas líneas recogían mi esperanza de que las lecciones aprendidas de casos previos, como las epidemias por el virus Ébola o por el virus del SARS, podrían garantizar el control de una nueva epidemia. Por desgracia, tal visión ha resultado optimista a la luz de la generalizada pandemia. Otro coronavirus, como el del SARS, llegó a afectar a 32 países y causó poco más de 900 muertes, pero el covid-19 se distribuye a nivel mundial por unos 140 países, afecta a casi medio millón de personas y el número de muertes ocasionadas se acerca a decenas de miles. Además, estas cifras no son representativas porque la propagación real de la pandemia del covid-19 está en pleno desarrollo y constituyen por tanto estimaciones muy conservadoras.
Cabe cuestionar la falta de éxito de los esfuerzos internacionales para controlar el covid-19 y, más específicamente, las causas por las que la enfermedad alcanza en nuestro país niveles alarmantes que alteran profundamente nuestra existencia y nuestra economía. En un mundo globalizado, el control de la circulación del virus basado en el aislamiento social generalizado es una contención de difícil realización. Aunque el virus no presenta una elevada tasa de letalidad, su infectividad es muy alta, de modo que la detección de portadores es crítica. Si adjudicamos al virus una mortalidad del 4% de los infectados, esto supone que de cada 100 pacientes morirán 4, de cada mil 40 y de un millón 40.000. Como el número de muertes viene determinado por el de portadores, la cuestión clave para un control eficaz radica en el análisis sistemático de las secreciones respiratorias en grandes conjuntos de población mediante la reacción en cadena de la polimerasa con transcripción reversa en tiempo real, que evidencia la presencia del genoma viral en las personas infectadas. Tras el aislamiento estricto de los portadores puede intuirse el pico de la curva de evolución de la epidemia y las muertes asociadas.
En esencia, esta estrategia de análisis masivo es la seguida por Corea del Sur, que presenta a estas fechas una tasa de mortalidad del 0.8%, menor que la global de la OMS de un 3.4%. Por contra, España es actualmente el cuarto país con mayor número de casos confirmados y el tercero en número de muertes (6,1%). El número de portadores no parece controlado y se espera una vacuna…