Columnas
Cuando se acercan las fiestas navideñas comienza el bombardeo publicitario que incita a regalar a diestro y siniestro. La tipología de los obsequios es variada, pero su factor común suele ser el elevado precio y su poca necesidad real, con pocos beneficios objetivos para los consumidores y muchos para los fabricantes o vendedores. Una vez dicho esto, no quiero abogar en esta columna por desterrar la costumbre de intercambiar regalos, sea en estas fechas u otras. Pero, ¿por qué no nos planteamos la posibilidad de regalar con ciencia? Y aquí, por si alguien no se había percatado (cosa que dudo, dada la formación y perspicacia de las personas que leen esta columna), hago un juego de palabras.
Podemos obsequiar libros a nuestros seres queridos, con los cuales se descubren historias, universos, etc. que nos emocionan e instruyen, ayudándonos a conocer mejor el mundo que nos rodea, tomando conciencia de su fragilidad ante las acciones humanas. Hay magníficas obras en las que se desvelan los misterios de la naturaleza, se proponen experimentos o se plantean retos intelectuales.
Además de los libros, mis preferencias se decantan por los juguetes de contenido manipulativo o indagatorio, que permiten a los niños familiarizarse con su entorno o descubrir nuevas experiencias. Y, para ello, son ideales los juegos con referentes científicos. Entre ellos se hallan las típicas cajas que contienen un pequeño laboratorio de química o de biología, o un telescopio, o un juego de construcciones… Pero también hay otros juguetes más simples en su concepción y en sus materiales (una peonza, un yoyó…), que encierran grandes dosis de ciencia en sus entrañas, dispuesta a revelarse ante quienes quieran hacerse la pregunta del porqué de su funcionamiento.
Así es que cuando llegue el momento de escribir la carta a los Reyes Magos, además de pedir libros y juguetes no bélicos, ni sexistas…, procuremos que sean creativos, educativos y no alienen. Y si contienen algo de ciencia, todavía mejor.
Las lecturas y juegos de inspiración científica nos ayudarán a entender mejor cómo funciona este mundo en que vivimos y, así, adquiriremos conciencia de que es el único que tenemos y que debemos cuidarlo con todos los medios a nuestro alcance.
Estoy seguro de que en una sociedad donde la ciencia y la conciencia vayan de la mano, se podrán evitar (o mitigar) desastres de alcance planetario (como el calentamiento global), o catástrofes a nivel local (como la acaecida recientemente en el Mar Menor).
Por todo ello, llegadas estas fechas, ¡regalemos con ciencia!