Columnas
Hay microbios que presentan propiedades llamativas dentro del mundo vivo y que aparecen en el Libro Guiness de los Records. Por ejemplo, los llamados microbios hipertermófilos tienen una resistencia a la temperatura que alcanza límites insospechados porque son capaces de vivir incluso a temperaturas superiores 100oC; con elevadas presiones el agua no hierve a esa temperatura, y podemos encontrarlos en géiseres, fumarolas y en las emisiones volcánicas de las dorsales oceánicas de fondos marinos. Si existiera el infierno, incluso allí podríamos encontrarlos.
También hay microbios que, cuando no pueden crecer por condiciones adversas, forman esporas como alternativa a la muerte. Son estructuras equipadas para sobrevivir largos períodos de tiempo a la espera de mejores condiciones de vida. Esta facultad parece increíble y se ha logrado revivir esporas microbianas de yacimientos de la época romana y de estratos arqueológicos mucho más antiguos, sugiriendo que pueden subsistir en estado durmiente durante miles y miles de años. Resulta sorprendente lo publicado en la revista Science sobre la resurrección de unas esporas encontradas en el intestino de abejas atrapadas en muestras de ámbar de épocas geológicas pasadas, con una antigüedad de millones de años; cuando estas esporas se colocaron en un medio de cultivo estéril dieron lugar a bacterias semejantes a las del actual género Bacillus. Todavía más espectacular resulta un trabajo aparecido en Nature acerca del aislamiento de una espora incluida en un cristal salino formado en el período Pérmico, que ha permanecido viable durante más de 250 millones de años. Esta extraordinaria longevidad se aproxima a la inmortalidad.
Otros microbios son poco conocidos para el gran público, pero resultan igualmente destacables. Se suele considerar que el ser vivo más rápido es el guepardo, que en carrera puede avanzar 24 veces la longitud de su cuerpo por segundo. Sin embargo, la bacteria Bdellovibrio se desplaza en medio líquido a una velocidad de 60 veces la longitud de su cuerpo por segundo, es decir, a una velocidad relativa superior al doble de la del guepardo. Por otro lado, se suele admitir que una explosión nuclear global haría desaparecer al hombre y toda forma de vida. Pero tal desastre no sería necesariamente irreparable desde el punto de vista biológico, pues existen especies microbianas, como Deinococcus, que resisten condiciones muy extremas de radiación y capaces de continuar la aventura de la vida en esas circunstancias ambientales. El mundo de los microbios encierra capacidades fascinantes y recursos tan sorprendentes como insospechados.