Pensándolo bien...
El jazz es un género musical con origen en los Estados Unidos a finales del XIX y generalizado en el siglo XX. No es nada fácil delimitarlo. Se usa desde en forma de música ambiental hasta para escucha atenta y concentrada y, en todo caso, hunde sus raíces en aspectos raciales, lo que le ha mantenido siempre en la aureola del debate en el que aflora la cultura afroamericana en contraste con la occidental, lo que modula la percepción que de él se tiene. No es menos cierto que siempre ha estado abierto y expuesto a influencias de otras corrientes musicales lo que modula su percepción. De hecho, la instrumentación, las melodías y la armonía son propias de la tradición musical occidental. En cambio, el ritmo, el fraseo y la producción del sonido y la armonía misma del blues son genuinos de la música africana. Se puede afirmar que el jazz nace de la confrontación de la música de los negros afroamericanos con la tradición musical europea.
En esa confrontación del jazz con la música europea destacan tres elementos diferenciales: a) el armazón rítmico, denominado swing, b) la improvisación y c) el sonido y el fraseo acomodaticio a la personalidad musical del ejecutante. Su origen se sitúa en 1912 y sus raíces se hunden en las retransmisiones deportivas que, como ahora, emplean una jerga, en casos estridente, para reflejar los avatares deportivos, en este caso de los periodistas de la costa Oeste, que en las retransmisiones de la liga de béisbol describían la vitalidad y empuje de los jugadores que concretaban la bola como “pelota jazz”, porque temblaba y “no sabías que hacer con ella”, según afirman, tenía vida propia. De hecho, una de las entradas en los diccionarios le atribuye el significado de “dar vida, alegra”.
La denominación swing proviene de su énfasis en el ritmo fuera de ritmo o ritmo nominalmente más débil. Swing describe la sensación rítmica expansiva que se genera al interpretar la música que se acomoda en movimientos impulsivos de los miembros, incluida la cabeza, por ejemplo. Viene a ser un estilo de jazz que requiere un ámbito orquestal, sin duda por la influencia europea y que implicó el incremento del número de miembros de las bandas en las que se duplicaron, además, los instrumentos. Es de obligado cumplimiento citar a Louis Armstrong y Duke Ellington, como artífices de la fusión del swing con el jazz.
En el Instituto Max Planck han estudiado con detalle el jazz, buscando la esencia, la clave del jazz, resultando ser, fundamentalmente el swing y describen que el swing de la música jazz radica en la ubicación del tiempo fuerte. La cuestión es que, al ejecutar jazz se genera una desigualdad entre dos notas sucesivas iguales. La longitud que se le otorga a la primera, denominada contratiempo, es un poco larga, mientras que la segunda, poco convencional, es un poco corta. Las notas son corcheas y la longitud exacta que se les atribuye no es posible cuantificarlas, aunque se viene analizando desde hace más de un siglo. Durante mucho tiempo el efecto percibido se atribuyó a una relación entre el bajo y la segunda nota que era la que proporcionaba la sensación del swing. La medida efectuada en el Max Planck ha cuantificado una duración en el rango de 30 milisegundos, que se sitúa muy por debajo del intervalo de percepción consciente de los ejecutantes. En un compás de compasillo, 4/4, los tiempos fuertes son las corcheas impares y los fuera de tiempo son las corcheas pares. El ritmo que se le imprime es consecuencia de retrasos en la sincronización musical.
La concepción del swing consiste en que se genera en una pieza musical cuando las corcheas, que tienen un octavo de duración de una nota negra, no se tocan con la misma duración, sino que se les da longitudes temporales distintas. En la investigación del Max Planck, alteraron digitalmente los tiempos de los solistas en 456 piezas de solos jazz, concluyendo que cuando retrasaban 30 milisegundos (que para un batido de 150 supone como un 9% la duración de una nota negra) las notas en los tiempos uno y tres, los fuertes, que los músicos calificaban con mayor probabilidad a la música como swing. Es de advertir que las desviaciones del tiempo apropiado eran imperceptibles para los músicos de jazz profesionales, lo que revelaba la percepción desde el inconsciente.
