Columnas

null Goodbye, General Electric

Hace poco más de quince años dimos a General Electric (GE) una bienvenida parecida a la de “Bienvenido, Mr. Marshall”, la deliciosa película de Berlanga. Como es bien sabido, GE ha vendido la factoría de policarbonato en Cartagena a un grupo árabe-saudí. Desconozco la repercusión que en lo socio-económico habrán tenido las compensaciones en su día otorgadas a la compañía estadounidense por instalarse en esta Región. Una compañía con la solera científico-técnica de GE – pionera inventora y fabricante, desde bombillas a plásticos ultramodernos- también pareció un Mr. Marshall en los ámbitos académicos y de investigación, particularmente entre quienes nos dedicamos al estudio de los plásticos y demás polímeros. Sé que a la Universidad de Murcia prestaron unos valiosos instrumentos, para uso de quienes los precisáramos, así como para que se les hicieran ciertos controles de calidad, pero al cabo de muy poco tiempo ese laboratorio fue desmantelado. Los quince años que estuvo GE en Murcia se me figuran como los quince segundos que tardó la caravana de Mr. Marshall en atravesar la Calle Mayor del pueblito andaluz. Como el productor, el producto es también noticia de actualidad. Los mencionados policarbonatos son macromoléculas mas allá de una mera imitación de la Naturaleza (como titulaba mi columna en La Verdad, 21-12-2002), estando constituidos por un monómero químicamente sofisticado, el bisfenol-A, que dota al material plástico de excelentes propiedades técnicas, siendo empleado en usos tan dispares como biberones para bebés, discos compact, cascos de motoristas, o recubrimiento interior de latas de conserva. Pero he aquí que, aunque no se pretenda, a la Naturaleza se termina imitando. Resulta que ese monómero, constituyente del policarbonato, tiene propiedades similares a unas hormonas, los estrógenos que, aún en minutas cantidades, desempeñan funciones esenciales en nuestro organismo. De un año a esta parte, se han publicado advertencias sobre el bisfenol-A que pudiera liberar, por descomposición espontánea, el policarbonato. Por sus efectos endocrinos, estudios con animales de laboratorio han relacionado este producto con problemas de salud, desde obesidad hasta ciertos cánceres del aparato reproductor. Afortunadamente, los últimos informes apuntan que, por la extraordinaria estabilidad del polímero, no se alcanzarían efectos apreciables en ninguno de sus empleos. No obstante, este plástico ha pasado de milagroso y ubicuo a sospechoso, o al menos regulado. Vienen a mi memoria otros productos-milagro que terminaron siendo vilipendiados (desde el DDT hasta los asbestos). Ya veremos si terminamos diciendo goodbye también al policarbonato.