Artículos Académicos
Les escribo esta columna volando desde Miami a Los Ángeles. Acabo de participar en un congreso en Florida que reúne a unos 15000 científicos de todo el mundo interesados en la visión y en el tratamiento de las enfermedades oculares. Hace más de 20 años que asisto cada año a este congreso junto con mis colaboradores y estudiantes. Además de las miles de comunicaciones científicas que se presentan, una razón para no perdérmelo son los contactos con las compañías que trabajan en estos temas. Varios de los proyectos y contratos de investigación de nuestro laboratorio han tenido su origen en alguna de estas reuniones. Para los científicos, la asistencia a los congresos es fundamental para mostrar nuestro trabajo, para aprender que hacen otros (o que no hacen), y si la investigación tiene aplicación, como es nuestro caso, para promocionar nuestros inventos y captar más recursos. Si algún lector esta pensando que un congreso en las playas de Florida es como una especie de vacaciones, nada más lejos de la realidad. Se trata de cinco días intensivos (incluyendo domingo), donde una de mis jornadas típicas comienza con una reunión a las 6:30 de la mañana y acaba con una cena en la que a la vez que se come se presentan resultados. Otra actividad interesante son los paneles de asesores. En ellos las compañías invitan a un pequeño grupo de científicos para contarles sus planes y pedirles consejo y guía. Resultan muy informativos y permiten conocer datos de primera mano. Les daré alguno. Imaginen una compañía farmacéutica cuyo nombre la mayoría de ustedes no habrá oído nunca, aunque es más que probable que hayan usado alguno de sus productos para los ojos. Unas 2500 personas trabajan en sus programas de investigación y en el pasado año invirtieron en esas actividades más de 1000 millones de dólares. La frustración viene al comparar esas cifras con la financiación anual de toda la investigación en España, que resulta ser de no más de 500 millones (la mitad) para todos los planes nacionales, o el personal científico de la mayor institución española, el CSIC, que también en todas las áreas de la ciencia no supera los 3000. Que una sola compañía, de la que ni reconocerían el nombre, invierta en la investigación de unos temas específicos más que un gran país (éramos el decimo, creo) en todas las ramas del saber es ciertamente preocupante. Porque en la ciencia y su impacto económico el tamaño si que importa.