Se concluye en que la percepción del swing está asociada al retardo en las notas fuertes y son lo determinante del estilo. Pero la auténtica naturaleza del efecto no se pudo determinar. El misterio permanece, aunque la Ciencia ha aportado elementos para aproximarse a una explicación cabal. Percepciones y emociones tienen sus propios canales, por el momento y seguramente una parte del encanto atribuido, radica en ello.
En esa confrontación del jazz con la música europea destacan tres elementos diferenciales: a) el armazón rítmico, denominado swing, b) la improvisación y c) el sonido y el fraseo acomodaticio a la personalidad musical del ejecutante. Su origen se sitúa en 1912 y sus raíces se hunden en las retransmisiones deportivas que, como ahora, emplean una jerga, en casos estridente, para reflejar los avatares deportivos, en este caso de los periodistas de la costa Oeste, que en las retransmisiones de la liga de béisbol describían la vitalidad y empuje de los jugadores que concretaban la bola como “pelota jazz”, porque temblaba y “no sabías que hacer con ella”, según afirman, tenía vida propia. De hecho, una de las entradas en los diccionarios le atribuye el significado de “dar vida, alegra”.
La denominación swing proviene de su énfasis en el ritmo fuera de ritmo o ritmo nominalmente más débil. Swing describe la sensación rítmica expansiva que se genera al interpretar la música que se acomoda en movimientos impulsivos de los miembros, incluida la cabeza, por ejemplo. Viene a ser un estilo de jazz que requiere un ámbito orquestal, sin duda por la influencia europea y que implicó el incremento del número de miembros de las bandas en las que se duplicaron, además, los instrumentos. Es de obligado cumplimiento citar a Louis Armstrong y Duke Ellington, como artífices de la fusión del swing con el jazz.
En el Instituto Max Planck han estudiado con detalle el jazz, buscando la esencia, la clave del jazz, resultando ser, fundamentalmente el swing y describen que el swing de la música jazz radica en la ubicación del tiempo fuerte. La cuestión es que, al ejecutar jazz se genera una desigualdad entre dos notas sucesivas iguales. La longitud que se le otorga a la primera, denominada contratiempo, es un poco larga, mientras que la segunda, poco convencional, es un poco corta. Las notas son corcheas y la longitud exacta que se les atribuye no es posible cuantificarlas, aunque se viene analizando desde hace más de un siglo. Durante mucho tiempo el efecto percibido se atribuyó a una relación entre el bajo y la segunda nota que era la que proporcionaba la sensación del swing. La medida efectuada en el Max Planck ha cuantificado una duración en el rango de 30 milisegundos, que se sitúa muy por debajo del intervalo de percepción consciente de los ejecutantes. En un compás de compasillo, 4/4, los tiempos fuertes son las corcheas impares y los fuera de tiempo son las corcheas pares. El ritmo que se le imprime es consecuencia de retrasos en la sincronización musical.
La concepción del swing consiste en que se genera en una pieza musical cuando las corcheas, que tienen un octavo de duración de una nota negra, no se tocan con la misma duración, sino que se les da longitudes temporales distintas. En la investigación del Max Planck, alteraron digitalmente los tiempos de los solistas en 456 piezas de solos jazz, concluyendo que cuando retrasaban 30 milisegundos (que para un batido de 150 supone como un 9% la duración de una nota negra) las notas en los tiempos uno y tres, los fuertes, que los músicos calificaban con mayor probabilidad a la música como swing. Es de advertir que las desviaciones del tiempo apropiado eran imperceptibles para los músicos de jazz profesionales, lo que revelaba la percepción desde el inconsciente.
Se concluye en que la percepción del swing está asociada al retardo en las notas fuertes y son lo determinante del estilo. Pero la auténtica naturaleza del efecto no se pudo determinar. El misterio permanece, aunque la Ciencia ha aportado elementos para aproximarse a una explicación cabal. Percepciones y emociones tienen sus propios canales, por el momento y seguramente una parte del encanto atribuido, radica en ello.
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