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null El principio antrópico

La versión más radical del principio antrópico propone que el Universo fue creado por una intervención divina para que, con el tiempo, aparecieran humanos capaces de observar e interpretar la obra. Sin embargo, muchos otros seres vivos parecen haberlo observado antes  y cabe preguntarse si el principio antrópico tiene sentido ante la posibilidad de que los humanos se destruyan a sí mismos o desaparezcan por otras causas. Tal eventualidad volvería inútil la supuesta finalidad del esfuerzo creativo. Ante esta consideración podríamos concluir que, o bien la creación cósmica fue una obra de dudoso sentido y manos inexpertas, o bien los seres humanos, a diferencia de otras especies, no se autodestruirán y podrán evolucionar sin límites previsibles. Ambas alternativas plantean aspectos científicos, filosóficos y religiosos de profundo calado.

Ha llevado un tiempo larguísimo alcanzar la finalidad que supone el principio antrópico. La Tierra tiene unos 4.500 millones de años de antigüedad y la especie humana, como máximo, no llega a un millón. Esto significa que solo hemos existido un instante del tiempo geológico, menos de una milésima parte de la historia de la Tierra. Si referimos nuestra aparición temporal, no a la creación de la Tierra, sino a la del Universo (hace unos 14.000 millones de años) el resultado sugiere que nuestro protagonismo puede ser meramente incidental más bien que central. El principio antrópico también propone que las condiciones terrestres y las constantes fisicoquímicas establecidas parecen ajustadas para hacer posible la emergencia del hombre. Pero más que representar un necesario intento finalista, el hecho puede simplemente indicar que la vida no aparece en otras condiciones.

Considerada globalmente, la vida en la Tierra sigue un modelo básico común que utiliza los mismos bloques fundamentales de construcción biológica. A juzgar por la similitud de los sistemas conocidos parece que la vida comenzó una única vez en la Tierra: todas sus formas contienen moléculas orgánicas basadas en el carbono,  emplean proteínas estructurales o enzimáticas, poseen vías metabólicas análogas, usan ácidos nucleicos como archivo de la información hereditaria y tienen un mismo código para traducir el lenguaje genético. Desde el punto de vista molecular estamos todos muy emparentados y somos prácticamente idénticos porque tenemos un antiguo origen común. La célula primitiva, progenote o primera entidad viva que nos precedió se denomina LUCA (acrónimo del inglés, Last Universal Common Ancestor) y apareció en la Tierra hace alrededor de 3.500 millones de años como un Adán primigenio.