Artículos Académicos
Como es conocido, el medio líquido es el ideal para el estudio de las reacciones químicas, porque resulta mucho más sencillo de utilizar en la práctica que el medio gaseoso aunque su análisis teórico resulta mucho más complejo. Hasta el siglo XIX el único medio líquido utilizado en química era el agua, por lo que las transformaciones materiales estudiadas dentro de este disolvente estaban limitadas por la solubilidad de los reactivos. Este hecho dio lugar a la sucesiva aparición de nuevos y diferentes disolventes: orgánicos (nitrilos, hidrocarburos,…), amoniaco líquido, compuestos nitrogenados, fluidos supercríticos, etc. Algunas reacciones que exigen el uso de una fuente externa de corriente, como por ejemplo, la obtención del aluminio metálico, deben transcurrir en medios iónicos líquidos, utilizándose para este fin hasta fechas relativamente recientes sales fundidas, como la sal común o cloruro sódico fundido. A pesar de sus ventajas, este tipo de sales fundidas tienen serios inconvenientes para ser usadas como medio de reacción, ya que debido a su elevada temperatura de fusión resultan muy corrosivas y difíciles de manejar. En la actualidad se denominan líquidos iónicos a aquellos líquidos formados por iones que son líquidos a temperatura ambiente o próxima a la temperatura ambiente. Estos líquidos, de una gran importancia en química y en electroquímica fueron descubiertos por Hurly y Weis en la década de los 50, pero fue mucho después cuando, realizando sus estudios electroquímicos, se observaron sus peculiares propiedades e interesantes aplicaciones. Así, en la actualidad se les considera como “disolventes verdes” frente a los disolventes orgánicos debido a sus bajas emisiones atmosféricas, debido a sus bajas presiones de vapor, y a la posibilidad de la neutralización de sus residuos, ya que cuando la densidad del líquido iónico es muy diferente a la densidad de los productos de reacción se puede realizar la separación entre ambos por decantación. No obstante, su relativa solubilidad en agua puede producir la contaminación de la misma. Entre sus múltiples aplicaciones, además de su capacidad para disolver numerosas sustancias, podemos destacar: su uso como adhesivo en la fabricación de nuevas pinturas, su utilización en la síntesis de fármacos, sus aplicaciones como fluidos en ingeniería, para la modificación superficial de materiales en forma de nanopartículas y para el aumento de la estabilidad de células fotovoltaicas entre otras. En la actualidad, se plantea la fabricación de un potente telescopio en el que un líquido iónico actuaría como soporte de finísimas partículas de cromo y plata.