Artículos Académicos
En recientes fechas hemos sido ampliamente informados de las manifestaciones ocurridas en Méjico por el aumento desorbitado del precio de las tortitas de maíz, alimento básico para una amplia franja de la población mejicana de bajo poder adquisitivo, para los que este aumento representa simplemente bajar muy significativamente su calidad de vida. Sin duda, este aumento se debe al encarecimiento del precio del maíz en los mercados internacionales por la desviación de los tradicionales excedentes de EE UU hacia la producción de bioetanol. Es evidente que algo parecido va a ocurrir para otros granos que son alimentos básicos de naciones del tercer mundo. No se puede negar que estos fenómenos son consecuencia directa del desarrollo biotecnológico (mejora de enzimas y de microorganismos fermentativos) que permite hoy en día producir bioetanol a precios aceptables, desde almidones o celulosas, y por tanto debemos de concluir que la Biotecnología nos ha generado un problema que amenaza al tercer mundo, mientras que se considera una solución para combatir la emisión de CO2 en nuestro primer mundo. ¿Qué solución hay para esta encrucijada? Básicamente sólo una: más Biotecnología. Únicamente, bajo un desarrollo biotecnológico de plantas trangénicas que almacenen más almidón/celulosa por hectárea cultivada puede verse solución al problema, ya que no parece posible aumentar significativamente el suelo dedicado a cultivos. De hecho, todas las grandes multinacionales que producen plantas trangénicas tienen, o están diseñando, plantas trangénicas para la producción de biocarburantes. En España la empresa Bio-Idén, una spin-off de la Universidad de Navarra, está produciendo plantas trangénicas de cultivos herbáceos (patata, maíz, trigo etc.) con alto contenido en almidón, en base a una patente del Instituto de Agrobiotecnología de dicha Universidad. Así pues, los aspectos científicos para obtener estas plantas están desarrollados, pero en Europa faltan decisiones políticas sobre la utilización de estos cultivos, que acompañen a las evaluaciones científicas positivas; como la realizada recientemente por el Comité Científico de la Comisión Europea sobre la patata EH-92-521-1, rica en almidón, donde se reconoce que no es tóxica para la salud humana ni animal ni para el medio ambiente, y al no producir ni polen ni semilla no puede diseminarse. Además, estas decisiones políticas son necesarias para poder cumplir con el reciente acuerdo de alcanzar el 20% de energías renovables en Europa para el año 2020.