Pensándolo bien...
En 2019 desapareció el rinoceronte blanco del norte. El único macho que quedaba en el mundo, con 45 años eliminó la esperanza de recuperar la especie. Cada vez nos acercamos más a nuestra propia destrucción. La explotación masiva de los recursos naturales implica la destrucción de hábitats. Los estudiosos de éste ámbito coinciden en que la sexta extinción masiva esta en marcha.
En la actualidad se dan cifras escalofriantes de 5.200 especies en peligro de extinción, según National Geographic, 25% de los mamíferos y anfibios, 34% de los peces, 20% de reptiles y 11% de aves. Especies vulnerables suponen un numero todavía más elevado. Estas desapariciones suponen un efecto cascada por su incidencia en los ecosistemas que se ponen en peligro en su totalidad.
La principal razón de todo ello es la sobreexplotación que afecta a la destrucción de los hábitats y de forma indirecta el cambio climático que acaba en desertización en muchos casos. Sin ir más lejos, se referencia la extinción de veinticuatro especies en 2019: 5 plantas, 5 peces, cuatro aves, cuatro mamíferos, tres anfibios, tres reptiles y un invertebrado. Muchas otras se sitúan en esas cifras en la que no hay suficientes individuos para que la especie sea capaz de sobrevivir.
En el caso de los insectos, se referencia una pérdida entre el 70% y el 80% desde la década de los 80. Sánchez Bayo y col. apuntan que el 41% de las especies de insectos se hallan en declive y un 30% se han visto reducidas en mas de un 30%. Esto son tasas de extinción superiores s los vertebrados. Las abejas están incluidas en este drama. El interés del trabajo de Sánchez Bayo es el análisis que aporta de las causas que originan esta situación que concretan en 13 epígrafes, agrupadas en cuatro grandes bloques: a) destrucción de hábitats naturales, b) contaminación, c) especies invasoras y d) cambio climático.
La transformación de terrenos de cultivo provocan el desplazamiento de muchos insectos que tienen que buscar nuevos acomodos, si los encuentran. Los cultivos intensivos no dejan respiro al terreno y acaba con las plantas silvestres y, por ende, que ya no requieren la polinización en esas zonas. La modificación de las zonas de regadío implica cambios en las especies que viven en las riberas de los cursos de agua. La deforestación contribuye al arrasar la población de árboles, sea por tala para explotación maderera o por ocupación de zonas por nuevas urbanizaciones.
La contaminación derivada de la actividad industrial afecta al aire, al gua y al suelo. A esto se suma la acción de plaguicidas e insecticidas, pero la falta de especificidad de estos hace que acaben con los insectos vectores de enfermedades y con los beneficiosos que polinizan las plantas. El efecto se da incluso a través de la incorporación en plantas que pasan a los insectos inhabilitándolos para su labor convencional provocando un descenso de las poblaciones de insectos. Los abonos artificiales y los herbicidas contribuyen a la desaparición de plantas silvestres que proporcionan hábitat a insectos, útiles a la agricultura. Los vertidos industriales y las aguas residuales urbanas contribuyen a la desaparición de muchos insectos y organismos acuáticos.
Los virus son también protagonistas en el colapso de las especies. Ayudado por el calentamiento global y el funcionamiento de los sistemas inmunitarios. Las especies nativas están en retroceso cuando se introducen nuevos animales o plantas ajenas a los hábitats. La alimentación de los foráneos introducidos en un hábitat amenaza a otros especies. Todo el mundo tiene ejemplos a la mano de situaciones de estas, desde cangrejos a peces o especies invasoras que han acabado con las autóctonas. .
El cambio climático está ya afectando de forma palpable a los insectos de las zonas tropicales y se desplazan los insectos como la mariposas hacia el norte o en las alturas de las montañas. La humedad del suelo se ve reducida y las larvas alteran su comportamiento potencialmente. Es inminente la afectación de los hábitats de forma sustancial, alcanzando a las zonas templadas en un futuro próximo.
Solamente un restablecimiento de las hábitats naturales, reduciendo el uso de plaguicidas e insecticidas y la implantación de practicas agrícolas sostenibles, evitando el uso de productos tóxicos que vuelva a reutilizar los insectos como los socios colaboradores. El concepto de prácticas sostenibles implica el descarte de la vieja concepción antropocéntrica que considera a la especie humana depositaria de privilegios que nos hace acreedores de ser dueños, amos y señores de la Naturaleza, que no tiene valor intrínseco sino solo instrumental. El biocentrismo y el ecocentrismo desplaza el centro de gravedad hacia una visión en la que lo importante es la vida. Es la única posibilidad de que el mundo sea sostenible y no entre en el pozo de una dinámica de extinción de las especies restantes, incluida la humana. No podemos sobrepasar el umbral. ¿Dónde se encuentra? Lo mejor es no saberlo ni acercarnos nunca. ¿Seremos capaces?
