Cuando uno piensa en el tiempo, suele hacerlo en duraciones de muchos segundos, como minutos, días y años. A menos que sea un atleta de talla mundial en el que las diferencias medidas en décimas, centésimas e incluso milésimas de segundo pueden significar ganar o perder el oro olímpico, es posible que piense que los intervalos inferiores a un segundo no merecen ni un segundo de reflexión.