Pensándolo bien...
Al conjunto de las distintas formas que presenta el agua en la Tierra, se denomina Hidrosfera. En el agua apareció la vida, evolucionó inicialmente y hoy se sustenta en ella. Los procesos bioquímicos implicados en la vida transcurren en disolución acuosa y tanto el transporte de los nutrientes, como el de las excreciones tiene lugar sobre ella. En nuestro cuerpo alcanza en torno al 70% y en algunos animales y plantas llega a superar el 90%. El agua transporta materia y energía. Es un medio de transporte cualificado: solubiliza componentes minerales que arrastra hasta el mar y/o los deposita en lugares lejanos al origen. De forma parecida, disuelve componentes atmosféricos gaseosos y los deposita sobre la Tierra o en el mar. Transporta los nutrientes desde el suelo a las plantas y constituye el soporte básico para la distribución de los componentes de los nutrientes por los sistemas internos de los animales y las personas. Pero además del transporte de materia también transporta energía, dado que absorbe energía solar por todas las aguas, en gran cantidad por las aguas oceánicas, en forma de calor latente de vaporización, que después es devuelto a la Tierra en forma de lluvia. No hay duda alguna de que la energía potencial del agua acumulada en una presa, proviene de la transformación de la energía suministrada por el Sol que ha provocado la evaporación y se ha acumulado en el agua que forman las nubes.
Por otro lado, ha sido el agua concretada en la calidad y cantidad de la misma, la que ha determinado el bienestar individual de las personas, en función de la disposición que ha disfrutado de aquélla. Ha tenido que ver directamente con el desarrollo y el declive de las civilizaciones. Los asentamientos venían condicionados por varios factores, entre ellos los relacionados con la defensa, pero el más determinante era la disposición de agua para satisfacer el abastecimiento humano y las actividades que la requirieran. Vitrubio mantenía en alguno de sus diez libros de Arquitectura, que “el agua era imprescindible para la vida, para satisfacer necesidades placenteras y para el uso de cada día”. Roma dominó las técnicas de tratamiento de este recurso y desarrollo procesos y construcciones hidráulicas, como ninguna civilización anterior fue capaz de hacer. El almacenaje y la conducción mediante los acueductos son obras que han dejado huella en la Humanidad, como podemos hoy contemplar.
Desde los primeros asentamientos y aldeas, uno de los problemas más importantes ha sido la contaminación del agua de beber con excrementos de las personas o animales. Las enfermedades como el paludismo o las fiebres tifoideas han provocado millones de muertos. Hoy, como se deduce del informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, las aguas contaminadas provocan en torno a 2.000 millones de diarreas con unos 5 millones de muertos, 3 de ellos niños. En los Estados Unidos se estima que 53 millones de personas beben agua contaminada con metales pesados, bacterias fecales o sustancias químicas. La contaminación del agua dulce por desechos inadecuados y la destrucción de la vida salvaje por la contaminación persisten y se agravan. Las actividades humanas (transporte, alimentación, etc) han impulsado el desarrollo, afectando a los ciclos hidrológicos, de los cuales el agujero de la capa de ozono y el efecto invernadero son ejemplos ilustrativos. Pero no solo son estas incidencias, sino otro factor más importante, ya que con excepción de los insectos, más del 65% de las especies animales viven en los mares y océanos. Esto implica que una gran parte de la vida radica en el agua y se requiere un conocimiento del medio acuático, porque hay que valorar hasta qué punto los mares y océanos son capaces de absorber los productos antropogénicos sin repercusiones dañinas y, en todo caso, cómo restaurar el balance ecológico para normalizar las actividades fotosintéticas y respiratorias en aguas contaminadas. Por último, consideremos que los océanos juegan un papel fundamental en el control del clima, ya que son los amortiguadores del efecto invernadero consecuencia del dióxido de carbono, porque el sumidero natural es aquél. Necesitamos conocer la química de los océanos que está en sus inicios, de forma que fundamentemos el uso racional y sostenible de sus recursos, que resultan ser decisivos para el futuro nuestro y de nuestro Planeta. ¡No es ninguna broma!
Por otro lado, ha sido el agua concretada en la calidad y cantidad de la misma, la que ha determinado el bienestar individual de las personas, en función de la disposición que ha disfrutado de aquélla. Ha tenido que ver directamente con el desarrollo y el declive de las civilizaciones. Los asentamientos venían condicionados por varios factores, entre ellos los relacionados con la defensa, pero el más determinante era la disposición de agua para satisfacer el abastecimiento humano y las actividades que la requirieran. Vitrubio mantenía en alguno de sus diez libros de Arquitectura, que “el agua era imprescindible para la vida, para satisfacer necesidades placenteras y para el uso de cada día”. Roma dominó las técnicas de tratamiento de este recurso y desarrollo procesos y construcciones hidráulicas, como ninguna civilización anterior fue capaz de hacer. El almacenaje y la conducción mediante los acueductos son obras que han dejado huella en la Humanidad, como podemos hoy contemplar.
Desde los primeros asentamientos y aldeas, uno de los problemas más importantes ha sido la contaminación del agua de beber con excrementos de las personas o animales. Las enfermedades como el paludismo o las fiebres tifoideas han provocado millones de muertos. Hoy, como se deduce del informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, las aguas contaminadas provocan en torno a 2.000 millones de diarreas con unos 5 millones de muertos, 3 de ellos niños. En los Estados Unidos se estima que 53 millones de personas beben agua contaminada con metales pesados, bacterias fecales o sustancias químicas. La contaminación del agua dulce por desechos inadecuados y la destrucción de la vida salvaje por la contaminación persisten y se agravan. Las actividades humanas (transporte, alimentación, etc) han impulsado el desarrollo, afectando a los ciclos hidrológicos, de los cuales el agujero de la capa de ozono y el efecto invernadero son ejemplos ilustrativos. Pero no solo son estas incidencias, sino otro factor más importante, ya que con excepción de los insectos, más del 65% de las especies animales viven en los mares y océanos. Esto implica que una gran parte de la vida radica en el agua y se requiere un conocimiento del medio acuático, porque hay que valorar hasta qué punto los mares y océanos son capaces de absorber los productos antropogénicos sin repercusiones dañinas y, en todo caso, cómo restaurar el balance ecológico para normalizar las actividades fotosintéticas y respiratorias en aguas contaminadas. Por último, consideremos que los océanos juegan un papel fundamental en el control del clima, ya que son los amortiguadores del efecto invernadero consecuencia del dióxido de carbono, porque el sumidero natural es aquél. Necesitamos conocer la química de los océanos que está en sus inicios, de forma que fundamentemos el uso racional y sostenible de sus recursos, que resultan ser decisivos para el futuro nuestro y de nuestro Planeta. ¡No es ninguna broma!
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