Columnas
El proyecto LUCDEME (Lucha Contra la Desertificación en el Mediterráneo), desarrollado en parte en el Departamento de Biología Vegetal de la UMU durante el periodo 1986-89, generó gran cantidad de información cartográfica y biológica sobre la cubierta vegetal de terrenos impropios para cultivos en la región de Murcia, conocidos generalmente como terrenos marginales.
En Murcia, muchos de estos territorios han sido integrados en procesos de economía humana, convertidos en terrenos forestales, cultivos de secano, regadíos o terrenos cinegéticos, pero en lugares idóneos para estos fines, en la mayoría de las ocasiones.
Con nuevas tecnologías una tierra puede ser marginal o no dependiendo de los procesos que se dispongan para explotarla. Así, en los ambientes casi desérticos de Almería, la utilización de los invernaderos enarenados puede llegar a producir varias cosechas anuales. La mala calidad del suelo y la extrema aridez son, en este caso concreto, suplidas por el riego (aguas freáticas y depuradoras de aguas del mar). Por tanto, la marginalidad depende en cierta medida del desarrollo tecnológico. En consecuencia, hoy pueden serlo y mañana no, o viceversa. Pero en todos los casos las decisiones sobre sus usos no pueden ser precipitadas ni salvajemente transformadoras de los ecosistemas y mucho menos bajo climas áridos o semiáridos.
Una gran parte de las zonas circundantes del Mar Menor pertenecen a este tipo de terrenos marginales, de tal manera que durante muchos años fueron totalmente improductivos o dedicados a cultivos de secano. Finalmente han sido transformados, destruyendo las primeras capas protectoras del suelo y usadas para actividades agrícolas de regadío. Los hechos parecen demostrar que la degradación acelerada, provocada por la destrucción de la cubierta vegetal autóctona ha destruido el equilibrio –ciertamente frágil– que estas tierras mantenían con el ecosistema lagunar del Mar Menor. No se puede olvidar que la vegetación de todo tipo: bosquetes, matorrales, pastizales, etc. son el medio más eficaz para luchar contra la erosión.
Ante estas perspectivas se consolidan razones para mantener muchas zonas marginales en estado natural, sin comprometer rentabilidades mediambientales, con alteraciones prematuras y sin estudios previos de idoneidad ecosocial. Debemos encontrar un espacio de reflexión crítica e interdisciplinar que analice los retos de la sostenibilidad, la cohesión social y la democracia en la sociedad actual. Es indispensable que se mantengan en los terrenos marginales el equilibrio natural poco modificado y en particular la cubierta vegetal. Las actividades agrícolas incontroladas han causado en buena parte, para muchos sin ningún tipo de duda, la enorme degradación que ha sufrido el Mar Menor, una de la joyas ibéricas de la naturaleza, que desgraciadamente no parece fácil de revertir.