En la actualidad se dan cifras escalofriantes de 5.200 especies en peligro de extinción, según National Geographic, 25% de los mamíferos y anfibios, 34% de los peces, 20% de reptiles y 11% de aves. Especies vulnerables suponen un numero todavía más elevado. Estas desapariciones suponen un efecto cascada por su incidencia en los ecosistemas que se ponen en peligro en su totalidad.
La principal razón de todo ello es la sobreexplotación que afecta a la destrucción de los hábitats y de forma indirecta el cambio climático que acaba en desertización en muchos casos. Sin ir más lejos, se referencia la extinción de veinticuatro especies en 2019: 5 plantas, 5 peces, cuatro aves, cuatro mamíferos, tres anfibios, tres reptiles y un invertebrado. Muchas otras se sitúan en esas cifras en la que no hay suficientes individuos para que la especie sea capaz de sobrevivir.
En el caso de los insectos, se referencia una pérdida entre el 70% y el 80% desde la década de los 80. Sánchez Bayo y col. apuntan que el 41% de las especies de insectos se hallan en declive y un 30% se han visto reducidas en mas de un 30%. Esto son tasas de extinción superiores s los vertebrados. Las abejas están incluidas en este drama. El interés del trabajo de Sánchez Bayo es el análisis que aporta de las causas que originan esta situación que concretan en 13 epígrafes, agrupadas en cuatro grandes bloques: a) destrucción de hábitats naturales, b) contaminación, c) especies invasoras y d) cambio climático.
La transformación de terrenos de cultivo provocan el desplazamiento de muchos insectos que tienen que buscar nuevos acomodos, si los encuentran. Los cultivos intensivos no dejan respiro al terreno y acaba con las plantas silvestres y, por ende, que ya no requieren la polinización en esas zonas. La modificación de las zonas de regadío implica cambios en las especies que viven en las riberas de los cursos de agua. La deforestación contribuye al arrasar la población de árboles, sea por tala para explotación maderera o por ocupación de zonas por nuevas urbanizaciones.
La contaminación derivada de la actividad industrial afecta al aire, al gua y al suelo. A esto se suma la acción de plaguicidas e insecticidas, pero la falta de especificidad de estos hace que acaben con los insectos vectores de enfermedades y con los beneficiosos que polinizan las plantas. El efecto se da incluso a través de la incorporación en plantas que pasan a los insectos inhabilitándolos para su labor convencional provocando un descenso de las poblaciones de insectos. Los abonos artificiales y los herbicidas contribuyen a la desaparición de plantas silvestres que proporcionan hábitat a insectos, útiles a la agricultura. Los vertidos industriales y las aguas residuales urbanas contribuyen a la desaparición de muchos insectos y organismos acuáticos.
Los virus son también protagonistas en el colapso de las especies. Ayudado por el calentamiento global y el funcionamiento de los sistemas inmunitarios. Las especies nativas están en retroceso cuando se introducen nuevos animales o plantas ajenas a los hábitats. La alimentación de los foráneos introducidos en un hábitat amenaza a otros especies. Todo el mundo tiene ejemplos a la mano de situaciones de estas, desde cangrejos a peces o especies invasoras que han acabado con las autóctonas. .
El cambio climático está ya afectando de forma palpable a los insectos de las zonas tropicales y se desplazan los insectos como la mariposas hacia el norte o en las alturas de las montañas. La humedad del suelo se ve reducida y las larvas alteran su comportamiento potencialmente. Es inminente la afectación de los hábitats de forma sustancial, alcanzando a las zonas templadas en un futuro próximo.
Solamente un restablecimiento de las hábitats naturales, reduciendo el uso de plaguicidas e insecticidas y la implantación de practicas agrícolas sostenibles, evitando el uso de productos tóxicos que vuelva a reutilizar los insectos como los socios colaboradores. El concepto de prácticas sostenibles implica el descarte de la vieja concepción antropocéntrica que considera a la especie humana depositaria de privilegios que nos hace acreedores de ser dueños, amos y señores de la Naturaleza, que no tiene valor intrínseco sino solo instrumental. El biocentrismo y el ecocentrismo desplaza el centro de gravedad hacia una visión en la que lo importante es la vida. Es la única posibilidad de que el mundo sea sostenible y no entre en el pozo de una dinámica de extinción de las especies restantes, incluida la humana. No podemos sobrepasar el umbral. ¿Dónde se encuentra? Lo mejor es no saberlo ni acercarnos nunca. ¿Seremos capaces?
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