Columnas
Desde finales de enero, cuando el presidente Donald J. Trump firmó la orden antiinmigración prohibiendo la entrada a EEUU a ciudadanos procedentes de siete países de población mayoritariamente musulmana, los medios de comunicación han cuestionado los aspectos sociales y humanitarios de este veto que, por otra parte, también ha sido criticado por un panel de jueces de San Francisco, provocando así el mayor desafío legal, hasta la fecha, a dicha prohibición.
No obstante, esta decisión también ha desatado una intensa reacción del mundo científico, de manera que 150 centros de investigación, junto a más de 18.000 científicos, han hecho un llamamiento a la Casa Blanca para que derogue dicha orden pues, aunque el objetivo perseguido con la misma sea impedir la entrada de terroristas al país, ésta puede provocar un impacto negativo en la libertad necesaria para conseguir una colaboración científica eficaz entre investigadores, puesto que el progreso de la ciencia depende no sólo del libre flujo de ideas sino, también, de personas.
Resulta sorprendente que la máxima autoridad de un país como EEUU, que históricamente y gracias a su sistema para la financiación de la investigación, se ha beneficiado enormemente de la capacidad de sus Universidades para atraer a muchos de los mejores científicos extranjeros, sostenga ahora un discurso que limita la libertad de movimiento de investigadores que provengan de otros países y que, sin duda, podría tener, a largo plazo, un impacto indeseable para la ciencia.
En este sentido, Jason Kelly, fundador de la empresa “Ginkgo Bioworks”, en declaraciones a la revista C&EN, afirma “…que los inmigrantes a los EEUU juegan un papel clave en la ciencia y la tecnología es evidente: todos los ganadores americanos de los premios Nobel científicos el año pasado fueron inmigrantes, pero los inmigrantes no tienen que ser científicos o ingenieros para merecer respeto y derechos”. Aún más, el Prof. Fraser Stoddart (Nobel de Química 2016), nacido en Edimburgo (Escocia) y nacionalizado estadounidense, declaró en el diario “The Independent”: “… creo que, en gran parte, los EEUU son lo que son, hoy en día, gracias a la apertura de las fronteras”. Y continúa: “…las instituciones científicas estadounidenses sólo seguirán siendo fuertes mientras no entremos en una era en la que demos la espalda a la inmigración».
Por el bien de la ciencia, esperemos que este discurso de control de la inmigración no cale en países europeos, como ya ocurre en Inglaterra con el Brexit.