Columnas

null Elogio del átomo

Todas las cosas están compuestas por átomos, y nosotros mismos estamos hechos de átomos. Billones de átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, y un poco menos de calcio, azufre y otros elementos, constituyen el andamio para el milagro de la vida. Si elimináramos de nuestro cuerpo cualquier tipo de esos átomos no estaríamos vivos. Con su minúscula complejidad, se han agrupado en una disposición tan singular que, para permitir que seamos nosotros mismos, su diseño exacto solo existirá una vez. Durante años harán posible lo que llamamos nuestra existencia y, sin embargo, ellos no tienen conciencia y ni siquiera saben que están con nosotros.

Una vida humana tan solo dura unas 700.000 horas. Al cabo de ese tiempo, o antes, los átomos nos abandonan por razones desconocidas, se dispersan y se dedican a hacer otras cosas. Hacen también el aire, el agua, las rocas, las estrellas, los planetas, las nebulosas y todo los demás que existe en el universo. Es casi seguro que cada uno de los átomos que tenemos en nuestro cuerpo ha pasado por varias estrellas (muchos elementos se forman en las estrellas) y también puede que haya formado parte de millones de organismos en un viaje evolutivo hasta llegar a nosotros. Al morir, nuestros constituyentes se reciclan y es posible que un número significativo de esos átomos pertenecieran antes a algún personaje histórico que nos precedió, como Cervantes, Pitágoras o Ramsés II. Por tanto, a nivel atómico, somos como un mosaico de minúsculas y efímeras reencarnaciones parciales de algo que existió antes. Incluso antes de la muerte, a escala más reducida, nuestros átomos se separan y buscan nuevos destinos, como una gota de agua, un futuro ser vivo o una cosa inanimada. Por ejemplo, al respirar, nos abandonan átomos de carbono y de oxígeno (dióxido de carbono) que se liberan del ciclo de Krebs. La fotosíntesis vegetal puede incorporar ese mismo carbono en plantas permitiendo que emigre luego a otros seres por ingestión o al suelo. Varios estudios indican que prácticamente todos los átomos que forman el cuerpo humano se reemplazan en un plazo de cinco o diez años, de modo que al cabo de un tiempo no somos lo que éramos.

Desconocemos el misterioso impulso que ordena a los átomos formar moléculas, orgánulos, células, o estructuras tan complejas como la organización atómica humana. Por extraño que parezca no sabemos, en realidad, lo que en realidad sabemos.