Artículos Académicos
Recientemente se han desarrollado diversos actos, de naturaleza política, para conmemorar la victoria -militar y moral- de los aliados en la II Guerra Mundial. Conviene recordar que una de las claves de la victoria fue el disponer de una ciencia y tecnología capaz de dar respuesta a las “urgencias” del momento. Algunos años después de finalizar la guerra se preguntó a algunos de los militares y científicos más prestigiosos, cuales eran las aportaciones científicas que habían resultado de ella. Entre todos llegaron a la conclusión de que había seis importantes avances que “habían surgido o alcanzado altura a raíz de la guerra”: la energía atómica, el radar, la propulsión a cohete y a chorro, la automatización y las investigaciones operacionales. Quizá de todos ellos sea el de la automatización el menos conocido. La problemática que subyacía este ámbito era de extraordinaria complejidad en 1942, recién incorporado USA a la guerra. Las Fuerzas Aéreas (USAF) necesitaban disponer de aviones de mayor autonomía, circunstancia ésta de extraordinario valor estratégico en la Batalla del Pacífico. Los ingenieros de la industria aeronáutica militar respondieron con el diseño de una leva tridimensional para el regulador de la bomba de inyección de los motores cuyo objetivo era asegurar un importante ahorro de combustible. Con las máquinas-herramienta disponibles entonces resultaba absolutamente imposible el mecanizado de geometrías complejas de alta precisión como la de esta leva, ya que la trayectoria que debía seguir la herramienta en su movimiento relativo a la pieza debía obtenerse componiendo desplazamientos variables y simultáneos en los tres ejes de la máquina. La solución adoptada se basó en la investigación sobre un calculador electrónico que generara la información geométrica necesaria para el adecuado posicionamiento espacial de la herramienta. La colaboración de la USAF con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) posibilitó la primera máquina-herramienta con “control numérico”. Este hecho constituye el origen del proceso de automatización de éstas máquinas, que evolucionará paralelo al desarrollo de los ordenadores (el primer ordenador electrónico digital, data de 1946) y supone el inicio de la “revolución” de los procesos de fabricación, lo que ha supuesto la radical transformación de los sistemas de producción y consecuentemente de nuestra sociedad de consumo y del bienestar. Esta efeméride, vista desde la perspectiva de la sociedad del bienestar, permite contemplar con cierta satisfacción -y estupor- lo cerca que estuvimos de perder los valores sobre los que hemos construido nuestra sociedad y lo mucho que le debemos a la ciencia y la tecnología.