Columnas
Los hábitats acuáticos figuran, especialmente en las zonas templadas, entre los más amenazados del momento presente. Estos hábitats abarcan gran diversidad de zonas, desde las lagunas costeras salobres hasta las superficies lacustres y zonas pantanosas de agua dulce, su importancia es primordial para la salvaguardia de gran número de especies animales y vegetales y para la preservación de todo el conjunto de comunidades biológicas.
En la Región de Murcia existe una laguna salada costera de las mayores de Europa, con una extremada riqueza biológica, productividad y multiplicidad de cadenas alimentarias. Tales circunstancias resultan de la verdadera fusión de medios terrestres y acuáticos; su contacto engendra producciones animales y vegetales de considerable volumen. Así ocurre, sobre todo, en los hábitats costeros en los que el mar, las aguas dulces y la tierra se mezclan de forma muy compleja. El resultado es un rendimiento biológico inigualado en cualquier otro tipo de hábitats.
Parece que la actividad del hombre en el entorno de este tipo de laguna consiste en actuar sobre estos elementos, separando lo que es inseparable (el agua de la tierra o el medio marino de las aguas dulce), sin tener en cuenta que cualquier tipo de acción antinatural, la canalización y rectificación de los cursos de agua, su contaminación, el drenaje, el urbanismo incontrolado y tantos otros impactos antrópicos acaban en situaciones que, como las del Mar Menor, se vuelven en heridas de muerte para estos ecosistemas.
Como en todo lo que concierne a la protección de la Naturaleza, debe existir cierto equilibrio entre los distintos intereses. Es indudable que ninguno de ellos puede prevalecer y que los intereses económicos, que actualmente parecen prioritarios para algunos sectores, dejarán de existir si el Mar Menor “muere”. Los argumentos científicos para su conservación son innumerables; la cantidad de especies de flora y fauna que depende del buen estado biológico de esta laguna son extraordinarios. Además, debemos añadir su inmenso valor estético, su destrucción acarrearía para Murcia la pérdida de una buena parte de su encanto turístico, por cierto, tan mal aprovechado.
Una vez más se ha producido la entrega a la destrucción sistemática de nuestros hábitats representativos, de gran importancia para la sociedad moderna, y del incalculable valor de la conservación de nuestro patrimonio natural. El hombre debe integrarse plenamente en el equilibrio con la Naturaleza y las zonas húmedas como el Mar Menor deben estar a la cabeza de nuestras actitudes proteccionistas. No cabe otra.