Artículos Académicos

null Evolución de la combustión

A lo largo de los tiempos el ser humano no ha cesado de idear diferentes artificios productores de energía para su propio consumo. Entre ellos los más numerosos han sido los relacionados con la combustión: El primero fue la madera, a la que siguió el carbón, de mayor poder calorífico y cuyo uso fue perfeccionado con la invención de la máquina de vapor en el siglo XVIII. Posteriormente tomó el relevo el petróleo y, en el siglo XXI, este producto se ha convertido en el recurso vital sin el cual nuestra economía global y nuestra sociedad moderna serían incapaces de subsistir. Actualmente consumimos más energía que nunca y, lo que es peor, lo hacemos a un ritmo peligrosamente creciente. Mientras un ser humano primitivo consumía unas 2000 kilocalorías al día, en una sociedad industrial actual su consumo es de 230000 kilocalorías al día. Todos los estudios geológicos coinciden en que la producción mundial de petróleo alcanzará su máximo y comenzará a descender rápidamente en un futuro no muy lejano, y el precio del crudo llegará a ser prohibitivo. Parece indiscutible, por tanto, que la era de los combustibles fósiles está tocando techo. Es decir, que nuestra sociedad ha agotado prácticamente su capital de combustibles fósiles, lo que nos lleva a la necesidad de buscar una solución rápida, puesto que evidentemente no podremos esperar entre 50 y 300 millones de años que fueron los que estos combustibles tardaron en formarse. No cabe duda de que el problema es lo bastante complejo como para admitir soluciones coyunturales. Se está comenzando a usar el hidrógeno como fuente de energía. El hidrógeno es el elemento más básico y ubicuo del universo, nunca se acaba, y si se quema no produce emisiones nocivas sino calor y agua. El problema es que el hidrógeno no existe libremente en la naturaleza como el oxígeno (aire, plantas …) y hay que extraerlo de sus fuentes naturales (agua, gas natural, …), consumiendo por tanto energía extra. Es importante producir hidrógeno sin que el medio ambiente resulte perjudicado. Para este fin sería aconsejable usar fuentes renovables de energía – solar, eólica, hídrica, de biomasa… – para producir electricidad y usarla, a su vez, para obtener hidrógeno del agua mediante un proceso denominado electrolisis. La ventaja de producir hidrógeno a costa de consumir energía eléctrica es que aquél se puede almacenar fácilmente y por lo tanto, su abastecimiento social está garantizado.